Capítulo Treinta y cuatro "Crisis"

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Ya no sabía qué esperar ni qué pensar sobre ella, lo único que quería era llevar una vida en paz con mi esposa y mi hija.

— ¿Qué pasó con Tania?—suspiré viendo a Anny.

—Tuvo una confrontación con una de las enfermeras mientras atendía una crisis, en el forcejeo fueron a dar a la ventana, la enfermera se llevó un gran corte en el cuello y Tania logró salir de su habitación, también iba herida, un par de enfermeros intentaron retenerla y entre tanto ella rodó por las escaleras, ahora está en el hospital, aun no reacciona, tiene una pierna u un brazo rotos, algunos cortes en el rostro y otro en la clavícula.

— ¿Y la enfermera?

—Luchando por su vida, el corte no fue profundo y no dañó la arteria, pero sí perdió una cantidad considerable de sangre.

— ¿Sus padres ya lo saben?—me llevé las manos a la cadera.

—Sí—asintió—, llegarán esta tarde.

—Bien, gracias por avisarme.

— ¿Irás al hospital?

—No—suspiré negando con la cabeza—, no creo que sea buena idea.

—Entiendo.

—Solo mátenme al tanto de su evolución.

—Claro.

Me sorprendí un poco al ver que Adam y Kate también habían viajado a Nueva York, pero al final de cuentas, ellos seguían siendo sus amigos.

— ¿De verdad no irás a verla?—preguntó Dul masajeando mis hombros.

—No—suspiré disfrutando el contacto de sus manos—, ¿Para qué iría?

—Bueno...no lo sé.

— ¿Ves?—reí levemente— No hay razón para ir.

—Está bien—suspiró.

—Mejor, cenemos algo, muero de hambre.

El rema no se volvió a tocar el resto de la noche, y qué mejor, no quería siquiera pensar en ello, decidí enfocar mi energía en Dul, y en nuestra hija.

Sentados en la sala, con la niña en brazos, jugueteando con ella hasta que llegó su hora de su baño antes de dormir, cosa que no tardó mucho en ocurrir, el baño y el masaje al salir de la tina la hizo quedarse profundamente, era un angelito, verla dormir era un tipo de relajante para mí, la paz que transmitía se contagiaba.

Tomé a mi esposa de la cintura, era hora de dejarla dormir y nosotros ir a nuestra habitación a no dormir.

—Pensé que estabas cansado—rio sobre mis labios cuando me deshice de su blusa.

—Sí lo estoy, pero jamás me saltaría una noche haciéndote el amor.

—Bueno—mordió mi labio—, entonces ven acá.

Me jaló de la camisa hacia la cama, haciéndome reír, la recosté sobre el colchón, tomándome mi tiempo para quitar el resto de su ropa, unos segundos más para contemplarla, era preciosa. Fui sacado de mi trance al sentir sus manos desabrochando mi camisa y mi pantalón, aprovechando para pasar sus uñas por mi abdomen haciéndome cosquillas.

Esa mujer era mi droga.

Vi a Adam al día siguiente, en una cafetería cercana a la estación.

—Tania preguntó por ti—me dijo al fin.

—No iré Adam—vi mi taza de café—, no después de todo lo que hizo, realmente no encuentro alguna razón para ir.

—Claro—suspiró—, lo comprendo.

Delito de Amarte (Vdy) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora