Capitulo 10

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Las cosas en el palacio estaban tensas desde hace días. No por la coronación de una futura emperatriz, sino por la llegada de una "hija" ilegítima del emperador y sobre todo la terrible condición de la princesa heredera.

El emperador claude no daba respuesta a las interrogantes de los nobles ni tampoco del consejo. Estaba callado. Nada parecía hacer y los problemas solo aumentaban para los preocupados habitantes al saberse que el monarca estaba bebiendo licor sin descanso.

Las cosas no parecían ser buenas para el imperio.

Roxana que hasta el momento se mantuvo en su casa de campo, se enteró de todo lo sucedido por unas señoras chismosas que rondaban el pequeño poblado. Dioses, nunca se callaban y molestaban constantemente a la rubia con sus murmullos pero esta vez fueron de utilidad y no dudo en acercarse a preguntar.

Su hermanito estaba mal. Muy mal.

Golpeó su cabeza por su insensatez. Debió quedarse a su lado. Debió asistir al evento a pesar de su estado. Debió seguir su mente y no su corazón.

Aquel día, fue horrible para ella. Sintió lo que nunca antes había sentido.

Soledad.

La soledad azotó su corazón y de forma muy infantil dejo todo tirado, cómo si nada importará. Fue estúpida y lo sabe. Sabía que preguntar era la mejor manera de aclarar todo pero no lo hizo, ni ese día ni en los próximos al debut.

Pero ¿Con que cara podría presentarse a su hermanito? ¿A la princesa?

Exagero todo y no midió sus acciones. Tal vez fue un error o una distracción de parte de la princesa.
Sintió vergüenza al recobrar el sentido, cuando una vecina suya la encontró mojada y llorosa, cuando llamo aquel médico para atenderla, cuando le sugiero tomarse un descanso fuera de la capital por su salud.

¡Su salud no importaba! ¡Su hermanito si!

Los moretones dolían, tenían un horrible color pero eso sanaban, ciertas partes de su cuerpo dolían pero no eran graves.

No era nada comparado a lo que sentiría la única persona que apreciaba.

Tenía que volver a resolver esto.

- Me voy. - soltó de repente aquella mujer mayor que estaba cocinando. Su querida mentora y ex profesora de la escuela. - Tengo que regresar con Claude.

La mujer de cabellos blancos le dió un cucharaso en la cabeza haciendo quejar a la rubia del dolor. - Quisieras. Te quedas aquí hasta que tus heridas sanen por completo.

- Pero tía Rita estoy bien. - hizo un puchero adorable mientras sobaba su cabeza. - Mira mi brazo se siente mejor. - alzo su brazo y lo movió un poco, la anciana lo tomo con firmeza y lo doblo un poco haciendo quejar a la muchacha.

- No. estás. bien. - sentenció para regresar a su labor. - Deja que tú cuerpo descanse, se que estás preocupada cariño pero tu salud es mucho más importante que ir por tu borracho.

- ¡Tía! ¡Claude es un amor, no es ningún borracho! - inflo sus mejilla y cruzo sus brazos rápidamente pero los separó al instante por el dolor. - hay, hay.

La anciana suspiro, topo la olla y regreso junto a su protegida. Acaricio su mejilla cubierta por un parche. - Roxana, escucha querida mía. Tiene que comprender que sobreponer tu salud sobre ese hombre no es nada bueno, cuida de ti y el estará feliz, puedo asegurarlo. - sonrió con dulzura al ver sus ojos temblar. - Aprende a ver por ti misma antes que a los demás.

- Y-yo... E-es mi hermanito, la única familia que me queda.- sorbio su nariz un poco. - Lo abandoné hace mucho tiempo por mi egoísmo y nunca me podré perdonar eso.- bajo la mirada tratando de no mover mucho su cuello.

La Diseñadora de Obelia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora