Capítulo 52

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Estaba duro, lo sabía, pero no había porqué sentir vergüenza, o al menos eso era lo que le repetía su sentido común, el mismo que solía avergonzarse cada vez que Oscar saltaba sobre ella o se enredaba en ella. Después de todo, ya tenía la experiencia, por lo que era natural.

Mirando la parte inferior de su cuerpo cubierto con edredón, elevó su mirada hasta su polla, presionando la parte inferior de su vientre, la cual sorprendentemente aumentó su volumen un poco más.

¿Cómo era posible que algo así entrara?

Sintiéndose aturdida, frunció el ceño.

"Es una pena que se mantenga en ese estado, pero no me ocuparé de ello".

"Lo sé. Es de mañana." Kassel la besó suavemente debajo de la oreja y se levantó. "Yo me ocuparé de esto."

Después de unos segundos, supo a qué a apuntaba con esa respuesta tan genial. Por la mañana, después de declarar 'Me masturbaré solo', Inés miró su fuerte espalda mientras bajaba de la cama, mirándolo con ojos temblorosos le preguntó con urgencia.

"¿Vas a hacerlo justo aquí, ahora?"

"Este es el dormitorio, así que, ¿dónde más lo haría?"

"YO—"

"—¿A quién le importa?"

"A mí. ¡Me importa a mí!"

Kassel ya se estaba quitando la ropa interior despreocupadamente.

"Bueno, no me importa si te importa o no... Después de todo, somos una pareja. De hecho, si me miras, creo que será un poco más emocionante".

"Incluso entre una pareja casada, la dignidad de mantener—."

"—Que elegante, eres tan linda. Pero ese es un tema del que ya se ha hablado."

Rápidamente enrolló el negligé sobre sus hombros y sus caderas, rodando fuera de la cama. Y, antes de volver a mirar la repugnante cosa bajo la brillante luz del sol, escapó al vestidor.

***

En cualquier caso, se sentía bien después de mucho tiempo. A las 8:35 a.m. Kassel Escalante descendió con pasos ligeros desde el portón principal del Cuartel General Naval.

Era una época en que entraban y salían carretas y caballos, y el cochero desaparecía como empujado sin tiempo para mostrar respeto al dueño.

Los carruajes cuadrúpedos de los generales atravesaron la puerta principal hacia el establo cerca de la entrada, y los oficiales que conducían sus propios caballos corrieron lentamente a lo largo del muro hacia el establo en la puerta trasera, que estaba cimentada un poco más prolijamente.

Siendo ese el caso, debías entrar y salir por la puerta trasera desde el principio, y presumiendo de tu caballo, la raza de tu caballo, tu ciudad natal, tu padre, tu madre... Sin embargo, a diferencia de Mendoza, no había mucho de lo que presumir en una zona tan rural. Ya que no gran cosa.

Por alguna razón, Kassel olvidó rápidamente su hábito de sarcasmo virulento contra la naturaleza infantil de los hombres. El olor de los animales y la suciedad flotaba suavemente por todas partes, como solía ser el caso donde estaban los caballos en manada, pero eso ni siquiera le molestó demasiado.

Y era porque negó el olor que existía justo en frente de él como un loco. Existía el olor de alguien más, un olor mucho más predominante entre sus recuerdos.

Cuando entró al edificio, los olores molestos desaparecieron por completo, el olor en su memoria haciéndose bastante real, se sentía bien. De Verdad.

El anill0 r0t0: De t0d0s m0d0s este matrim0ni0 fracasaráDonde viven las historias. Descúbrelo ahora