CAPITULO 35: Aferrarse a lo imposible.

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Ian.

La indescifrable mirada del esposo de mi madre me escudriña el rostro en tanto siento como mi mujer respira mal con sus piernas alrededor de mi cadera.

Bajo su vestido con mis manos cuidando de que no se le vea demás mientras mi mente se va aclarando, el orgasmo fue demasiado satisfactorio y a pesar de que haya buena calefacción; seguimos sudados y acalorados.

—¿Qué mierda haces ahí parado, imbécil? —espeto molesto, hablándole al infeliz que baja sus ojos de los míos para observar a la morena que se sienta de un salto en la mesa rodeando mi cuello con sus brazos devolviéndole la mirada a Jacob cuando se da cuenta de que alguien nos interrumpió—. Lárgate.

Se queda parado junto a la puerta como un estúpido viéndonos, pensando en cualquier porquería que incluye a mi esposa haciendo algo por complacerlo a él y lo sé porque conozco tanto a este maldito que esa es la razón por la que no quiero a mi mujer metida en esta puta empresa. Porque sé que la morena le gusta. La rabia me comienza a enceguecer, mi mente me traiciona creando escenarios que no debería. Acomodo mi ropa ayudando a Valeria que de un salto se baja de la mesa, con disimulo le entrego su ropa interior poniéndola detrás de mí para que pueda ponérsela sin ser vista.

—Quería hablar contigo y tu secretaria me informó que estabas aquí —dice Jacob.

—Como te darás cuenta, estamos ocupados —peino mi cabello despreocupadamente—. Ve a mi oficina en cinco minutos y sin gusto te atiendo.

Noto como aprieta las puños dándose la vuelta antes de salir y dejarnos solos. La mujer tras de mí me rodea el torso con los brazos dejando un beso en el medio de mi espalda.

—No te estreses —susurra—. Escucha lo que tenga que decir y nos vemos en el departamento ¿Te parece?

Sus manos en mis pectorales me tranquiliza los latidos del corazón, cubro sus manos con las mías asintiendo a lo que dice. Ahora, con ella así, a mi lado me doy cuenta de que Samuel tenía razón al decir que necesita a alguien que me cuidara y en los cuatro meses que duró la desintoxicación pude entender lo mucho que anhelaba algo como esto. Jamás imaginé que mi felicidad estuviese aislada en un ser humano, pero aquí está, siendo solo mío y la razón de mi existir.

—Dile a Erick que te lleve —digo refiriéndome al nuevo chófer, dando la vuelta para besarla en los labios—. Haré lo posible por llegar temprano.

Peino su cabello.

—Te lo exijo —me apunta con su dedo con severidad—. Es navidad y tengo pensado hacer una deliciosa cena.

—Imagino que invitarás a los chicos —simulo una mueca.

A pesar de apreciar mucho a Matt, Laura y querer a Harper, la realidad es que no quiero estar con nadie más que no sea ella quien suelta una risa.

—Sí, pero solo a cenar —aclara—. Después de eso, soy solo tuya.

—Mía haz sido y serás siempre.

La cara se le tiñe de rojo, coloco un cabello detrás de su oreja abrazándola por la cintura para traerla a mi pecho, la diferencia de estaturas destaca cuando oculta el rostro en mi cuello dejando que inhale el exquisito aroma de su cabello.

—No permitas que lo que él diga te afecte.

Deposito un beso en su sien.

—Vete ya, o no te soltaré nunca —la alejo sin soltar su mano.

—Espero y eso sea una promesa, Ian Smith.

Mi pecho da un vuelco ante el sentido que han adquirido mis palabras en ella. No digo nada y dejo que se vaya observando cómo busca su abrigo y bolsa en mi oficina antes de dirigirse al ascensor donde me da una última mirada antes de que las puertas se cierren.

Más Allá de Todo  [+18] (EN PROCESO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora