"... ¿Qué diablos hice mal? ¿en qué fallé? ¿Qué hice mal?"
"Señora Inés, no sé cuál es el problema en primer lugar".
Juana ladeó la cabeza como si no pudiera entender por mucho que lo pensara y derramó perfume en los pies de Inés. Luego, se olvidó de qué estaba hablando e Inés tembló de disgusto.
"Hace cosquillas...! No lo hagas allí."
"La duquesa me dijo que lo hiciera sin perder una pizca de espacio".
"Eso no importa si mi madre no está mirando".
"Dios está mirando".
La devota Juana hizo una señal con la mano empapada en perfume por un momento, luego agarró el pie de Inés y ella se volvió a reír.
"A Dios no le importa cómo se aplica el aceite de perfume en mi cuerpo. Entonces, ¡ah, para...!"
"¿Eres tan cosquillosa?"
"Sabes cuánto odio ponerme perfume en los pies..."
"Es la primera vez que se lo aplico así, ¿cómo lo sabría? Por supuesto, estoy conociéndola mejor, pero..."
Al darse cuenta de que se había equivocado, cerró la boca por un momento. En su tercera vida se desligó de todo lo relacionado a la parafernalia1 y los rituales de belleza. No importaba cuánto lo intentó la duquesa, ella se negó, y no importaba cuánto se negó, su madre continuó obligándola.
Aun asi, la duquesa de Baleztena tuvo que ver a la actual Inés caminando con ropa de color negro azabache como un cuervo, con tan solo el recuerdo de la adorable figura de muñeca de su hija de cinco años enterrada en su corazón. Sin mencionar que la hija de un gran noble no olía a flores y sus manos, que deberían ser radiantes, a veces estaban manchadas de tinta o pintura.
"¡Tu cabello ya se parece al de tu maldito padre! ¡Y quieres insultar a esta madre tuya vistiendo ropa negra...!"
En su mayoría eran gritos de este tipo, nerviosos, y gritaba a menudo. Pero lo más importante, nunca le volvió a poner una mano encima.
"De ninguna manera. No hay forma de que una chica se vuelva loca de repente. Cabello negro y vestido negro. Pareces un sepulturero clandestino, un hombre de cementerio, ¡qué! ¿Qué diablos es este maldito esperpento2?!'
También la llamó enterrador, sepulturero o mogol maldito, pero lo cierto es que ni siquiera se atrevió a levantar la maldición. Cuando finalmente Inés, totalmente paroxística3, se negó a disfrazarse trivialmente, la duquesa de Baleztena debió horrorizarse hasta el punto de que ya no podía estar aterrorizada, era eso, o terminó convenciéndose de la maldición.
Entonces veía a su hija de lejos y afilaba sus dientes. Sin embargo, en días más emotivos, llegaba llorando a la habitación de su hija, tocaba el rostro de Inés y decía cosas, pero la mayoría de las veces, era una repetición de culpabilidad, simpatía innecesaria y palabras reiteradas.
"Debe ser por la fiebre en ese entonces ¿verdad? Debí haberte cuidado mejor. Para que no te derrumbaras así. Todo es por tu padre. Porque ese maldito hombre me hizo preocuparme por ti, Inés. Mi pobrecita. Mira este pelo negro. Desde el momento en que naciste, concediéndole el pelo negro a una niña, él nunca te ha ayudado en nada... Pero vas a llevar un vestido negro así... A menos que estés loca ¿Qué diablos estoy haciendo mal?"
Fiebre a los seis años. Como dijo su madre, la deducción era correcta. Desde ese momento, toda su vida había cambiado a que solía ser. Fue divertido escuchar que el color de su vestido fue el argumento para 'se arruinó a partir de ese momento', pero claro, era importante para su madre como lo era para otras personas en el mundo, porque Inés también sintió un sentido de responsabilidad en esa área.
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El anill0 r0t0: De t0d0s m0d0s este matrim0ni0 fracasará
RomanceCuando Inés, de seis años, vio al apuesto heredero de la Casa Escalante, rápidamente lo convirtió en su prometido. Dado que los hombres nobles son todos iguales, pensó que también podría elegir uno bonito. ¡Pero Lord Carsen aún no está listo para es...