Mientras Inés conducía a José y le mostraba los alrededores de la residencia, Kassel permanecía en la terraza del primer piso, fumando un cigarro. Las luces que iluminaban todo el jardín se cruzaban con las luces del interior de la terraza, iluminándolo todo.
A medida que el humo se extendía nebuloso en la luz tenue, un olor fragante impregnó y desapareció. Incluso como marino, Kassel disfrutaba de una rutina repetitiva. Ver el mar por las noches en la terraza, no era gran cosa, pero era una rutina habitual para él para aliviar el hastío. No valía la pena abstenerse solo porque había invitados no gratos.
Incluso si una pequeña cosa salía mal, no era como si todo el día estuviera arruinado. Sus vacaciones en Mendoza solían ser aceptables, pero no era como si le gustaran del todo, porque todos los días había cosas que se salían de control. Por un lado, estaba la familia Escalante, incluida la Emperatriz, y luego estaba el Príncipe Heredero, a quien el Duque de Escalante tenía como devoción.
'... Y ahí estaba Inés Baleztena.'
La tía de Kassel, la emperatriz Calletana, tenía una espina clavada, cuando Óscar, de niño, tomó sus claras inclinaciones por Inés, la famosa y tétrica hija de Baleztena. Inés, que era difícil de tratar, pero aun asi no podía darse el lujo de dárselo a otra persona, por lo que encajaba perfectamente como la prometida de su sobrino. Siendo ese el caso, nunca hubo problema y todo resultó como un ganar y ganar.
La tarea de que su precioso hijo se uniera a una mujer arrogante quedo desplazada, cuando su sobrino, el que seguía haciendo lucir feo a su hijo, fue elegido por Inés. Cayetana estaba bastante contenta y entonces la presumió ante él.
'La hija de Baleztena junto al sucesor de Escalante'.
Fue su tía, Cayetana, quien moldeó sus ambiciones con condescendencia. La mayor ambición de Escalante, incluso para su padre, que apenas lograba seguir el ritmo de su propia hermana. A Cayetana le preocupaba que la señorita, que nació tan guapa como él, de repente brillara como él en el lugar equivocado, por la que la ruptura del compromiso de Oscar y ella no fue tan decepcionante, ya que nunca se convertiría en un miembro de familia real pero tampoco estaría fuera de su mano.
Entonces, poco antes de la llegada de Kassel a Mendoza por vacaciones, la Emperatriz dispuso un horario para que asistiera con su prometida. Pero Inés se negó a aceptar las invitaciones de la Emperatriz, que eran un reglamento básico para Kassel. Incluso la mayoría de los eventos que rechazó, él tuvo que asistir para cubrir el vacío de Inés, y la mayoría de días de sus preciosas vacaciones fueron justo así. Entonces, cuando Inés aparecía a su antojo, tenía que escoltarla, como un pedestal colgando de sus brazos, al lado de su seca prometida.
Según Calletana, aquello fue 'El apoyo de Escalante y Baleztena', 'El apoyo del Duque de Baleztena al Príncipe Heredero', 'Un aviso a los Duques de Osorno y a los Duques de Ihar', 'Un aviso a Los grandes para presumir el matrimonio más grandioso de Ortega'. Se volvió loca con los cálculos y quiso darle sentido a todo, pero incluso Calletana sabía que el duque de Baleztena estaba empeñado en llevarse a su hija cada vez que tuviese la oportunidad. Muy seguramente debió haber estado ansiosa por no poder grabar el apellido Escalante en la frente de Inés.
La imagen de Inés, siempre tranquila y nunca encogida, era en realidad un símbolo de la presión que la familia imperial ejercían sobre ella. La necesitaban, y tenían suerte de que quisiera su carita coqueta.
Así que cállate y sé una estirpe, la estirpe de Inés.
Todo tipo de responsabilidades de la vida y la posición de sucesión siguieron desde una edad temprana, por lo que, incluso pensándolo de nuevo, era una vida que se había bamboleado cansadamente aquí y allá. Al recordar sus vacaciones en Mendoza, la sensación de aburrimiento se convirtió en hábito. No detestaba las fiestas, pero la intromisión y presión imperial... Incluso resistirse era más molesto.
Respiró hondo el humor del cigarro, mientras Inés sacaba a José al jardín. A pesar de su temperamento, definitivamente era extraño. A diferencia de Mendoza, la sensación de dejarse llevar por ella era... placentera. En medio de todo el aburrimiento de Mendoza, definitivamente había una cara culpable...
