❝Capítulo 15❞

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Unos ojos verdosos se miraban fijamente a sí mismos en un reflejo, Camilo tenía sus manos sobre el tocador y gotas caían de sus rizos.

“—Creo que me gustas —una risa estúpida le siguió—, eres linda, inteligente, graciosa e interesante —recargó su rostro en la mano.

__________ tenía cubiertos sus labios con sus manos, y un sonrojo estaba presente. Se veía tímida y nerviosa, quizás era por el beso que recién habían tenido.

—La chica de mal carácter está sonrojada por mí —se acercó a su rostro—, ¿quieres otro? —estiró sus labios de forma coqueta.

—Ja, y el chico seriedad fue quien me pidió el beso —devolvió con burla, aún son las manos en el mismo lugar—, y lo estás volviendo a pedir, yo gano —usó un tono triunfador.

—Lo admito, estás comenzando a parecerme irresistible.”

—¡Cami! —su hermano entró azotando la puerta—, upsi, perdón —gritó a la casa aunque obvio no recibió ninguna respuesta. Entró como si nada y se aventó a la cama que se veía gigante—. Estoy aburrido, ¿jugamos?

El castaño tomó una postura recta al mismo tiempo que con la toalla que tenía alrededor del cuello comenzaba a secar su cabello, en cuanto terminó se la lanzó en la cara al pequeño, —Tengo algo pendiente con la señorita Márquez, así que, estaré ocupado por varias horas.

—No hay problema —sonrió—, ya salimos con ________ hace unas horas, puedo estar con ustedes de nuevo —sacudió sus hombros.

—No hablaba de ella —abotonaba su camisa—, ve con Dolores o papá, quizás ellos pueden divertirte.

Antonio se arrastró por la cama hasta que sintió sus pies en el suelo, —Ah, ya que —se rindió, abrió la puerta y salió  de ahí.

Camilo rodó los ojos divertido mientras vio cómo desapareció el niño, una de sus manos se encargaba de hacer un dobles en la manga de su camisa y hacerla más corta.
La puerta que estaba abierta aún así fue tocada, levantó la vista encontrándose con un pelinegro.

—Mi hermana te espera en el jardín —avisó un joven con camisa de cuadros de diferentes tonos azules—, y una recomendación, cuando te vistas asegúrate de cerrar tu puerta, cualquiera puede pasar e invadir tu privacidad.

Unos minutos después bajó en dirección al jardín, la chica ya se encontraba ahí como se le había mencionado, estaba sentada frente a una pequeña mesa con mantel blanco donde yacían varios postres; ella vestía un lindo vestido amarillo con mangas medianas color blanco, el escote era cuadrado y al inicio de este tenía un pequeño listón con forma de moño; su cabello estaba recogido en una media coleta y algunos mechones caían por su cara, ella en definitiva era hermosa.

—Buenas tardes, señorita Márquez —hizo una pequeña reverencia.

—Buenas tardes, joven Madrigal —sonrió—. Adelante, tome asiento —indicó la silla frente a ella.

Obedeció, al sentarse frente a tal banquete sus ojos fueron directo a las galletas gigantes, se veían demasiado crujientes y podía sentir el aroma llegar a su nariz.

María sonrió con ternura al ver los ojos brillantes del chico, —Puede comer, sería un honor que usted degustara algún postre hecho por mí.

Mostró asombro, —¿Las ha hecho usted?, podría jurar que eran las de mi madre.

—Lo mismo me dijo la señora Madrigal, se sorprendió cuando las vió.

Estiró su mano para tomar una, —Tienen cierto parecido —la admiraba detenidamente hasta que se decidió a probarla, el sabor distintivo de galleta lo inundó—, es un rico toque, siempre dicen, cada persona tiene su sazón.

Real you [Camilo Madrigal] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora