Hambre

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3.- 


"Uno observa la nada y sólo ve las cosas que ya tiene en mente."


Podía ver su pecho subir y bajar. En un principio, había sido cauto; despertando cada tanto, lanzando una mirada rápida a su alrededor y luego volviendo a dormir. Finalmente, el sueño le gano. Su cabeza descansaba sobre el respaldo, su cuerpo se deslizó unos centímetros por el asiento y estaba ligeramente torcido. Unos mechones cubrían su frente. Y mantenía el ceño fruncido.

Cuando Will rescataba un perro, los primeros días eran los más difíciles. Tener que ganarse la confianza del cachorro, adaptarse el uno al otro a sus hábitos, y que por fin el animal bajara la guardia.

Así se sentía en esos momentos con Hannibal. Habían estado en un constante estado líquido, yendo por la sinuosa corriente de un río, sin saber que sería lo siguiente con lo que se encontrarían.

Ahora había más de lo mismo, pero esta vez compartían el mismo camino. Y quería que Hannibal bajara del todo la guardia. Will lo había hecho. Se permitió escalar las paredes emocionales que había construido a su alrededor, y llegar hasta él.

Hannibal frunció la nariz y soltó un largo suspiro. Lo miró encontrándose con un desconocido y poco familiar fervor que surgía desde su pecho. El ceño fruncido se había acentuado y no pudo evitar poner un dedo sobre este.

- Shhh – lo arrulló – descansa. Todo esta bien.

El doctor sonrió levemente y abrió un ojo.

- Me tratas como a uno de tus perros.

- ¿Te molesta?

- Eres devoto a ellos – respondió y volvió a dormir. O fingir que lo hacía.

No sabía en que punto estaban. Y no se refería solo al camino. Hannibal decía estar preparado para todo, y hasta ahora lo había demostrado. A esas alturas, ya debían haber encontrado el cuerpo del Gran dragón rojo. Y Jack debía haber caído en cuenta que no solo había perdido a Hannibal, sino también a Will.

Debía estarlos cazando.

Su boleto dorado era alcanzar la frontera. Lo difícil no era llegar hasta ahí, sino cruzar al otro lado. Y las pesadillas se sumaban a sus problemas. La última que había sufrido lo hizo despertar en medio de la noche, cubierto de sudor y un terrible dolor de cabeza.

Se encontró con Hannibal en medio de las sombras del cuarto de motel. Le dio una pastilla y agua. No dijo nada. Sabía que Will sufría de terrores nocturnos.

Quiso pedirle que lo acompañara, estaba más que tentado a hacerlo. Pero siempre había algo que lo frenaba. Quizás no estaba del todo listo a cruzar esa barrera física. Aunque cada día era más difícil de tolerar.

Lo miraba y sentía calor desde lo más profundo de sus entrañas. Un hambre que hasta ahora no había experimentado. Tenía esta fantasía en la que miraba su cuerpo desnudo, pasaba sus temblorosos dedos sobre su piel, recorriendo sus hombros, su pecho, su pelvis. La necesidad crecía desde su interior convirtiéndose en algo insaciable, y entonces sin poder soportar más, lo mordía.

Bajó la ventanilla del auto. El clima era seco y caluroso. Estaban cerca. Y no podía perderse en cuentos de hadas. Al menos, no por ahora. 

Folie a DeuxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora