5. ¡Cuán Complicado es el Amor!:

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Douma:

Antes.

Me parecían patéticos y aburridos. Por eso, cuando se mataron el uno al otro me sentí liberado.

Ella era una idiota sentimental que simplemente no era capaz de ofrecerle lo que él quería.

¿Tan difícil era para mi madre el intercambio de placer por placer?

Mi padre era más práctico, pero también caía en la monotonía. No importaba con cuantas se acostase, ninguna de ellas era capaz de evitar que les robara el color a sus vidas y al igual que él su día a día se volvía apático y gris.

Sangre.

Dos cadáveres tendidos en el suelo como marionetas rotas.

Otra molestia más, afortunadamente la última que me causarían.

Aún recuerdo la primera vez que se me puso dura.

Fue al poco tiempo de que Akaza Hakuji entrara a formar parte de los Lunas de Sangre.

Me gustó. No solo por su apariencia. Si no por la oscuridad que anidaba en el fondo de su mirar. Una oscuridad que se expandía por todo su ser y que al igual que un agujero negro amenazaba con engullir toda luz que se encontrara cerca suyo.

Absórbeme, quiero sentir el placer de ser devorado por la oscuridad, por tu oscuridad.

Por eso toqué su hombro. Su piel caliente me pareció muy fina pese a los tatuajes rectos, angulosos y afilados como la mirada que me clavó mientras me agarraba del cuello hundiendo sus dedos en mi garganta con tanta fuerza que sentí el corazón palpitándome en las sienes… y bastante más abajo.

«Si quieres conservar la cabeza en su sitio, no vuelvas a tocarme en lo que te resta de vida…

También el día en que sentí odio.

La causa de este tenía nombre y apellido Soryuu Koyuki.

Una zorra con cara de no haber roto en su vida un plato.

Y sin embargo ahí estaba robándole suspiros al único ser que había logrado despertar algo en mí. Solo de pensar que cada noche ella se abriría de piernas para recibirlo a él. Que sus brazos blanquecinos y delgaduchos lo envolverían y que de esa boca infecta saldrían los gritos y jadeos que él le arrancase, hacía hervir mi sangre.

¿Cuántas veces ella habría gemido su nombre?

¿Cuántas veces él se habría corrido gimiendo el de ella?

Soryuu Koyuki me causaba tanto asco que fui incapaz de acabar con ella con mis propias manos.

Pero fue tan increíblemente placentero ver como todos ellos se hundían en ella, arrebatándole el aliento, sus lágrimas y su sangre, que aún a día de hoy sigo evocando ese día para llegar al orgasmo cuando me consuelo a solas.

¿No dicen que el amor consiste en sacrificar algo desinteresadamente?

Para conseguir tu amor no me importó en lo más mínimo sacrificar unos cuantos peones si con eso conseguía eliminar el único obstáculo que se interponía entre nosotros y que te dieras cuenta de cuánto te deseo.

Entonces… ¿Por qué?

¿Por qué?

¿Por qué?

¡Maldita sea! ¡¿Por qué?!

No viniste a refugiarte entre mis brazos, no me suplicaste entre lágrimas que arrancara con mis labios, mis dientes y mis uñas todo recuerdo que hubiese quedado de ella grabado en tu piel y a un mismo tiempo, esa oscuridad tuya que tan cachondo me pone, no hacía más que aumentar.

Un niño.

Cabellos de fuego.

Mirada ambarina de cálido atardecer estival.

Esta vez no me mantendré oculto ni a la espera, esta vez veras con tus propios ojos como esta luna eclipsará de una vez y para siempre al sol.

Haré que te conviertas en el lobo que cada noche me adore, del mismo modo que yo adoraré cada centímetro de tu cuerpo exquisito como el más exigente de los gourmets.



El Umbral del Yo. (Tinta y Fuego. Libro III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora