13. Copos de Nieve y Fuegos Artificiales:

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Akaza Hakuji:

La furia y frustración que sentía hacia mí mismo se transformó en verdadero terror cuando al bajar las escaleras me encontré con Dōma saliendo de uno de los baños. Manteniendo el rostro imperturbable me acerqué a él. Los fuegos artificiales que estallaban en el exterior iluminaban su rostro inexpresivo como el de un muñeco con estallidos de distintos colores, tan solo sus ojos parecían inmunes a los cambios que se obraban a su alrededor.
—¡Oh, Dios mío! —dijo viniendo hacia mí poniendo voz de entusiasmo pero sin que su rostro demostrase emoción alguna— ¡Qué alegría encontrarme contigo aq…!
No lo dejé terminar. Lo agarré de la pechera de su cara camisa e incrusté su espalda en la pared que tenía justo detrás.
—Tengo la ligera impresión de que o bien eres un puto troll de cojones o es que sencillamente no te llega la sangre al cerebro —siseé colocándome a escasos centímetros de su cara. El olor que desprendía a sangre y flores me revolvió el estómago pero logre reprimir las náuseas.— ¡¿No te quedó lo suficientemente claro que no quiero que me sigas?!
—No te imaginas lo mucho que me duelen tus palabras —replicó con un dramatismo tan sobreactuado que me dieron ganas de destrozarle la cara allí mismo, así, tal vez experimentara lo que es el verdadero dolor.— Además, no te estaba siguiendo a ti, simplemente quería rememorar mi dulce y tierna infancia…
Lo aprisioné con más fuerza contra la pared.
—Buen intento, prueba a contarme otra mentira que resulte más convincente —gruñí con los dientes apretados, él se relamió los labios y tanto el puente de su nariz como sus mejillas se sonrojaron.
—¡Hey! —Una voz al otro extremo del pasillo nos sobresaltó. Giramos la cabeza y nos encontramos a un profesor, seguramente estaría comprobando que nadie se quedara dentro de las instalaciones—. Si vais a pelearos, hacedlo en la calle, ¡fuera de aquí!

Me disculpé con aquél hombre y solté a Dōma con una mueca de asco mientras él me miraba con la respiración agitada, las pupilas dilatadas y los labios entreabiertos. ¡No me jodas que se ha excitado por eso! Retrocedí notando que se me ponía la piel de gallina.

Una vez fuera del edificio, me quedé un rato contemplando los fuegos artificiales. A Koyuki le fascinaban. Recuerdo que una vez, al principio de nuestra relación me invitó a ir con ella a un festival. Fue uno de los días más especiales de toda mi vida. Su padre, al enterarse, me había regalado un kimono precioso color negro con unas grullas en pleno vuelo bordadas con tanto esmero que parecía que en cualquier momento se escaparían de su prisión de seda.

Pero eso no fue nada en comparación a cuando la vi aparecer con el suyo en colores pastel y con copos de nieve bordados. Incluso llevaba prendido de su cabello azabache el pasador con unos copos de nieve de cristal que le regalé. Al verme sus mejillas se tiñeron de un adorable rubor, se me acercó y musitó con un hilo de voz lo mucho que me favorecía la ropa.
—Si has encontrado las palabras suficientes para hacerme este cumplido, te felicito, porque yo siento que no existe en ninguna lengua de este mundo ni una sola palabra que se acerque a expresar lo preciosa que estás —solté sin pensar en toda la parrafada que se escapó de mi boca. Sinceramente si su padre me hubiera dicho que ella era un ángel, yo le hubiera creído a pies juntillas.

¡Oh, mierda! No puedo continuar así. Me dije a mí mismo notando un molesto escozor de ojos acompañado por un nudo en la garganta. Sacudí la cabeza y rodeé la escuela en busca de Senjuro, quería asegurarme de que pese a todo estuviera a salvo. Lo busqué con la mirada y aliviado lo descubrí yendo con su hermano que se encontraba acompañado de Uzui Tengen.

Y me alegré de corazón por que él hubiera encontrado en Rengoku Kyojuro lo mismo que yo encontré en Koyuki. Abandoné la escuela y decidí que para despejarme lo mejor seria dar una vuelta.

Todos los seres humanos, en mayor o en menor medida disponemos de instinto de supervivencia. Lo que determina tu futuro dentro de una banda es cuánto puedes llegar a desarrollarlo, si no lo haces… Bueno, solo puedo decirte que estás totalmente jodido. Al igual que el sentido arácnido de Spider-man, algo me puso en alerta cuando llevaba unos diez minutos caminando. Para comprobar que no fuera solamente imaginaciones mías continúe caminando como si nada, entré en un par de tiendas y me demoré a posta para buscar el último tomo de un manga que estaba siguiendo, pero al no encontrarlo, me decidí por un tomo único cuya sinopsis llamó mi atención.

