Capitulo 13

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— Tía, no.

— ¡Es que nadie dice nada! — exclamó perdiendo la paciencia. — Llevo sentada aquí mucho tiempo y ¡ninguno hablá!

Roxana suspiro apenada, no podía si quiera verle las caras a su hermanito e hija. La paciencia de su querida mentora no era precisamente su fuerte.

— Cálmate, por favor. — suplico al verla fulminar a la princesa. — ¿Quieres ir con Félix?

— ¡Hasta que por fin dices algo bueno! Vamos, vamos, llévame con el. — empujó a la bonita rubia fuera de la habitación.

La anciana, antes de irse, hizo una leve seña a ambos rubios en la habitación.

"¡Hablen o los mato!"

La puerta se cerró y el silencio regreso. Claude ignoraba a su hija para concentrar su mirada en la mesa. Athanasia, por otro lado, tenía puesta su mirada en su regazo.

Por mucho que la princesa tratara de hablar con su padre, este no le prestaría la más mínima atención, ni siquiera a su amada Roxana que había todo lo posible por llevar el ambiente a uno menos tenso.

Pero no servía de nada, Claude se encerró en su burbuja e ignoro todo. Tal vez por pena, frustración o enojo.

— P-papa. — la rubia se armó de valor al llamarlo. — Papá por favor, quiero hablar contigo.

El emperador la miro levemente para después seguir en lo suyo.

— Se que estás enojado, con-conmigo pero yo— suspiro para calmar sus lágrimas. — lo siento mucho, n-no quise que lastimarte.

Tras unos minutos de silencio, Claude por fin se digno a verla. Con su expresión indiferente y fría.

— ¿Que ganabas con esto? — mascullo. — Dímelo, Athanasia.

Aguantando las lágrimas, apretó su vestido para contenerlas. — Tenía miedo de que me dejaras... De que me apartarlas de tu lado por-por Lady Laufel.

Soltó a llorar. No sabía cuantas veces había llorado desde que todo este problema se presentó y aún así, no creía ser suficiente. Por qué el dolor y arrepentimiento seguían insertados en su corazón.

Había sentido en carne propia como era ser ignorada por su padre. Entendía a la Athanasia de la novela original, la había entendido a la perfección.

Su padre, el único familiar que tenía, pasaba tiempo con alguien más. Sin mirarla. Sin hablarle. Sin darle una pizca de atención.

Ese sentimiento, dolor. La hizo reflexionar sobre su verdadero sentir hacia su padre.

¿Lo quería? ¿Realmente lo quería?

La respuesta llegó a ella como un balde agua fría. Si. Amaba a su padre y no por obligación, por sobrevivir. Lo quería por lo que era, el hombre que la protegió y cuido durante su crecimiento.

Ahora que lo pensaba, realmente se sentía una tonta por dudar de él.

— ¿No soy confiable? — cuestionó después de verla calmarse un poco. — Eres mi hija, Athanasia. Y nadie en este mundo podrá decir lo contrario.

La rubia sollozo con fuerza al escucharlo. Claude por fin había dado una suave caricia a su cabeza como modo de consuelo.

— P-papa.

— Deja de llorar. — palmeo un poco más y retiró su mano. Athanasia se lanzó a abrazarlo, enredando sus brazos en su cintura.

— ¡P-papa! ¡Te quiero mucho!

La Diseñadora de Obelia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora