Día siete: Síndrome de Couvade

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Clinton Francis Barton tenía razón y Tony odiaba cuando eso sucedía.

—Entonces... ¿Síndrome de couvade?—.Pym alzó una ceja al mirar por encima de la lentilla del microscopio, a un castaño enfurruñado comiendo pasas cubiertas de chocolate.

—Dejalo Hank, va a llorar si sigues molestandolo—. El tono divertido que se colo en la voz de Reed, causo que el castaño rodará los ojos y se metiera un puñado de pasas a la boca. Últimamente había tenido de antojo las pasas, así como tambien había estado más cansado que otras ocasiones similares. Había estado investigando sobre sus padecimientos y había llegado a la conclusión de que tenía el síndrome de couvade, no quiso creerlo hasta visitar a un médico, aunque odiara ir a consulta médica y en efecto, no se equivocó con el diagnóstico. Algo que lo molesto al saber que la estúpida broma de Clint en la junta de Fury, se había echo una realidad. Aunque no sabía si eso era algo bueno o algo malo, incluso si fuera malo. No le incomodaba tanto la idea por alguna extraña razón, aunque eso explicaban los dolores abdominales, los vomitos, las náuseas, los mareos, los tirones en los muslos, el dolor de espalda, el estrés constante, sus cambios de humor repentinos, los antojos y la acumulación de grasa en un lugar en específico.

—No le estoy diciendo nada malo, al menos nadie podrá reprenderlo si bebe o fuma.

—Pym...

—¿Qué? Estoy diciendo la verdad. Además.... ¿Sientes patadas en el estómago también?—. La burla fue evidente, dejo caer los pies hinchados por el esfuerzo que excesivo en el suelo y el puñado de pasas que se hiba llevar a la boca, termino lanzandolo a un Hank Pym que había desayunado algún payaso amargado por los chistes tan malos que estaba haciendo a costa de su condición. Si para él era bastante difícil sobrevivir con los síntomas, no se imaginaba la carga que era para Steve llevar el embarazo. Ahora solo sentía la necesidad de consentirlo y más por el incidente en la tienda departamental a la que había ido, estaba muy agradecido con Natasha por haber puesto un freno a un Steve demasiado dispuesto a ayudar y en cambio ella haber puesto en su sitio a la mujer loca. Suspiro y sonrío como tonto al recordar a su rubio esa misma noche, tan lindo y felíz por qué su bebé se había despertado. Había parado de teclear la pantalla holográfica, bebió del batido de chocolate, plátano y algo de licor de cereza, Tony podía negar beber pero Pym y Reed sabían de sus trucos sucios, como ponerle su whisky favorito al café por las mañanas. Ambos hombres se miraron confusos al castaño ido pensando en quien sabe que cosa, tenían que devolverlo a la tierra si querían terminar el cañon de partículas lo antes posible.

—Y entonces ¿Cómo está el Capitán Rogers? Debe ser difícil pasar por la mitad del segundo bimestre de su embarazo—.Para fortuna de ambos, la mención de Steve había sido su puerto a tierra. Tony los volteo a ver, se metió un puño de pasitas a la boca aún sonriendo, el embarazo realmente le había afectado, incluso le sorprendía que una persona como lo era Tony Stark sufriera del síndrome de couvade, pues era de las personas que menos empatía había demostrado tener en este campo de la paternidad. El cambio hormonal del  Capitán Rogers debió haber sido demaciado fuerte como para contagiar inconscientemente al castaño, quien fue lo suficientemente despistado como para darse cuenta cinco meses después de iniciar con los síntomas. Si alguien le hubiera dicho hace un año que Tony Stark tendría un hijo y además tendría tan curioso transtorno mental, se hubiera reído hasta que sus pulmones y estómago dolieran.

—A todo esto, ¿Que es lo que causa que Tony se queje de los pies hinchados?—.La voz de Pym y sus preguntas  volvieron a aparecer, pues estaba estresado por escuchar a Tony quejarse de lo hinchados que estaban sus pies y el dolor por ese motivo, no sabía si eso era mejor que escucharlo decir por trillonesima vez que tenía un calor del infierno y que deberían acondicionar mejor el laboratorio de Reed.

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