2.-
"Es agradable cuando alguien te ve. O tiene la habilidad de vernos. Eso requiere confianza."
Estaba aletargado. Adolorido. Soñoliento. Notaba los ojos pesados, y cubiertos de lagañas. Se frotó los parpados con las manos, esperando espantar aquel persistente cansancio que lo hostigaba.
Bostezó una, dos, tres veces; hasta que Hannibal le arrojó una bolsa de plástico a la cara. Era un burrito.
- ¿Gracias? - dijo, esquivando la antipática expresión de su compañero de viaje. Podía notar lo irritado que estaba. No sólo porque Will había permanecido en silencio gran parte del camino, sino por aquella "insufrible comida" que terminó comprando en una tienda de conveniencia.
El moreno le recordó que su gusto singular los terminaría delatando, y así fue que terminaron comprando comida rápida.
A Will no le importaba. En realidad, su mente había estado divagando en tantos pensamientos que le era imposible concentrarse en alguno, o en lo que fuera. Como aquel camino de carretera.
Habían comenzado con un impenetrable verde. Un viaje lleno de altos pinos y cedros; acompañado de aromas fuertes. Luego pasaron al marrón, un inacabable espacio de tierra que lo perseguía allí donde mirara. Árido, inhóspito.
Y ahora, nuevamente el verde.
- ¿En qué piensas, Will? - preguntó Hannibal, desistiendo de su mal humor.
- En mis perros - dijo lo primero que se le cruzó. No es que le mintiera, no quería mentirle, no podía. Pero los pensamientos lo abrumaban. Y eso era lo más sencillo de tratar.
Lecter sonrió. Le gustaba aquella sonrisa. La que era solo para él, para Will.
- Seguro Alana se hará cargo de ellos.
Asintió.
- Lo hizo la última vez - murmuró, sin querer discurrir en algo más. O en alguien más. Pero era como una enfermiza comezón. Molly. Su esposa. O, mejor dicho, su ex esposa.
¿Cuidaría de sus perros?
Movió la cabeza, buscando alejar aquella turbación, y Hannibal se percató de ello.
- ¿Te incomoda pensar en lo que dejaste atrás?
Will comenzó a abrir el burrito. No olía mal. Estaba relleno de lo clásico: frijoles, queso, y carne seca. Lecter hizo una mueca al verlo darle un mordisco.
Se encogió de hombros.
- ¿Vale la pena? - respondió con una pregunta.
- Supongo que no - musitó, regresando la mirada a la carretera - el destino tiene el hábito de no dejarnos elegir nuestros finales, Will.
Asintió.
- Pero yo elegí esto. Quiero esto. Lo acepto.
- ¿Sin remordimientos? - lo cuestionó.
- Debía desprenderme de mi viejo yo para continuar aquí.
- ¿Conmigo?
- Sí, contigo.
Hannibal no añadió nada más. Tampoco volvió a sonreír. Pero podía ver cierto placer escondido en las sombras de sus ojos.
- ¿Quieres que maneje? - le preguntó, luego de terminar de comer. Podía ver grandes surcos violáceos bajo sus ojos y el agotamiento reflejado por todo su rostro. Pero el castaño movió la cabeza, negando.
- Aún pareces cansado, deberías dormir.
- Es culpa de los medicamentos.
- Duerme - le ordenó. Will lo complació, cerrando los ojos. Sí, aún tenía sueño. Pero en realidad, no tenía muchas ganas de conversar. Todavía no sentía una ciega convicción por las decisiones que había tomado y no quería que él lo notara.
Pese a todo, incluso ahora podía notar el sabor de la sal en los labios. Y las palabras que Hannibal le dijo justo antes de arrojarlo por el acantilado.
"¿Ves?, esto es todo lo que quería para ti, Will. Para nosotros dos."
Y lo que respondió él.
"Es hermoso."
El recuerdo de su mirada, su aliento, el metálico sabor a sangre en su boca, y el irrefrenable sentimiento que nació en su interior. Antes apenas lo había paladeado, un fugaz vislumbramiento en un sueño.
Pero aquel momento que compartieron, y lo que lo hizo sentir, todavía lo llevaba sobre la piel. La inquietud y ansiedad por revivirlo lo carcomía por dentro.
Sí, en medio de aquella obscuridad se había llevado algo consigo. Y la obscuridad hizo lo mismo con él.
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Folie a Deux
RomancePero ahora que había visto el caos, como este parecía perseguirlos a cada paso que daban, como si se tratara de una tragedia griega. Dos amantes que jamás podrían estar juntos, así lo había decidido el destino. Cada uno debía tomar un camino distin...