Ayudando al protagonista masculino a recuperar a su esposa.

El shizun del Loto Blanco

En un cuarto del quinto piso del gran edificio, el cuerpo del maestro de Qing Jing cayó pesadamente. Los miles y miles de libros y novelas gráficas cayeron al suelo, dejando en desastre el estante.

Cerca de él, un joven de unos 26 años casi colgando de su silla maldijo en voz alta.

—¡Mierda!

Su cabello corto y su camisa blanca aturdieron por un momento al ex portador de la espada Xiu Ya. Solo con su apariencia, Shen Jiu comprendió que habían dejado su mundo. Sin embargo, no pudo levantarse. Toda su fuerza lo había abandonado.

Una gruesa bocanada de sangre manchó sus prístinas ropas de jade.

El cabello del hombre frente a él se erizó. Su piel parecía drenarse en ese instante

—¿Eres tú?

¿Eres tú? ¡¿Que mierda ambigua era esa?! Si vas a reencontrarte con viejos amigos, ¡di algo más específico!

Shen Jiu escuchó retumbar la voz de Shen Yuan bombardeando en su propia cabeza.

—¡Cuanta mierda! Cállate. —murmuró.

Shen Yuan era del tipo de persona que, aunque no decía nada, su mente ya había volado a kilómetros a la distancia. Una crisis existencial era lo que menos quería escuchar Shen Jiu.

—¿A-Jiu? ¿Jiû Xían? Mierda ¿cómo llegaste aquí?

Unas manos tocaron sutilmente su espalda. La respiración de Shen Jiu se estancó. Sin ceremonias, lanzó un manotazo.

—¡Tú. lejos!

Tal como si fuera un perrito regañado, el hombre retrocedió temeroso.

—Tú...

Ambos ojos brillantes se opacaron. La desilusión se impregnó en su rostro

—Tú no eres... ¿Quién eres tú?

Los cabellos largos cayeron como tinta en su túnica de jade. Su rostro más pálido que el de un cadáver se irguió para mirarlo directo a sus ojos.

—Shen QingQiu... ¡Eres el villano escoria!

.....

Hacía calor. Era el verano más caluroso que había presenciado. Ni siquiera el aire acondicionado servía para aliviarlo.

El sonido de la tetera hervida trituraba los tímpanos del maestro de Qing Jing, quien estaba de un humor más pesado que la extraña tensión que emergia entre ellos.

¡Aire acondicionado!
¡Televisión!
¡Electricidad!
¡Cuántos años habían pasado desde la última vez que vi esto?!

La voz de Shen Yuan agitaba sus neuronas.

—Silencio.

—¿Dijiste algo? —preguntó el hombre frente a él

—... no es nada.

Una taza de té se posó frente a su aturdida vista.

—Shen QingQiu, ¿Quien lo diría? —sonrió concienzudamente. No era que realmente le agradara este sujeto sin redimir, si no, que temía que su escasa paciencia fuera a esfumarse.

Shen Jiu dejó la taza en sus manos, sin tocarla.

—No des rodeos.

La esquina del labio del hombre se erizó
... que sujeto tan difícil

El hombre tosió con incomodidad antes de seguir hablando.

—Hace unos años, me ahogué en una alberca, el día de mi graduación...