Amantes

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15.- 

Vida, mi vida, déjate caer, déjate doler, mi vida, déjate enlazar de fuego,

de silencio ingenuo, de piedras verdes en la casa de la noche, 

déjate caer y doler, mi vida.


Miró a Hannibal y al papel que acababa de sacar de su galleta de la fortuna. El hombre de cuarenta y tantos había mantenido el ceño fruncido toda la noche. Insistía en que "eso" no era comida China.

Así que le mostró lo que decía la suerte, esperando mejorar su estado de ánimo: "Todo lo destinado a uno, termina por alcanzarnos."

Hannibal sonrió divertido, y luego acercó la mano hasta su cabello, enterrándolo en sus mechones negros. Le gustaba hacer aquello, tirar suavemente de sus rizos, casi como un juego.

Era tonto, pero ese simple gesto lo hacía estremecer. Provocándole cosquillas desde lo más profundo de su estómago. Luego de aquella noche había estado más sensible de lo normal. Y es que lo había disfrutado tanto. Era un placer que lo hacía olvidar todo. Cuando había estado dentro suyo, había sido como volver a casa, y sentirse a salvo. Lo hacía convertirse en otra persona, en una que no conocía y prefería fingir que no existía.

Incluso ahora podía recordar la sensación de su semen resbalando entre sus piernas y sabía que eso se quedaría con él por más tiempo del que le gustaría.

- Will... - comenzó a llamar su atención, alzando la mano frente a su rostro. Al parecer había estado diciendo su nombre, pero él se perdió en sus pensamientos - ¿Dónde tienes la cabeza? – preguntó, cuando sus ojos se encontraron.

Irremediablemente, notó calor en su rostro.

- Oh... - musitó Hannibal, entendiendo la naturaleza de sus pensamientos. Y sonrió.

Le gustaba verlo de esa forma, relajado. Los últimos días su comportamiento había sido confuso. Caótico. Y Will sabía que algo escondía de él. Pero prefirió no preguntar y aguardar a que Hannibal decidiera compartirlo.

- Entonces... ¿nos vamos? – preguntó con cierta insinuación, rozando sutilmente de su brazo.

Nuevamente la cabeza de Will se llenó de ansia.

- Vamos a casa – asintió, tirando sin ninguna delicadeza de su mano, entrelazando sus dedos. 

Folie a DeuxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora