Capitulo 2

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Sentada junto a su pequeño hermano, Roxana degustaba unos deliciosos postres de mango, siendo vista por el emperador que limpiaba su rostro de vez en cuando al encontrarlo sucio.
Parecía una niña al balancear sus pies y tararear una canción en cada cucharada.

- ¡Claude, estoy tan feliz de volver a verte! - sonrió con dulzura, olvidando un poco el postre para concentrarse en su hermanito - pero ¿Por qué haz solicitado mi trabajo?

El rubio palmeo suavemente la cabeza de la hermosa mujer, apreciando sus ojos por un momento antes de contestar.

- Mi hija, Athanasia, presentará su debut pronto y necesita un vestido para la ocasión.

El angel ante el pareció sorprendida, frunció su ceño e hizo un puchero adorable ante lo dicho.

- Claude ¿no recuerdas con quiénes trabajo? - pregunto, cruzando sus brazos sintiendo los ojos llorosos - ¿Leíste las cartas que te mandé?

El rubio miro confundido las preguntas de su amada. No entendí a lo que se refería, se suponía que tenía un informante que le daba reportes diarios de su ángel. Sabía todo lo que hacía. Entonces se sintió nervioso al no saber que hacer.

- No he recibido correspondencia tuya desde que saliste del palacio, Roxana.

- ¡¿Que?! - grito exaltada la rubia, sin creer lo que escuchaba - Pero eso no es correcto, cuando me inscribí en la escuela de diseño, cada día sin falta te mandaba dos cartas...que se redujeron a una al ver que no contestabas ninguna. Pensé que estabas enojado conmigo.

Murmuró lo último con voz débil, bajo la cabeza al recordar en lo mucho que deseaba una carta de su hermanito menor. Claude tomo su barbilla, haciendo que sus ojos conectarán con el azul claro de su amada. Acaricio su mejilla, limpiando las lágrimas que fluían de ellas.

- Nunca podría estar enojado contigo mi bello angel. - depósito en su pecho a la rubia. - Haré una investigación sobre esto. No dejare que pase por alto.

Si, muchas manos serían cortadas. Había declarado frente a los responsables de la correspondencia que las cartas de su amada estaban por encima de todas, su entrega era prioridad, pero al parecer está orden fue ignorada y eso no lo perdonaría.

La mirada azulada de su ángel lo hizo reaccionar, lo miro como si fuera algo fantástico, irreal. Su mente quedó en blanco y sus mejillas se tornaron rojas.

- ¡Ese lado tan firme tuyo es increíble Claude! - halago la rubia, sosteniendo las manos del soberano en su pecho con brillitos a su alrededor.

- Eres tan ruidosa - murmuro el rubio desviando la mirada de sus manos aún tomadas. No dió indicios de soltarse tampoco - ¿Quieres más galletas?

- ¡Si!

A unos cuantos pasillos, la joven princesa Athanasia caminaba acompañada de su escolta pelirrojo quien sostenía una canasta de flores y un bonito sombrero hecho a medida, la princesa dejo que el oji- gris sostuviera sus cosas para no cansarse de más.

Tarareando una canción, dió unos últimos pasos, quedando frente a la puerta bellamente esculpida. Acercó su mano y tocó dos veces.

No hubo respuesta.

Espero unos momentos más y volvio a tocar nuevamente.

El resultado fue el mismo, nada.

Ya bastante irritada abrió la puerta antes de que el pelirrojo pueda detenerla.

La princesa abrió mucho los ojos ante la escena irreal.

Su padre, quieto, callado y sonriente (bueno, lo que puede llamarse sonrisa) en una tarima pequeña de madera, a su lado, una bola de luz tiraba constantemente a su alrededor. Solo que no era una bola de luz, su cabello se confundía al moverse tan rápido de un lado a otro para comparar telas. No lograba distinguir su rostro pero parecía una íntima conocida de su padre ya que lo llamaba por su nombre.

Ahogo el chillido que amenazaba en salir. Giro hacia Félix esperando tener una afirmación de los que veía. El pelirrojo la miro también, asíntio impresionado. La rubia regreso su vista al panorama que no parecía cambiar, aquella mujer hablamos rápido y tomaba notas como loca.

La princesa aclaro su garganta, por fin dejando salir de su burbuja a la pareja. Claude se notaba molesto por la intervención pero Athanasia estaba más interesada en saber quién era esa rubia.

La mujer giro su cuerpo espacio revelando por fin su adorable rostro dejando sin habla a la princesa y al escolta, la adorable mujer reverencio despacio demostrando sus modales, su expresión de felicidad seguía en su lugar.

- Mucho gusto princesa Athanasia de Alger Obelia, soy la duquesa de la prestigiosa casa Laufel, Roxana Laufel.

Athanasia sonrió nerviosa al darse cuenta de quién era. Dejo todo a manos de su encanto natural.

- ¡Mucho gusto Duquesa Laufel! Es tan grato tenerla en el palacio. - sonrió brillantemente, cosa que no parecía funcionar con la fémina pues no mostraba signos de impresión - Estaba ansiosa de conocerla, Félix me habló mucho de usted-

No logro terminar al sentir una ráfaga de viento pasar por su lado. Giro su cabeza con rapidez casi quebrando su cuello en el proceso. El emperador de igual forma observó todo con cara enfadada.

Roxana abrazaba con fuerza el brazo del escolta sonrojado y nervioso. La rubio dió saltito emocionada, con sus grandes ojos azules miro directo al guardia. Estaba tan feliz. El apuesto escolta de su hermano siempre fue el blanco perfecta para sus bocetos de anatomía humana.

- ¡Félix! ¡Oh, mírate, eres tan apuesto! - sujeto su brazo con añoranza, sus mejillas estaban sonrojadas - ¡¿Haces ejercicio?! ¡Tienes músculos muy bien definidos - tocó sin pudor el brazo del hombre que casi se desmayaba por el cercano contacto.

- Lady Laufel p-por favor - trato de calmar a la fémina, su vergüenza era tal por la mirada de ambos miembros de la realeza. Una más aterradora - recuerde que no puede h-hacer algo así.

- ¡Por supuesto que puedo! ¡Eres mi inspiración!.

Félix se tenso al sentir la mirada tan helada e intensa de su amigo. Trago grueso al notar la mirada sorprendida de la princesa.

-L-lady Laufel...- susurro ya asustado.

- ¡Te dejare solo si aceptas ser mi modelo en mi próxima colección!

- ¿Que?

- Tienes el cuerpo que quiero. Claude también hará de modelo, tiene una complexión muy bien trabajada.

- Roxana. - el emperador la llamo en advertencia más la rubia no caso le hizo.

- N-No creo que sea conveniente mi Lady.

- Si lo es. ¡Acepta o no dejare de sujetar tu brazo!

- Bien, está bien.

- ¡Gracias! - corrió a su maletín sacando una cinta de medir y se colocó frente al pelirrojo - ¡Por favor, quítate la ropa para tomar medidas!

- ¡¿Eh?!

- ¡Roxana!

- ¡Oh por dios!

La Diseñadora de Obelia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora