Capitulo 8

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Cuando el hermoso carruaje de oro arribo en la entrada del palacio, los sirvientes apresuraron su paso para terminar de repartir bebidas a los nobles, no queriendo molestar al emperador con su constante lentitud. Los guardias presentes en la entrada ayudaron con la puerta del carruaje. Primero bajo el emperador y con ayuda del rubio la hermosa princesa heredera logró bajar.

Los guardias reverenciaron al pasar frente a ellos. El carruaje se alejo a paso moderado, siendo jalado por los caballos pura sangre de pelaje blanco.

Solo cuando el carruaje se perdió de vista logró fijar su vista en el palacio.

— Wow...

Su aliento se fue por un momento. Era tan magnífica. Siempre lo era pero con aquellos detalles simplemente era un caso diferente.

Había mucho oro, cada pieza brillaba de aquel dorado color. El oro era algo que ella amaba y que su padre sabía a la perfección.

Claude al verla tan distraída sujeto su mano con suavidad y la guío por las escaleras, sobresaltando a la rubia que se sonrojo por ser descubierta.

— Todo esto lo hice para ti...— cruzó el umbral y camino por el pasillo iluminado sin apartar la mirada del camino.

— Gracias, papá. — sonrió conmovida y tomo el brazo de su padre para continuar su andar.

Para Athanasia parecía todo un sueño, casi como un cuento de hadas. Y ella era la protagonista de esta historia. No Janette, de eso estaba más que segura.

Por qué su padre la amaba más que nadie. El hizo todo esto por ella.

Por ser su amada hija.

— Y para Roxana .

Tropezó. Claude alcanzo a tomarla de la cintura, ayudo a estabilizar sus pies temblorosos. A pesar de la mirada fría que portaba se notaba la preocupación en sus ojos.

Por un momento sintió remordimiento por lo que hizo. Estaba lastimando a su padre, al hombre que tanto la cuido y procuró pero que también la abandonó.

— Athanasia.— llamo con leve voz. — ¿Estás bien?

— S-si, papá. Solo estoy algo nerviosa con todo el ruido que se escucha del salón.

En parte era verdad, los ruido de los nobles se escuchaban desde su lugar, a unos metros de distancia para la gran entrada.
Claude comprendió y dejo de lado el incidente. Athanasia estaba por tomar el  brazo con firmeza pero el repentino movimientos de su padre hizo que sostuviera su otra mano. Había rodeado sus hombros con el brazo que anteriormente usaba de apoyo.

Por el bien de su cordura mantuvo la boca cerrada.

El enorme portón le dió la bienvenida a su calvario. Respiro profundo y en ese instante la puerta se abrió.

— ¡Su atención, su alteza real la princesa Athanasia de Alger Obelia y su majestad el emperador Claude de Alger Obelia, hacen presencia!

Como si de una maquina se tratara todos se inclinaron ante ellos en sincronía aterradora, abrumando con sola esa acción a la princesa. El emperador pareció notarlo y con solo una mirada los nobles se mantuvieron en su lugar, temblorosos por molestar al emperador.

— Si lo deseas pueden quedarse así durante toda la velada. — aseguró al arrasar con la mirada a la multitud, buscando a su amada.

— N-No, no creo que sea lo correcto papá. No soy la única que a esperado este día, también están muchas señoritas presentes. — miro con nerviosismo al grupo de bellas damas que se mantenían aún inclinadas.

La Diseñadora de Obelia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora