Banquete

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14.-

"Some animals show mercy by devouring their lovers. Oh Lord, honeyed by fireflies, blood drips from your chin and i know it is my own."


La luz se acentuaba a través de las cortinas. En un olvido, la ventana había sido dejada abierta y el sofocante aire del verano se colaba por esta. Pese a la cálida brisa, su cuerpo estaba temblando. Desde la punta de los dedos de sus manos, hasta las puntas de sus pies.

Nuevamente era solo un joven. Como el que había sido muchos años atrás. Su corazón latiendo velozmente, y sus pensamientos desordenados, caóticos.

- ¿Tienes miedo? - susurró suavemente Hannibal en medio de la obscuridad. Su aliento se sintió abrasador contra su piel. Will alzó el rostro hacía él. Las luces de la calle caían sobre su rostro, salpicándolo de tersos dorados. Sus largas pestañas parecían acariciar sus mejillas y podía ver aquella oscuridad en lo profundo de sus ojos.

Will no podía pensar más que en hundirse en su cuerpo, en su piel, y sentir aquel pecho ancho contra el suyo. Oler en su cuello el calor, un ligero toque amargo de sudor mezclado con perfume y jabón de baño.

Pegó su nariz aún más, respirando hondo y teniendo sentimientos encontrados. Podía notar alivio al sentir sus brazos sujetándolo, sosteniéndolo de aquella forma. Y también experimentaba un hambre brutal, voraz; su boca salivaba, sus manos se movían torpes sobre él y su excitación latía con fuerza.

En su interior rogaba por favor, una y otra vez, esperando a que él hiciera algo. A que alguno se atreviera a hacerlo.

- ¿Esto te hace feliz, Will? - preguntó, pasado sus manos por sus brazos, y sin apartar sus ojos de él. Su cabeza se sentía nublada, como si estuviera atrapado en un sueño. E intentaba alcanzar un pensamiento. Un viejo recuerdo de su primer encuentro. Jamás se imaginó que aquello terminaría desencadenando en toda esta serie de eventos. Que finalmente terminaría siendo de Hannibal.

- Sí - respondió finalmente, avanzando sobre él y abrazándolo de forma infantil, envolviendo todo su cuerpo, queriendo atrapar cada centímetro y no perderse de nada. Quería tocar todo lo que estaba viendo y lo que no, le urgía que también fuera suyo.

Hannibal asintió casi imperceptiblemente. Y Will asumió que sería algo salvaje. Que cuando finalmente sucediera, los instintos - de ambos - serían mucho más fuertes. Que los terminarían arrastrando hacía el vacío.


Hannibal era fuerte, seguro e implacable. Como una tormenta furiosa, inclemente, brutal. En cambio, se estaba mostrando delicado. Y vulnerable, suave e incluso tierno. Sus emociones eran poderosas, y Will podía verlo en sus movimientos. Pero bajo eso, aún había cierta vergüenza. Temor. Miedo a ser rechazado. Al borde de la timidez, que es lo último que podías imaginarte al pensar en Hannibal.

Presenciar aquello lo sacudió. Él mismo tenía esa espina enterrada en lo profundo de su corazón, esperando, aguardando por la traición, y le asustaba darle todo. Lo último y minúsculo que quedaba de él.

Pero la tensión ya era demasiada, y Will aún podía ver la sombra de la duda reflejada en los ojos del castaño. Entonces, lo beso. Posó con ferocidad sus labios sobre los suyos; envolviendo su boca con el hambre que había estado soportando por semanas. Y, finalmente, los liberó.

Entonces, fríos y ásperos dedos rozaron su piel, tocando una melodía que solo Hannibal podía escuchar. Los párpados cerrados y un fino sudor cubriendo su rostro. Will se aferró a él, a ese placer y su cuerpo se arqueó. Un suave gemido escapó de su boca mientras Lecter mordía su cuello con violencia. Noto un ligero ardor y su cuerpo presionándolo en su interior. Lo rugoso de su lengua recorriendo sus clavículas, dejando un rastro de humedad.

Eran como una rápida melodía, un violín que tocaba con arrebato, saltando de una nota a otra apenas permitiéndolos respirar.

Un suspiro tras otro se mezclaba en la vehemente partitura que ejecutaban sus cuerpos. Como si siempre debieron estar de esa exacta forma; las manos de Hannibal sobre su trasero, las de Will tirando de su pelo, el brillo de la luna sobre su piel. Sus latidos cada vez más rápidos, alcanzando aquel momento que los hiciera olvidar incluso su propio nombre.

Una vez más se veía sumergido dentro de un sueño. Corriendo, adentrándose en el bosque, persiguiendo aquel venado color ébano mientras los árboles rasgaban su cuerpo a su paso. Su respiración se convirtió en un jadeo. Y entonces por fin, lo alcanzó. Ahí estaba, al borde de un risco, mirándolo fijamente, esperando por él. Hannibal lo observaba, y se vio reflejado en el café de sus ojos. Entonces, nuevamente ambos saltaron por el peñasco.

Will se arqueó una vez más, sus dedos de los pies curveados. Soltó un ronco grito, una voz desconocida brotó de él. Y murió.

Folie a DeuxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora