Capítulo 18

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El quejido de las sirvientas fueron cortados por la espada del emperador. Habían perecido. Claude no estaba satisfecho.

— Félix.— llamó al pelirrojo encorvado. En ningún momento habían topado mirada. — Encargate del resto.

Paso de largo al petrificado guardia y se dispuso a caminar hasta la habitación de su amado ángel.
Uno de los encargados de vigilar la entrada reverencio y abrió la puerta para el monarca.

La vista era desgarradora.

Las ojeras cubrían el delgado y pálido rostro; el cabello una vez brilloso, suave y largo se veía maltratado y reseco; la piel se notaba algo pálida y con algunas manchas.

— Claude...— llamó la joven al despertar por el ruido de la puerta. Sus ojos entrecerrados se abrieron en su totalidad y una sonrisa le fue dada. Los ojos azules de la chica brillaban de energía y felicidad pura. —  Haz vuelto.

El cuerpo delgado se incorporó lo más rápido que podia, apoyando su peso en las débiles manos.
Claude avanzó y le ayudo con extremo cuidado.

Las personas que la viesen a simple vista dirían de todo sobre su mal estado. Sentirían pena por ella y soltarían una que otra palabra hiriente para hacerla sentir mal.

Claude estaba al tanto de su condición y aspecto, más no le importaba. Para el, Roxana seguía siendo la mujer más hermosa del mundo entero. Nadie, absolutamente nadie podía igualar aquella suave sonrisa y brillo vivaz en sus ojos.

Roxana podría estar casi muriendo y aún así estaba seguro de que le regalaría una sonrisa. Siendo tan alegre y positiva.

— Roxana, ángel mio.—  beso la frente caliente. Eso lo hizo preocupar, pero la risa de la rubia lo tranquilizo un poco. —  ¿Te encuentras mejor? ¿Necesitas algo más? ¿Comida? ¿Almohadas? ¿Libros?

— No, no. — río despacio sintiendo el dolor en su pecho.— Estoy bien.

"Mentirá."

Quiso decir, en serio quiso hacerlo. Difícil era tan siquiera hablar en voz alta por la condición terrible de la rubia.  Sentía que en cualquier momento su amada se iría.

El tembloroso y casi imperceptible toque en su mejilla lo hizo saltar.

— ¿Estás bien, Claude? ¿Descansaste cómo te dije? — el rubio asintió. — No te creó. Ve a descansar.

— No.

— Claude, ve.

— Estoy bien.

— Eso-

— Ya vete, maldito teñido. — Rita entro por la puerta con bandeja en mano. La comida de su protegida la preparaba ella. — Si no despiertas mejor para mí.

— ¡Tía! — reprendió la pálida mujer. Las pocas fuerzas que junto se esfumaron.

El débil cuerpo cayó casi sin fuerzas contra las almohadas. El aire no entraba del todo a sus pulmones.

Claude tomó su mano, preocupado hasta la médula. No hubo sonrisas ni mucho menos una mirada. El silencio inundó la habitación mientras la rubia se recuperaba.

La mujer mayor se mantuvo al margen, solo mirando fríamente al emperador. Su dolor constante de cabezan era aquel rubio.

— ¡Ugh!

Las sábanas se mancharon de sangre, Roxana había vomitado nuevamente.
Los hombros del emperador temblaron de impotencia, no había nada que el pudiera hacer. La vida de su amada dependía de ella.

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⏰ Última actualización: Apr 10, 2023 ⏰

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