Luego continué caminando hasta llegar hasta una calle a penas transitada. Ese barrio me lo conocía como la palma de mi mano, así que en cuanto llegué a un callejón a penas iluminado me adentré en él. Éste no tenía salida, a excepción de una puertezuela oculta al fondo de un recoveco. Aprovechándolo aguardé con la espalda pegada en la pared.

Efectivamente, mi instinto no me había fallado. Escuché unos pasos pesados resonando en el callejón. Estúpido… Pensé poniendo los ojos en blanco mientras hacía crujir mis nudillos. Es eso o es que tienes mucha confianza en ti mismo… Su sombra se detuvo justo a mi lado y maldijo entre dientes al encontrarse frente a un precioso y macizo muro de ladrillos. ¡Pero la voy a reducir a cenizas ahora mismo!

Sin hacer ruido salí del recoveco al tiempo que le propinaba un violento golpe en la rodilla derecha haciendo que esta se le doblara en un ángulo antinatural con un espeluznante crujido de huesos. Con un alarido de dolor el que me había seguido se desplomó en el suelo y me acuclillé a su lado para agarrarlo del pelo de la nuca, muy cerca de la raíz. Para ser un tío el doble de ancho que yo y que me sacaba una cabeza por lo menos, no tenía demasiada tolerancia al dolor. Estaba temblando como un jodido flan.
—Deja que te de un consejo para cuando te reconstruyan la rodilla: no sigas a desconocidos dentro de callejones oscuros —susurré cerca de su oído.
—¡Métete tus consejos de mierda por el culo, cabrón! —lloriqueó entre jadeos y gruñidos de dolor.
—¡Uy! Qué chico más mal educado, veamos… —metí mi mano en el bolsillo de su cazadora y cuando intentó revolverse le di un “suave toquecito” en la rodilla para que se lo pensara dos veces. Di con su móvil— Será mejor que llamemos a tu madre para comunicarle tu mal comportamiento...

El cuerpo se me descompuso cuando vi que entre sus contactos se encontraba Dōma. Sin soltar los pelos de ese individuo le escribí un mensaje.

«Me he cruzado con un colega tuyo».

Activé la cámara con el flash y antes de que saltara el obturador lo animé a que dijera “rinoplastia”. Por desgracia, en la selfie que le enviamos a Dōma no salía sonriendo precisamente. Me puse en pie y lo dejé inconsciente de una patada en la cara. En un acto de buena voluntad llamé a una ambulancia para que vinieran a recogerlo y al salir del callejón arrojé el teléfono en un contenedor que echaba un penetrante tufo a pescado podrido.

Dosgatosescritores:

¡Hola y mil perdones por tardar media eternidad en actualizar esta obra! Sin embargo he estado también actualizando mi otro fanfic titulado Ilumina mi Oscuridad, por si a alguien le interesa darle una oportunidad. Además me he fastidiado la mano y me cuesta un muchito escribir, ¡peeeeeero aquí lo tienen recién salido del horno!

Siento que poco a poco se va acercando el día en que Akaza le de la del pulpo a Dōma. A decir verdad, creo que al principio, cuando empecé a hacer el esquema de la historia, pensé que tardaría más. ¡Ojo! No quiero decir que en el siguiente capítulo ya se vayan a arrancar los dientes sin anestesia, sino que los personajes se están moviendo más rápido a medida que voy escribiendo.

Si alguien de ustedes escribe, que me diga por favor si no le ha pasado nunca que tienen una idea aproximada del ritmo que va a seguir la trama o de como van a actuar los distintos personajes y cuando llega el momento al final son ellos los que hacen lo que les parece.

Mi cerebro: ¡Idiota, cómo van a hacer algo así si eres tú el que está escribiendo la historia! *le envía a la mano izquierda la señal de que se pegue una colleja*.
Yo: ¡Ay! ¡Ya lo sé! ¡¿Pero qué quieres que yo le haga?! ¡Yo soy así!

(Ejem).

Ustedes, mis queridos gatitos lectores, no han leído nada extraño, ¿entendido?

Hahahaha, no me hagáis demasiado caso. La mano de muñeco de trapo y el calor me afectan.

¡Nos vemos dentro de muy poquito!

El Umbral del Yo. (Tinta y Fuego. Libro III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora