Día veintidós, Veintitrés y Veinticuatro: Hormonas, apoyo y cojín de lactancia.

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Esta era una de las etapas más difíciles post parto, pues se pasaba por un cambio hormonal severo, dónde se produce un descenso de las hormonas placentarias, como la gonadotropina corial, lactógenoplacentario, estrógenos y progesterona. Y este descenso posibilitaba un aumento de la prolactina, por la liberación de la actividad hipofisaria y desbloqueo de la glándula mamaria. La acción de la prolactina sobre la secreción láctea tiene como consecuencia la instauración de la secreción láctea, en pocas palabras. Todos sus ánimos y ganas de sexo eran bloqueados, para dar paso una mejor producción de leche durante la lactancia, o al menos eso entendió de la explicación de su obstetra y pediatra de su bebé, también era la etapa dónde florece ese instinto de protección hacia la descendencia o era dejada de lado, aunque esto era mas probable bajo situaciones de estrés extremo o miedo, no había punto intermedio aquí. Era poner a tu bebé en la sima de tus prioridades o dejarlo hasta el último cupo de esa lista, eso último no siendo el caso de Steve, pues el rubio había puesto a su pequeño retoño como lo más importante a proteger y cuidar, ¿Que un villano amenazaba con volar a pedazos los pilares de parte de la ciudad de New York? Steve estaba más ocupado en cuidar que James no tuviera cólicos, su prometido y los vengadores lo respaldaban encargandose de salvar al mundo. Camino con sumo cuidado por la habitación de su bebé, lo había hecho así desde que salió del hospital hace unos días, no porque no pudiera moverse mucho o algo similar a sentir dolor, pues su cuerpo gracias al suero había curado las cicatrices y desapareció casi por completo todo rastro de que en algún momento portaba a una pequeña vida en su vientre, bueno solo tenía las insistentes estrias al rededor de sus pectorales, así como tambien su abdomen antiguamente plano y bien formado, ahora era más un poco de piel flácida y arrugada. Músculo suelto también, algo que fácilmente podía arreglarse si retomaba su rutina de ejercicio, aunque ahora solo quería tomarse las cosas con calma y asi poco a poco volver a adaptarse, más aún acoplarse a las necesidades de su pequeño castaño, algo que le había costado bastante e incluso llegó a llorar de la frustración e impotencia que llegó a sentir, un agobió amortiguado y disipado por el apoyo de Tony, pisó descalzo la alfombra suave color crema de la habitación del bebé, hasta posarse al lado de la cuna. Observó con detenimiento lo tranquilo y angelical que se veía James al dormir tan plácidamente ajeno a todo el mundo exterior. No pudo evitar sonreír por tan tierna imagen, aunque su bebé estaba quieto. Demaciado quieto.

—Dios....—.Un murmullo aliviado salió de sus labios, al haber estirado la mano para posar un dedo cerca de la nariz de James, para verificar que estuviera respirando, sintiendo la leve exaltación del bebé en su dedo, fue ahí donde lo retiro para poner esa mano en su pecho. Realmente temía a qué pudiera pasar algo así, aunque tuviera a Jarvis para avisarle a tiempo.

—Señor, sus niveles de cortisol han aumentado drásticamente en menos de treinta segundos ¿Desea que llame al doctor banner?—.La voz robótica mente cortez de Jarvis lo hizo reaccionar, apenas dió unos pasos hacia atrás para sentarse en la mecedora, recostó la cabeza mientras se mecia. Sus manos sobre su ahora vientre vacío, suspiro profundamente. Estaba agotado física, mental y emocionalmente.

—No te preocupes Jarvis, estoy bien.

Era una mentira, una muy grande. Sentía que no podía mantenerse en pie por más tiempo y si lo hacía sería su muerte segura, posiblemente estaba dramatizando, posiblemente no lo estaba haciendo. Pero es que tenía que estar todo el tiempo junto a su bebé o él mismo entraría en un estado de ansiedad y estrés si es que no lo tenía cerca para atenderlo, cuidarlo y mimarlo. Cerro los ojos, se encontraba agotado y quería dormir un poco ya que Tony no había llegado de su misión, no tardaría mucho y posiblemente no sería una buena manera de recibirlo en casa, sin tener casi nada encima más que su pijama de franela holgada y una bata. Una leve melodía fue captada por sus oídos, frunció el ceño al no recordar haber encendido el móvil sobre la cuna de James. No sé esforzó en abrir los ojos, intuía que Jarvis lo había hecho para arrullar a su bebé, o eso pensó hasta escuchar otra respiración que no era la suya ni de su retoño, abrió los ojos rápidamente alerta. Sobresaltado y posiblemente movió la mecedora unos centímetros más atrás de lo que estaba anteriormente, cuando su vista enfoco al objetivo intruso, se dió cuánta que era su castaño prometido, quien llevaba en sus brazos a James mientras lo mecia como un arrullo, no supo en que momento había entrado. Sus oídos no lo habían escuchado entrar, fue casi un fallo en la realidad. Pero era más bien porque se había quedado dormido y no se había dado cuenta, pues su cerebro aún lo hacía creer estar despierto.

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