"Comienza con esta cerca. En medio día, repararon la pared exterior de la presa en poco tiempo".
"¿Medio día? ¿tan rápido?"
"Sí, por supuesto. Todavía está en construcción, por lo que es un poco difícil mostrar todo".
Pero la culpable frente a él era tan bonita.
Kassel fumaba lentamente, mirando con los ojos entrecerrados la clavícula reveladora: un vestido lavanda, muy sencillo, que era demasiado indiscreto para Inés. El cabello oscuro suelto trenzado hacia un lado borraban su característica impresión de arrogancia, como si fuera una mentira, dejando solo una impresión pulcra, pero Kassel estaba imaginando un vestido blindado que estaba drapeado hasta el cuello.
La imagen de ella lanzando una mirada desolada a alguien y torciendo cínicamente las comisuras de sus labios. Era un comportamiento constante durante los diecisiete años, pero no recordaba haberla visto en estos días. Al recordar la figura encogida en su rostro innecesariamente amable con José, se asfixió como de costumbre, pero la sangre se precipitó hasta el fondo.
Oh maldita sea.
Qué diablos tiene de bueno que te envuelvan de una manera tan decisiva Pero maldita sea. Era tan deliciosa que no podía soportarlo sin maldecir.
Solo imaginar la tirantez de su rostro hasta los dedos de los pies, y su carne, donde ni siquiera se podía ver el esternón tirando de algunos botones, hizo que Kassel se emocionara como un perro en celo. El momento cuando rompía ese rigor, el momento en que sus ojos duros se distorsionaban por el deseo, le apretaron la garganta.
Por el contrario, estaba preocupado porque no estaba vestida así y no actuaba así. Incluso pensando en ello, parecía un pervertido. Ese hecho tocó su cabeza, quien se había convertido en un pervertido sin respuestas.
Pero a veces algunos hechos tocan solo la cabeza y no el corazón.
Ya era un problema emocionarse sin importar qué... Después de casarse, la razón por la que casi vivía en el campo de entrenamiento fue para evitar ser como un perrito caliente para la noble Inés. Estaría más agradecido si pudiera ser menos atrevida...
Kassel se dijo que Inés lo había embrujado, y tomó otro cigarro con una cara aparentemente normal. Frunció el ceño por un momento mientras Inés sonreía de nuevo a José, pero luego se congeló con otro recuerdo nuevamente.
Era el funeral de cierta condesa, y recordó con reverencia que vestía un auténtico traje de luto.
Su garganta de repente ardió. Ya en su mente, ella salía de la capilla durante la misa y se levantaba la falda negra del carruaje. Las acusaciones despectivas de Inés le cerraron la boca. El deseo hirvió como aplastado por la barbilla alta y los ojos que miraban a las personas por encima del hombro.
Y el deseo pronto se convirtió en agresión.
"... ¿Por qué ese bastardo no se va?"
Ya era de noche, pero ver a José, como un oso que fue atrapado sin darse cuenta, le molestó aún más.
Los días en Calestera, cerca del trópico, eran asquerosamente largos y las noches infinitamente cortas. Y ese bastardo ignorante se estaba devorando toda esa corta noche.
"En realidad, José. Voy a pintar la parte superior de blanco, ¿qué opinas?"
¿Qué mierdas sabrán esos ojos ignorantes?
"Oh sí. Se vería muy bonito."
¿Quién no puede responder eso?
"¿Sí? Se verá cálido, brillante y abierto. Sería bueno que el segundo teniente discuta esto con su prometida antes de casarse. Las habitaciones de la residencia suelen ser mucho más pequeñas que las de Mendoza, por lo que es importante planificar con anticipación y decorar su hogar en consecuencia. Kassel no tenía ese tipo de consideración. Por supuesto, el teniente es un hombre meticuloso, por lo que se cuidará solo".
¡Y un cuerno!
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El anill0 r0t0: De t0d0s m0d0s este matrim0ni0 fracasará
RomanceCuando Inés, de seis años, vio al apuesto heredero de la Casa Escalante, rápidamente lo convirtió en su prometido. Dado que los hombres nobles son todos iguales, pensó que también podría elegir uno bonito. ¡Pero Lord Carsen aún no está listo para es...