Capitulo 11

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Si le preguntasen a Roxana si la imprevista visita a su hermano era un fastidio diría que no, nunca lo sería, solo que...al parecer la más emocionada era su querida mentora que estaba junto a ella en el carruaje asignado por el regente.

— Dios que lindas telas...— tocó la textura de una y sonrió satisfecha — Si, de una calidad, tal vez de Oriente.

La rubia asíntio sin prestar realmente atención, repaso continuamente lo que diría frente a su hermanito e hija.

— ¡Mira Roxana! ¡Los detalles de la ventana son de diamantes rosados! ¡Rosados!

— Si Tia Rita, son rosados.

Asomo su cabeza por la ventanilla y casi grito al ver lo que tiraba del carruaje— Oh ¿Esos son... Caballos pura sangre? —
su cuerpo casi sale por completo de la ventanilla, por lo que Roxana se apresuro a sostenerla.

Los guardias que las seguían ayudaron a la joven con la exaltada anciana que seguía apreciando a los caballos y empujando los brazos de los guardias para verlos mejor. Roxana en aquel momento quiso que la tierra se la tragara. La mujer mayor siempre presentó esa clase de comportamiento y  no dudaba en seguirlos pero ahora no era un buen momento.

— ¡Tía Rita por favor, sube de nuevo al carruaje! —roja cómo un tomate, jalo su vestido y los guardias empujaron el cuerpo hacia dentro pero la anciana se negaba a ser ayudada. — ¡T-tia vas a caer!

— ¡El que tenga miedo de morir que no nazca! — forcejeo con un guardia, dando un espectáculo de fuercitas al tomarse ambos de los hombros. — ¡Oye animal, no ganaras! ¡¿Acaso crees que por ser una anciana me puedes vencer?!

— ¡Tía!

¿Cuando se volvió una competencia de fuerza? ¿No se suponía que estaba viendo los caballos?

Al cabo de unos minutos, de unos guardias agitados y sudorosos, una Roxana despeinada y acalorada y una Rita bastante orgullosa burlándose del guardia cansado, el carruaje siguió avanzando.

Cabe decir, el conductor en ningún momento paro por lo que todo el espectáculo se hizo estando en carruaje en movimiento y guardias en caballo.

Roxana al retomar el aliento y regañar lo que quedaba del camino a su mentora logró distinguir poco a poco el palacio. Los nervios volvieron y su cabello desordenado se sintió muy sofocante de repente.

Rita solo sonrió complacida al ver que su amenaza sirvió de algo. Mientras Roxana tenía un casi desmayo, ella miraba desde la ventanilla la hermosa alfombra roja de los escalones y los guardias que se mostraban en dos filas a cada lado de las escaleras con espadas, sus armaduras estaban muy bien pulidas.

— Uf~ nada mal. — salto en su asiento al parar en la entrada. Empujó a la rubia para que avanzará y al estar en pie, logró  ver al principio de todos lo escalones al emperador en traje y portando un ramo de preciosas rosas de color rosa. — Ugh, demasiado cursi, pero...

Observó a su alumna y en efecto, estaba sonrojada. Su rostro lo decía todo y es que la rubia era demasiado cursi y gustaba de detalles así. La conocía muy bien.

— C-claude...— la joven rubia murmuro encantada al verlo bajar con su traje, casi babea por la increíble vista. — Estás muy g-guapo. — bajo la mirada apenada. Nunca se avergonzó al decir aquello. ¿Por qué hacerlo ahora?

— Roxana, mi bello angel. — tomo la mano de la rubia y la beso, Roxana sonrió suavemente y Rita solo rodó los ojos fastidiada. — Son para ti. — extendió el ramo de rosas, la rubia las tomo enseguida, ocultando un poco su rostro en ellas le dió las gracias en un pequeño susurro. Acción que enternecio a claude.

La Diseñadora de Obelia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora