Capítulo 16: Rafael.

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La ciudad comienza a parecer algo oscura y retorcida. Los bares y cantinas son ahora los lugares en los que yo menos entraría por mi propio bien, si por mi fuera mandaría a todos esos pendejos a sus casas por su seguridad. Otros lugares familiares son ahora paisajes de una película de terror. Mi vida se está convirtiendo en eso, en una maldita parodia de una serie de televisión gringa en la que el protagonista intenta atrapar al asesino sin importarle las consecuencias. En un giro de trama menos inesperado -pero que todos saben que es un cliché barato- el asesino es alguien que el protagonista ya conocía y que ahora se encuentra entre la espada y la pared porque puede arruinar todo por sus principios. Soy ese maldito protagonista que no sabe que hacer y que ahora es un estúpido porque pudo conseguir refuerzo para atrapar al asesino, pero el imbécil decidió ir sólo como lo hace un estúpido oficial de policía del gabacho.
Mi teléfono suena descontroladamente y no tengo tiempo para tomarlo. Téllez sabe bien que lo que hago es para salvar a su familia y que no tenga la necesidad de pasar lo que yo viví. Cuando me detengo en un semáforo lo apago para no ser molestado, pero en el fondo quería aventarlo por la carretera, esto iba a ser perjudicial por si en dado caso necesitaba ayuda, así que me detuve. El tiempo corre en contra mía y está podría ser nuestra última partida. Un juego que ella supo las reglas - que ella misma inventó- y que ahora yo conozco sólo las dos primeras. La primera es que pase lo que pase uno de los dos no saldrá vivo, y la segunda es que todo puede pasar si es que a ella se le ocurre que pase.
Cuando llegué a casa las luces estaban apagadas mostrando un lado que yo nunca pude ver de mi casa, un lado tan siniestro que me genera repulsión por lo que me convertí. Pareciera que ese lugar dejará de pertenecerme para ser parte de ella. Entré tratando de ser sigiloso para que me diera tiempo de buscar por la zona, pero tan pronto di unos pasos por la cocina sentí un gran dolor en la nuca que me hizo tambalear para después perder el conocimiento.

Sentí que el tiempo no había transcurrido y que todo lo que viví fue una pesadilla, un mal sueño del cual me estaba despertando. Por extraño que pareciera me encontraba en mi antigua casa. Un lugar que me daba paz y tranquilidad. Pude escuchar a lo lejos la voz de mi hijo que llamaba a la puerta. Fue mi esposa la que abrió la puerta y pude ver a un niño de unos 10 años que entraba.
-¿Te encuentras bien?- dijo ella mientras pasaba su mano en mi rostro para borrar las lágrimas.
-Ustedes están vivos.
-¿Por qué no deberíamos?
-Es que ustedes…
-¡Papá!-  mi pequeño se abalanzó a mis brazos haciendo que yo me cayera.
-Los extraño- susurré a su oído.
-También nosotros- contestó ella mirándome a los ojos - todo es color gris sin ti.
-Mi vida es un asco.
-Lo estás haciendo bien.
No pude más y me solté a llorar. Estaba tan descontrolado que ni siquiera me había dado cuenta de que estaba despierto en una habitación a oscuras. Mi respiración era lo único que se escuchaba, al igual que los latidos de mi corazón. Poco a poco me acostumbre a la oscuridad del lugar y fui distinguiendo figuras, muebles y sillas alrededor. Un olor a pino se hizo presente entre tanta rareza.
Pasaron los minutos. Lo único que me decía la cantidad de tiempo que pasaba era aquel gotero en el techo que se asimilaba a un compás. Cada gota era la representación de un segundo. Fue así como medí el tiempo transcurrido. Al cabo de media hora una puerta se abrió segandome al instante. Otra vez tenía que acostumbrarme a la claridad.
-Es un gusto verte de nuevo.
-¿Dónde estoy?
-Creo que te importa el lugar más que tu vida.
-Estoy seguro que de está no salgo con vida. Mínimo quiero saber dónde estoy.
-Vaya, veo que asimilas muy bien las cosas. Veamos cómo asimilas esto- dio un corte limpio a mi mano derecha, desgarrando la piel y dejando que la sangre brotara.
No hice más que lanzar un grito ahogado. Quería retorcerme, pero la silla me tenía atado sin hacer nada. Eso me hizo recordar otra vez lo ocurrido hace dos años.
-Sabes, no te elegí a ti para matarte. Quiero que tu esparsas mi mensaje. Un mensaje que quedará impregnado en la mente de muchos.
-¿Cuál es?
-Que la policía apesta. Son unos ineptos y que sólo encierran a personas inocentes.
-Ese mensaje ya lo diste.
-Sí, pero tomará más validez cuando una persona del cuerpo policial lo diga. Imagínate el titular: un agente de policía es secuestrado por Miss Jackson, es torturado y liberado por ella misma. ¿A poco no quedaría padre?
-¡Estás loca!- estuve a punto de gritar y escupir a la cara.
-¡Jaja jaja! Estoy loca de justicia.
-Lo sé.
-¿Qué sabes?- me lanzó una mirada penetrante que hizo que casi me cayera de mi asiento.
-Quiero pedirte perdón.
-¿Por qué?
-Por no hacerte caso.
Su semblante se fue destruyendo poco a poco. Mire como la expresión de seguridad se iba diluyendo, dejando de existir en un rostro demacrado por la vida y las experiencias crueles. Yo ayude a que esa expresión se volviera dura. Fui yo quien dio la estocada final para corromper cada parte de ella.
-¿De qué hablas?
-Ese día no me sentía bien, mi familia fue asesinada una semana antes. Yo… yo fui el espectador y de sólo acordarme siento rabia.
-No estoy entendiendo.
-Tu y yo compartimos algo en común, sabes. Los dos fuimos víctimas de la justicia. Ambos pagamos penas que no merecíamos. Y otra cosa más.
-¿Qué?
-En ambos casos yo fui el culpable. En teoría yo maté a mi familia por no querer cerrar un caso peligroso. Y no pude hacer justicia por ti porque me sentía culpable. Te trate mal. Te hice sentir que eras basura. Pero es momento de redimirme.
- ¿Tu... tu fuiste el agente...
- El agente que te atendió aquel día.
- Sí.
Lanzó una bofetada que me tiró al suelo. Sólo vi cómo su figura se perdía en la oscuridad. Cerró la puerta y escuche como tiro cada una de las cosas que había. Estaba soltando su rabia en cosas inanimadas. Eso era algo bueno. Cuando terminó escuche que otra habitación se abría, tal vez era la habitación contigua. Un llanto de niño se hizo presente y terminó con ese silencio infernal que me carcomía las entrañas. Acto seguido se escuchó los sollozos de una mujer. Entendí que era la familia de Téllez que estaba a lado mío.















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