Capítulo 02

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Me había levantado temprano para ordenar todo mi apartamento como si hubiésemos planeado tener una cita.

¿Acaso quieres llegar lejos con el sexy boxeador? No seas ingenua, me repetía una y otra vez.

No le he contado nada a Annie porque sé iba a poner como una loca con sus preguntas y no dudo que quisiera estar espiando con lo que posiblemente él hombre boxeador y yo hablemos.

Me había duchado, puesto ropa interior de encaje por si pasa algo más que lo dudo. Me puse un short de mezclilla y un top de color blanco. Me hice ondas en el pelo hasta que sonó el timbre provocándome algunos nervios.

Abrí la puerta para encontrarme con él.

— Buenos días —dije y me miró de los pies a la cabeza. Tragué fuerte.

— Buenos días —me saludó.

— Puedes pasar...—dije haciéndome a un lado para que su perfume llenara mis fosas nasales.

Llevaba unos jeans ajustados, un T-shirt blanco que se ajustaba a su torso trabajado y marcaba sus bíceps, llevaba unos nikes.

Su pelo estaba amarrado en una colecta y se veía húmedo pero hoy estaba diferente porque no llevaba barba, dejándome observar sus labios carnosos.

— Lindo apartamento —comentó mirando todo como si estuviese buscando algo. Aclaré mi garganta.

— Gracias —le agradecí y sus ojos se posaron en mi—. ¿Tienes hambre? Haré desayuno ahora porque estaba esperando que llegaras...puedes sentarte si quieres.

— Prefiero mirarte el lindo trasero mientras haces el desayuno —dijo sentándose en el desayunador que estaba frente a la cocina.

Olvidé por completo lo directo que él era.

— Está bien...—susurré para entrar a la cocina y ponerme un delantal.

Empecé a preparar pancakes, jugo de naranja, tocino y huevos revueltos pero me había caído un poco de sirup en la cara, ignore eso cuando sentí un cuerpo cálido detrás de mi haciéndome sobresaltar por sentir su miembro en mi espalda.

— Huele bien...—susurró en mi oído haciendo que tragara fuerte y volteara a verle—. Te has manchado.

Con su dedo pulgar, limpio la comisura de mis labios para entrar su dedo en su boca sin despegar la mirada de mi. Este hombre me está subiendo la temperatura. Desatando mis nervios y provocando que mis tangas se mojen.

— El desayuno está listo —dije y tomó un tocino con sus manos, le di un manotazo para que me mirara.

— ¡Oye! ¿Qué te pasa?—me preguntó y lo miré a sus ojos avellana.

— Para eso, se utilizan los cubiertos —dije reprochándole.

— Para esto, se utiliza la boca..—dijo para estampar sus labios con los míos.

¿Leyeron bien? Murat, me había besado y yo como una boba obviamente le seguí el beso después de estar congelada varios segundos. Su boca era tibia y sus manos se posaron en mi cintura para profundizar el beso metiendo su lengua.

Enredé mis dedos en su cabello dejándome llevar por el beso. Mordió mi labio inferior y se despegó dejándome con los labios ligeramente abiertos.

— Vamos a desayunar —dijo tomando su plato y el cubierto dejándome en la cocina. Estaba perpleja.

Desayunamos entre un intenso silencio y par de miradas. ¿Cómo habría besado a este sexy boxeador y estaba metido en mi casa provocando una tensión que jamás había sentido?

Llevé los platos para lavarlos y cuando habría terminado, él estaba sentado en el sofá. Quite mis sandalias para sentarme a su lado en el mismo sofá y observarle más de cerca.

— Fui a tu pelea, por cierto, muy buena —sus ojos marrones se posaron en mi—. Luego fui a tu camerino donde te auto invitaste a mi apartamento, en el me besas y desayunas conmigo pero no sé cuál es tu nombre completo.

— Murat —contestó sin alguna expresión en su cara mientras me miraba. Reí.

— No solo te llamas Murat. ¿Cuál es tu nombre completo?—le pregunté.
Él, digo, Murat soltó un suspiro antes de hablar.

— Murat Özer —dijo—. ¿Y tú?

— Asya Deniz —le dije con una sonrisa—. Tienes nombre de actor de telenovela.

— Pero no lo soy —dijo y aclaré mi garganta—. ¿Cuantos años tienes?

— Veinticuatro. ¿Y tú?—le pregunté y vi como se relajó.

— Veinticinco, casi veintiséis —contestó.

— ¿Por qué me besaste?—pregunté y él, seguía mirándome.

— Me estoy aguantando las ganas de hacerlo de nuevo...—sentí que mis mejillas se pusieron rojas.

Nos quedamos en silencio y de repente todo pasó muy rápido.

Murat me estaba besando nuevamente y yo disfrutando de sus labios. ¿Qué podría salir mal?

Me subí encima de él para enredar mis dedos en su cabello y quitar la liga que lo amarraba dejándome ver su cabello, el le llegaba hasta los hombros.

Me besó nuevamente mientras sus manos se posaron en mi cintura. Se levantó conmigo provocando que mis piernas se envolvieran en su cintura.
Llegamos a mi habitación y me depositó en la cama.

La ropa estaba estorbando y creo que Murat se dio cuenta porque se comenzó a quitar el T-shirt rápidamente dejándome ver un perfecto con su tatuaje en la parte izquierda.

Se quitó los tenis y yo mi top quedando en sostén. Murat se metió entre mis piernas para besarme salvajemente provocando un gemido de mi boca.

Repartió suaves mordidas en mi cuello mientras sus manos desabrochaban mi short al igual que las mías su pantalón.
Se deshizo de su pantalón y su bóxer mostrándome su miembro. Mordí mi labio inferior al verle desnudo. Era todo un adonis.

Se puso de rodillas para quitarme mi tanga y yo desabrocharme el sostén quedando completamente desnuda ante Murat, el cual me observaba mientras masajeaba su miembro.

Tiré de sus manos para besarle. No se que me sucede. Quiero estar mezclado con aquel cuerpo y el no se negaba. Murat se deslizó dentro de mi para mirarme.

— ¡Oh!—exclamé al sentirlo.

Mis gemidos y los gruñidos de Murat inundaron mi habitación. Nuestros cuerpos sudados y brindándose placer como quizás jamás me habían echo.

Murat me embestía rápidamente mientras yo arañaba su espalda y en mi oído me decía cosas sucias.

Una última embestida para sacar su miembro y correrse en mi abdomen. Estaba exhausta que no me di cuenta cuando Murat me había limpiado. Mi respiración estaba entrecortada y decidí acomodarme.

Murat se ponía su bóxer y fue entonces cuando debía de ser realista. Solo fue sexo casual y listo pero quería que se quedara.

— Murat... —le llamé para que sus ojos se clavaran en mi—. Quédate.

Murat ignoró mi comentario mientras se ponía su ropa. Solté un suspiro y decidí voltearme dándole la espalda.

Jamás lo volvería a ver y tenía que aceptarlo.

Excepto que algo hundió mi cama y unos brazos tatuados me envolvieron.

— No acostumbro hacer esto —soltó un suspiro—. No sé, que diablos me sucede contigo.

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