CAPÍTULO 30

929 81 10
                                    

James Miller.

Todos dicen que el diablo no es capaz de amar, ¿cómo podría hacerlo si no tiene alma?, lo cierto es, que el diablo sí tiene alma y su amor es de lo más puro.

Amar, es una acto que solo los más valientes se atreven hacer y es que el amor no solo se trata de cartitas, flores e intercambiar apapachos; el amor va mucho más allá y solo pocas personas entienden ese significado.

No soy una persona friolenta, de hecho nunca había sentido tanto frío como esta mañana; volteo en busca del calor corporal y doy de lleno con su lugar vacío. Me levanto a buscarla, pero no está, no hay ni rastro de ella en la habitación.

Escucho un vidrio romperse e inmediatamente salgo corriendo, pensando que podría ser ella y pudiera haberle ocurrido algo.

-¿Qué ha pasado? – Mis ojos pasan por los presentes, me relaja ver que no ha sido Alexandra la accidentada, aunque tampoco está aquí y es raro - ¿Steve? – cuestiono a mi cuñado, éste tiene el puño ensangrentado y parece humear por las orejas. Por otra parte, Kyle llama por teléfono y Emma evita mirarme.

-No está en la pro... - Liz entró corriendo y se cayó al verme – James – esa mirada no me gusta para nada.

Frunzo el ceño mirándolos estrujándolos con la mirada, pues algo extraño está ocurriendo - Explíquenme qué está pasando - Liz pasa saliva pesadamente, Kyle cuelga y me lanza una mirada apenada.

Los cables en mi mente hacen conexión, mi pulso se acelera, volteo a todas partes buscándola y no está - Mi reina - pronuncio caminando hacia la salida. No necesitaban decirme, sus caras confirmaban mi presentimiento y aquello que iba decir Lizeth es que no estaba en la propiedad.

-¡HENDERSON, DOMINICK! – mi frívolo grito resonó en todo el patio.

-Patrón – llegan corriendo, ambos con la mirada gacha por su ineptitud. Apenas Henderson se para frente a mí le meto un puñetazo en la cara, cayendo de espaldas al suelo con la nariz rota – Lo siento mi Señor.

-¿LO SIENTO? - Sonrío irónico - ¡MI ESPOSA NO ESTÁ! – Mi grito sale desolado; soy un maldito imbécil, un pobre diablo destrozado porque el amor de su vida lo ha abandonado - Eres el maldito jefe de escoltas, Henderson, ¿CÓMO DIABLOS NO TE DISTE CUENTA?

-Patrón, la Señora...

-¡TÚ CÁLLATE DOMINICK! – Lo apunto con mi dedo, amenazante – Eres su puto escolta, ¡debiste estar más al pendiente! – Tiro de mi cabello desesperadamente - ¡SON UNOS INEPTOS!, ¡SI ALGO MALO LE PASA A MI MUJER ACABARÉ CON TODOS USTEDES POR SU MALDITA NEGLIGENCIA!

-Señor, la vamos a encontrar – asevera Henderson, levantándose con la cabeza en alto.

-Eso espero o serás el primer en morir, lo juro – escupo entre dientes y vuelvo entrar a la residencia, apenas escucho la puerta cerrarse me dejo caer de rodillas sin importarme que mi familia esté mirándome.

-James...

-¿Por qué Liz? – Tapo mi cara con mis manos dejando que las lágrimas bajen como cascadas - ¡POR QUÉ ME ABANDONÓ! – Miro a sus hermanos buscando respuestas - ¿Ustedes sabían?, ¡Lo sabían!

-No James, no - niega Kyle rápidamente - Encontramos una nota...

-¿Qué nota? – Me levanto del suelo limpiando mis lágrimas – Kyle, ¿qué nota?

-Esta nota – Steve llega, supongo que Emma estaba sacándole los cristales de la mesa enterrados en su mano – Tú la entenderás mejor que nosotros.

"Desde pequeño has luchado y te has desvivido por tu familia, e incluso, cuando mis hermanos, Nicolás y yo nos unimos a ustedes, tú siempre nos cuidaste.

Admiro tu capacidad tan inmensa de amar a todos aquellos que amas y te aman. Pero tocará mantener las apariencias por el bien de los nuestros, por eso he decido protegerte a mi manera.

Eres un gran jugador, sé que pronto descifraras la estrategia del juego y ganaras. Mi rey, por favor cuida nuestro tesoro más valioso, tú eres el único capaz de mantener a salvo nuestra riqueza.

Además, nunca olvides que mis ojos prometen lo que mi boca no pudo expresarte, te ruego que no pongas en duda mis sentimientos y mi lealtad. Tengo fe en nosotros y en que si nuestro amor en lo suficientemente fuerte, sobrevivirá.

PD: En el ajedrez la reina protege al rey."

-Pequeña idiota – gruño en mis pensamientos, siempre haciendo todo a mis espaldas. Molesto, camino hacia las escaleras - Díganle a los guardias que dejen de buscarla, ya sé dónde está.

-¡Excelente! – Festeja Liz, entusiasmada - Vamos por ella.

-No – asevero frívolo – No iré por ella.

-¿Qué?

-Dije que no iré por ella – reafirmo – No vale la pena.

-James qué estás diciendo – cuestiona Kyle contrariado, en su tono comienza escucharse la molestia – Explícate.

-Esa mujer no vale ni una maldita lágrima – volteo diciendo cada palabra con repulsión - Es una bazofia.

-¡Hey, ten cuidado del cómo estás hablando! – Steve se acerca amenazante hacía mí – Esa mujer, es mi hermana; tú esposa y madre de tus hijos.

-Una mujer que abandona a su familia, sin importarle sus hijos o su esposo para irse con otro, es de lo peor – acorto la distancia quedando frente a él – Pero si encuentras a esa cualquiera, dile que no vuelva aparecerse frente a mí nunca más, de lo contrario la mataré.

-Maldito hijo de puta – Steve me soltó un puñetazo en la cara, se lo devolví y así nos enfrascamos en una pelea, solo paramos cuando Evan llegó y con ayuda de los guardias nos separaron.

Alexandra es terca como una mula, ahora entiendo las cosas y de habérmelo dicho ayer me habría negado completamente, por eso escapo mientras todos dormíamos. Sus habilidades para escurrirse entre los guardias siguen sorprendiéndome y es que cada vez es mucho mejor.

Sin embargo, su escape significa que ya descubrió la identidad del camaleón y su verdadero objetivo, dejándome claro que hay cosas que simplemente los hombres no podemos hacer y es obvio, el camaleón es un hombre y ella es una Diosa. Su loca idea podría funcionar si trabajamos juntos y eso solo funcionará si finjo odiarla.

No me tranquiliza para nada su idea, al contrario, me parece pésima y me enfurece en sobremanera; es muy riesgoso ya que no podré defenderla si ese imbécil intenta propasarse. Pero mientras le hagamos creer a los demás que la odio por dejarme, ese imbécil no sospechara.

Después de todo es un inepto y nosotros, nosotros somos los malditos reyes italianos.

El juego comenzó. (El rey, 2° parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora