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El mundo exterior era algo que podía admirarse desde lejos. Era como admirar, desde una lujosa vitrina, los fantasiosos adornos del interior de una tienda de juegos. En esa tienda podía haber cosas tan hermosas como inimaginables. Cosas extravagantes, maravillosas y encantadoras. Todo se podía asimilar a fantasía. Todo eso era y siempre iba a ser una fantasía. Caprichos que, después de la primera capa, se convertían en añejos estragos. Taehyung siempre había admirado todo desde lo lejos. Esa lejanía, a veces, solía lastimarlo. La vida entera era como una esfera frente a sus oscuros ojos. El cristal, el cual lo separaba de ello, era algo demasiado extenso como para tener la capacidad de cruzarlo. Era algo utópico. Algo que no había forma de exterminarlo.

Había veces donde, en su amargo corazón, anhelaba demasiadas cosas. Probablemente, algo como eso era difícil de creer, pero una de aquellas cosas era poder olvidarlo todo. Que toda aquella vida, cargada con presión sobre sus hombros, fuera esfumada. Que desapareciera cada recuerdo de su nefasta mente. El mundo era algo despreciable, tanto en el exterior como en el interior. Al menos, eso suponía. Pero, en aquellos casos, comprendía que él también formaba parte de todo eso. Comprendía que también era parte de lo infame que era la calamidad humana.

Deseaba, muchas veces, convertirse en un total demente, para reírse de todos sus fracasos; en vez de sentirse como un infeliz, incapaz de hacer cualquier cosa sin un vacío de por medio. Deseaba olvidarlo todo, sin importar qué cosa implicaba perder en el trayecto.

Cuando era niño, solía refugiarse en las falsas expresiones que le regalaba su padre. No importaba cuánto le preocupara todo a su alrededor, se aferraba a él porque era, de todas formas, lo único que tenía. La ignorancia le terminaba regalando tranquilidad. Ambos solían vivir, solitariamente, en esa misma casa. Aquélla por años los había resguardado. Su padre, Kim Seung, era un hombre cualquiera; sin una esposa y a cargo de un hijo al cual amaba demasiado como para dejarlo expuesto al desgraciado mundo. Estaban solos. Solos en una época en donde aquello deprimía hasta a la persona más vigorosa del pueblo. Taehyung era pequeño y algo curioso. Se presionaba demasiado para poder razonar, para poder darle explicaciones a ese mundo que estaba a su alrededor. Épocas en donde nada transcurría normal y, mucho menos, su vida, era la consecuencia de sus vacíos sueños. E intentar sacarle verdades a su padre, era como intentar buscar un tesoro al final de un arcoíris; nunca lo iba a encontrar.

Comprendió aquello muchos años después.

Su padre era catalogado, para lo que él lograba admirar, como una persona abundantemente trabajadora. Tanto así, que podía salir días y noches enteras a causa de ello. Las explicaciones, ante eso, eran muy escasas. Taehyung siempre se cuestionó el día a día de su misterioso padre. Para ese entonces, era muy pequeño, e intentar descifrar las cosas se le dificultaba demasiado. Solía permanecer mucho tiempo solo dentro de esas viejas paredes. Muchas veces, pudo percibir el descompuesto estado del hombre mayor, al atravesar la puerta de la casa. Nunca se atrevió a hacerle alguna pregunta o suposición, nunca se dignó a expresarles sus palpitantes dudas al respecto. Fueron incontables las veces en donde, a mitad de la noche, escuchaba rechinar la puerta de la casa. Solía asomarse por la puerta de su cuarto, para así poder admirarlo sigilosamente. Sus ojos, entre toda la oscuridad, podían divisar muy poco. Pero sí lograba oír los suaves, melancólicos y crueles sollozos del hombre.

Aquello nunca lo pudo entender.

Nunca encontró alguna forma de discernir esa tan culposa amargura que éste resguardaba. Fueron innumerables las veces en donde su preocupación quedaba en un rotundo vacío, por la tan disuelta y enferma vida que hacía parecerle su padre. Aun así, el hombre nunca le dijo nada. Todo fue así. Siempre se encargó de regalarle sonrisas detrás de las sombras de su propio rostro. Suponía que el silencio era la mejor opción. Después de todo, no había respuestas definidas para algunas cosas de la vida. Pero había sentimientos que, por más que trataran de ocultarlos, las acciones los delataban. Ocultar sentimientos, era como intentar ocultar el Sol con el dedo pulgar enfrente de sus ojos; una ilusión que, sin duda, nunca serviría. Aun así, la gente vivía ocultando los suyos, para poder permanecer en paz.

The Truth Untold (Vkook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora