Desperté con el sonido de mi alarma, entré a la ducha y comencé a alistarme con bastante tiempo.
Me vestí con un traje sastre gris oxford, nada del otro mundo en realidad, bastante normal, debajo una blusa de botones blanca fajada al pantalón, apenas y me acentuaba un poco la cintura, me calcé unos zapatos con un pequeño tacón, el collar que usábamos mi hermana y yo; una mariposa azul. Mi cabello, negro y liso en la aburrida coleta de siempre, un poco de rímel, el labial rosa pálido de siempre, mis gafas y estaba lista.
Tomé mi desayuno con calma mientras veía las noticias locales del día, mi rutina diaria.
Agarré mi bolso, mi placa y mi arma saliendo de mi departamento con buen tiempo para llegar a la oficina de la estación de la policía, llevaba un año como detective de homicidios y vaya que había trabajo.
Ocupé mi silla, encendí mi monitor y comencé a revisar el informe de un caso resuelto, entonces vi esa mano colocando un vaso de café sobre el escritorio.
—Buenos días—saludó el sonriente hombre frente a mí.
—Hola Christopher—sonreí de vuelta—, por esa cara me parece que tú lo necesitas más.
—Doble—me mostró su vaso soltando una pequeña risa—, el tuyo, un caramel macchiato con leche deslactosada, tu favorito.
—Gracias—sonreí y bebí un sorbo.
— ¿Qué hay para hoy? —se sentó en su escritorio, junto al mío.
—Toma—le di otra carpeta—, es para el informe.
Christopher y yo nos hicimos amigos desde mi primer día ahí, era mi pareja de investigaciones y mi gran apoyo cuando era una novata.
Él era sumamente atractivo, un excelente físico, ojos verdes, una corta barba cerrada, su cabello, castaño claro, corto y un poco, solo un poco ondulado, era alto, realmente alto y tenía una sonrisa que cautivaba, a todas, hasta a mí cuando lo conocí, incluso llegué a pensar estar enamorada de él, pero la convivencia diaria y ver el tipo de mujeres con las que acostumbraba salir me hizo olvidarme de ello y la grandiosa amistad laboral de ahora había surgido.
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Me levanté a regañadientes escuchando el tráfico típico de Nueva York a cualquier hora del día, tomé una taza de café y vi por la ventana el mar de autos en la calle 34 de Murray Hill, me sentía tan cansado, sonreí recordando la noche anterior, había conocido a una mujer en un bar, bastante guapa y con quien terminé yéndome a su departamento llegando al mío a eso de las tres de la mañana. Desayuné algo rápido y bajé al estacionamiento por mi auto, no sin antes pasar por otro café en la cafetería justo en la esquina de mi edificio, además de uno para Dulce, mi pareja de investigación y amiga, le encantaba ese café.
Llevábamos un año trabajando juntos y la verdad es que habíamos formado un gran equipo de trabajo, además de que nos llevábamos muy bien.
Recordaba muy bien el día que llegó a la oficina de policía, la vi sentada en una de las sillas frente a un escritorio, pensé en que había ido a levantar una denuncia. Lo primero que vi fueron sus ojos cuando también me vio, aun debajo de sus gafas se alcanzaba a ver que eran muy bellos, de un lindo color miel, después supe que no estaba ahí por ninguna denuncia, más bien, sería mi nueva pareja de trabajo.
Era muy carismática y de inmediato sentí que habíamos hecho conexión. Además de ello, me había parecido una mujer muy bella, su sonrisa perfecta y su cabello negro intenso, brillaba cuando la luz chocaba con él, incluso me sentí bastante atraído por ella, pero estuve seguro que no me aceptaría, pues en varias ocasiones se había mofado por mis constantes conquistas de una noche, tal vez pensaría que con ella sería igual y no quería perder su amistad, así que jamás dije nada.
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Delito de Amarte (Vdy) ©
RomanceNueva York, la ciudad que no duerme, y tampoco el crimen, afortunadamente los detectives e investigadores del laboratorio criminal tampoco. Dulce y Christopher han sido compañeros y amigos durante un año y nada más allá, al menos hasta que alguien d...