CAPÍTULO 34

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Lo relevante en la mentira no es nunca su contenido, sino la intencionalidad del que miente.

-Jacques Derrida.

...

En la mitología griega, Erisictón era un rey de Tesalia, a veces conocido como Etón. Erisictón despreciaba a los dioses y debido a ello no les hacía sacrificios.

Un día quiso construir un techo para su sala de banquetes y no dudó en talar, con ayuda de una veintena de gigantes, un árbol sagrado que formaba un santuario ancestral de la Diosa Deméter, dicho santuario había sido construido por un pueblo prehelénico habitante de Tesalia mucho antes de ser expulsado por el padre de Erisictón; las dríades que habitaban estos árboles corrieron a solicitar auxilio de su diosa.

Deméter tomó forma de su sacerdotisa Nicipe y en esa forma intentó, de buena manera, hacer desistir a Erisictón de continuar con el sacrilegio. Sin embargo, lejos de dejarse disuadir, amenazó con matarla con la misma hacha que estaba utilizando; fue entonces cuando Deméter, siendo víctima de una ira inminente, ordenó a Limos (el hambre), o a Némesis, vengar tal ultraje.

El hambre tenía como misión tocar el vientre de Erisictón y una vez lo hubiera hecho, nada saciaría sus ganas de comer; cuanto más engullera, más crecería su hambre.

El rey tuvo que vender todas sus posesiones para poder comprar comida, su padre se encargó de alimentarlo, pero su voracidad era tal, que en poco tiempo acabó con las riquezas de Tríopas y Erisictón , acabó convirtiéndose en un mendigo comiendo inmundicias. Al final terminó comiéndose a sí mismo, poniéndole fin a su tormento.

2 de Abril, 1998

John Caruso trabajaba como sicario en los suburbios Italianos para la mafia Miller; era un mal tirador, alcohólico, adicto al crack y a las apuestas ilegales.

El líder del clan, en ese entonces David, llevaba meses vigilando a la única hija de John. La muchachita era bastante guapa, atractiva e insolente; irradiaba inocencia por cada poro de su piel y por supuesto, el jefe moría por tenerle en su cama.

Su nombre, Gianna Caruso; edad, 17 años; asiste a una escuela de monjas, soltera y virgen. Quizá era hija única, pero su padre no le prestaba ni el más mínimo cuidado, para él la chica era un estorbo y si su esposa, Marie Armendi se lo hubiera permitido, desde hace mucho estaría prostituyéndola y así obtendría más dinero para apostar.

David sabia sobre la adicción del sicario e ideo un plan que no podía fallar. Se presentó al apartamento donde regularmente todos se reunían a apostar y desafío únicamente al hombre.

-Me enteré que te encantan las apuestas – pronuncio sentándose frente a él y abrió un maletín con medio millón de euros. Los ojos de John parecían salirse de sus cuencas y sonreía como maniaco, acto que hizo reír internamente a David – Apostaré todo esto, si tienes algo que verdaderamente valga la pena perder.

-Mi casa – respondió sin dudar.

-Vives en el apartamento rascuache de arriba, ¿crees que apostaré está cantidad por tan poco? - frunció el ceño mirándolo con desdén.

-No tengo más... - musitó desanimado, con medio millón podría salir de pobre e irse a otro lado, sobre todo tendría más diversión.

-Oh vamos – David entrecerró los ojos sonriendo incitantemente malicioso – Debes tener algo muy, pero muy valioso – John podría ser adicto más no estúpido, inmediatamente captó la indirecta del jefe.

-¿Medio millón por la esmeralda? – Apodó a su hija por sus ojos verdes - ¿No le parece poco? – si iba apostarla debía sacarle una buena cantidad, además la pelinegra era guapísima y seguía siendo virgen. Claramente no pensaba apostarla por tan poquito dinero, si David Miller quería a su única hija, mínimo tendría que apostar cinco millones de euros.

El juego comenzó. (El rey, 2° parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora