Capítulo 12: Téllez

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La carretera parece un desierto. Sólo pasan unos cuantos carros por el camino y todos tienen la misma pinta: huir de la tragedia. 
Nosotros hacemos lo posible por ingresar. Los bomberos hacen todo lo que esté en sus manos y yo solo puedo observar. Es en estos momentos que me siento como un inútil. Nos vino a dar en la madre con todo esto. Algo me dice que se trata de él, ella. 
Con mucho cuidado pasamos por el pastizal quemado. Aún tienen un poco de chispas, los policías las van pisando a modo que no se propague más el incendio. En el centro de todo hay una casa, en obra negra, con las mismas señas de vandalismo y despojo de bienes. 
Aunque se hace todo lo posible por recuperar la escena del crimen existen cosas que ya se perdieron. El cuerpo es uno de ellos. Ya está casi calcinado y por lo que se alcanza a ver es probable que haya perdido todas las señales que ella deja. Ya se sabe que es ella porque dejó una nota atada al techo, esa maldita sabía bien que el fuego no la alcanzaría. La leemos a detalle y con gran detenimiento.
-¿Cómo es que sabe tu nombre?
-Aún no lo sé.
-Peor aún, ¿cómo putas sabe que tienes este caso?
-Se lo juro, jefe. No he dado información a nadie- su expresión era neutral. Tiene experiencia sobre esto y sabe bien que difundir información puede ser perjudicial para el caso-. Sabe bien que mi vida social depende estrictamente de usted.
-Ya lo sé.
-¿Ahora que haremos?
-Creo que…
Para nuestra mala suerte los federales estaban tocando nuestro suelo. Esta madre se escapó de mis manos y es probable que ya me quiten mi empleo.
Cada uno se dispersa por la zona. Busca información, habla con cada vecino -con los escasos pobladores que hay aquí-. Todos dicen lo mismo. Vieron a una mujer en un tsuru con el cuerpo. Después de eso quemó el lugar.
-Mi general, es un gusto verle- dijo Fausto tendiendo su mano al general Villalobos.
-Me gustaría decir lo mismo, pero sabe que la hipocresía no va conmigo.
-¿Qué lo trae por aquí?

No es obvio, bola de pendejos. Tienen a un pinche asesino en serie aquí, lo peor es que se trata de una mujer.
-

¿Cómo sabe?
-Le recuerdo que soy omnisciente en este puto rancho y todo lo que salga de aquí pasa en mis manos.
-¿Y sabe como la atraparemos?
-Mejor aún, sé a quién echarle la culpa.
Estuve a punto de mentarle la madre, pero me aguante por el respeto, miedo, que le tengo al general.

La cara de Rafa mostraba severa preocupación. No dejaba de leer aquellas líneas que mostraban la ineficiencia del cuerpo policial.
-¿Qué ocurre?
-Tengo que irme de aquí.
-¿Por qué?
-Necesito hablar con Matus.
-¿Qué tiene que ver él?
-Es un asunto entre él y yo.
Ya no vi para donde fue ni qué automóvil tomo. 

Vamos a la Fiscalía para levantar todo el papeleo pendiente. Nunca antes había visto tanto movimiento. Si hay algo bueno que esté el general aquí es que todos los cabrones se ponen a trabajar de verdad. Lo malo es que desde que salimos no he visto a Rafael y ni siquiera sé para donde fue. Hay algo raro en todo esto. Siento como si algo malo fuera a ocurrir.














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