Shun se sentía muy mal. Hacía dos semanas desde que Sakura había dejado el hospital en manos de Shizune, y cuatro días atrás por fin había llegado Lady Tsunade. No podía más con la culpa por lo que había hecho y el miedo por las amenazas que le hicieron. Se suponía que no debía decir nada, nadie debía. Pero no lo soportaba más. Shun había estado en el hospital desde antes de que la quinta llegara a Konoha, ya con una carrera a sus espaldas, se estaba preparando para tomar el puesto de jefa cuando la Senju llegó, todos estaban nerviosos, no sabían qué cambios haría la mujer ni cómo los trataría.
Pero todo temor fue infundado, Tsunade llegó a poner orden, claro, a gobernar no solo el hospital, si no todo Konoha con mano de hierro, pero con justicia. Shun estuvo presente cuando la rubia tomó bajo su ala a Sakura, como la instruyó y lo mucho que la muchacha se esforzó, estuvo bajo su propia tutela un tiempo, ya que la Hokage era partidaria de escalar desde abajo, la enseñó cómo cambiar un pañal, vaciar una bacinica, supurar una herida infectada, la observó ser vomitada y orinada sin hacer un gesto, pero también la vió llorar y sangrar no solo por su aldea si no por los aldeanos y sus amigos, por Sasuke Uchiha, el traidor a quien ella había llegado a despreciar un poco después de ver lo mucho que la hacía sufrir, pero después cuándo regresó, también fue testigo de lo mucho que la hacía felíz.
Y ya no soportaba más la culpa por la traición, aunque obligada, a fin de cuentas era una traición. Daba gracias al cielo que la Quinta haya llegado, si alguien podía hacer algo, hacerles frente y proteger a su gente del hospital al mismo tiempo, era ella.
Tocó la puerta de su despacho y esperó a que la dejara entrar.
—Adelante —la rubia clavó sus ojos miel sobre ella con tal intensidad que si no tuviera tanto autocontrol, se hubiera echado a llorar —Así que te has decidido a hablar.
—¿C-cómo dice, mi lady?
—Oh, no creas que soy estúpida, sé lo que ha pasado y cuáles fueron sus consecuencias. Lo que no sé es por qué. Sí estás aquí, asumo que es para contarme.
La mujer respiró hondo.
—Si, mi señora.
—Habla entonces. Mi paciencia casi se agota.
La enfermera tembló. Era muy consciente de las consecuencias de esa amenaza.
—El día que despertó Sakura de su ataque, los consejeros vinieron a verla, no sé que se habló en esa habitación, pero no los dejó satisfechos, por sus rostros cuando se marcharon.
Un día después fue mi descanso, estaba en el parque con mi nieto cuando la consejera Koharu se acercó a mí, yo estaba sentada en un banco observando a mi pequeño. —su aliento se entrecortó al recordar tal episodio, y Tsunade adivinando lo que seguía, rezó por no tener razón. —Se sentó a mi lado y me dijo que mi nieto era muy hermoso. Que se debía proteger tal inocencia a cualquier precio. Un anbu se paró detrás del niño y lo comenzó a dirigir a los columpios, el se sentó y el anbu comenzó a empujarlo con suavidad. La consejera me dijo que tenía que ser hostil con Sakura, hacerla desear irse del hospital, me contó la relación que tiene con Naruto y Sasuke y como es inmoral. Le contesté que a mi no me importaba la vida privada de nadie, solamente que cumplieran con sus deberes en sus turnos…. entonces comenzaron las amenazas. Me dijo… oh, dioses, me dijo: mira bien a tu nieto y piensa de nuevo en tu respuesta. Hizo que el anbu detuviera el columpio y con una seña el hombre tomó del cuello a mi muchacho y le puso un kunai en el cuello. Lo cortó, mi bebé que en un principio pensaba que todo era un juego, comenzó a llorar por el dolor. Quise correr a él pero otro anbu me detuvo del cabello y me hizo arrodillarme ante la consejera. Ella me dijo que acataría sus órdenes, o de lo contrario mi nieto, mi hija, su esposo y yo, estaríamos muertas para la noche siguiente.
Y la obedecí. Me porté muy mal con Sakura, pero tenía miedo, yo no tengo amigos poderosos que me cuiden, tampoco fuerzas o jutsus para defenderme y a mi familia. Solo soy una enfermera intentando cuidar a mi familia. Pero aún así la culpa no me deja dormir, el plan de los consejeros funcionó y ella se fué. Y lamento mucho no haber dicho nada antes, pero tenía miedo y ya solo confío en usted.
La mujer lloraba desconsolada, una marea de sentimientos la envolvían y Tsunade la miró con lástima y le ofreció un pañuelo. Podía comprender sus acciones.
—¿Hay más?
La mujer asintió secando su cara y nariz.
—Todo el equipo cercano y los no tan cercanos recibimos amenazas similares, incluso palizas muy severas. No lo dirán ellos mismos porque tienen miedo de ser vistos entrar a su oficina, así que yo me ofrecí para hablar con usted y pedirle ayuda. Todos están asustados, pero igual saben que no es correcto lo que hicimos y hay que buscar una solución y pedirle disculpas a Sakura. Nunca quisimos hacerle daño.
Tsunade se puso de pie muy lentamente, con la ira brillando en sus ojos. Había sido suficiente.
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La puerta del despacho de Kakashi se abrió y por la fuerza se cerró con un azotón. El Hokage suspiró cansado, solo había una persona en la aldea que se atrevería a irrumpir de esa forma, y francamente tenía miedo de tratar con ella cuando estaba de ese humor.
—Lady Tsunade. Es un placer verla.
—Oh, estoy segura que no.
Kakashi sonrió bajo la máscara, sabiendo que sería un error contestar de cualquier manera. Solo dejaría que continuara. —Estoy aquí para tratar un asunto de suma importancia.
El peliplata se puso cómodo en su asiento mientras la quinta se sentaba en el sillón de la oficina, estaba seguro que lo que escucharía no sería agradable.
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Sakura llegó a la cabaña un día soleado y sin nubes, pero aún así el viento soplaba frío. Ya se podía sentir el cambió de estación. Se había tomado su tiempo en el camino, visitando pequeños poblados y sanando a quien lo necesitaba. Poco a poco el estrés de la aldea la abandonaba, y al llegar a su casita, se sentía bastante renovada… pero aún así, sola. La fuerza con la que extrañaba a Sasuke y Naruto se le hacía ridícula, no es como si no hubiera pasado años alejada de ellos, pero no podía evitar sentirse de esa manera. Ojalá estuvieran con ella, pensó, haciendo un pequeño puchero. Entrando a la cabaña se dió cuenta que estaba bastante bien, ni siquiera necesitaba una limpieza profunda, sin embargo ella la haría, solo para tener algo en que entretenerse
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Dos meses después de su marcha, Sasuke y Naruto cruzaron las puertas de la aldea de mal humor, pero agradecidos por haber vuelto al fin.
—Mierda, no puedo creer que nos tomó tanto tiempo. Es ridículo.
—Ya has dicho eso— le contestó Sasuke exasperado.
—Bueno, es cierto. Creo que Sakura tiene razón, nos hemos vuelto confiados y arrogantes.
—También lo has dicho. Ya cállate. Vamos a entregar el informe e ir a casa.
—Sí, lo que sea, señor cascarrabias. No se como he podido soportarte por tanto tiempo. Eres a-bu-rriii-do.
Sasuke apretó la quijada para no voltearse y golpearlo. De verdad a veces lo sacaba de sus casillas.
Caminaron a la torre en completo silencio, ambos demasiado cansados para continuar discutiendo. Al llegar, tocaron la puerta y el permiso para entrar llegó al instante.
Enteraron observando a Kakashi sentado frente a un nuevo escritorio.
—¿Rompiste tu antiguo escritorio Kakashi?— fue lo primero que preguntó el rubio.
—No realmente. Pero alguien sí lo hizo por mí.
—Ja. No hagas enojar a la abuelita, Kakashi, podría ser lo último que hagas.
—Bueno, fue algo inevitable. Así que ¿Cómo les fue?
De forma rápida y concisa, Sasuke relató su misión, el ninja renegado era especialmente bueno escondiendo su chakra y tuvieron que perseguirlo por las montañas del país del rayo durante más tiempo del que hubieran querido. Al final, una combinación de destreza, inteligente (por su parte) y mal humor, hizo el truco. El hombre ya se encontraba bajo el resguardo de la nación del rayo y la desconfianza hacia Sasuke disminuyó un poco.
—Te entregaré el informé escrito mañana.
—Ah, no te preocupes, Shikamaru se encargará.— El chico salió detrás de una montaña de documentos y Naruto lo miró con lástima. Pobre tipo, necesitaba una vacaciones.
—Entonces sí es todo, nos vamos, Kakashi— dijo Naruto con los brazos cruzados detrás de la cabeza y una sonrisa radiante —Muero por ver a Sakura.
Shikamaru carraspeo y se disculpó con el Hokage, necesitaba estar en otro lado… muy lejos de ahí. Kakashi lo miro mal, traidor, decían sus ojos, pero Shikamaru no le hizo caso y salió rápidamente de la habitación, no quería ser testigo de lo que ahí se desataría.
—Que raro esta Shikamaru —murmuró Naruto viéndolo salir, sin tener idea de nada.
Sasuke, por otra parte, siendo el más perceptivo de los dos, clavó su mirada en Kakashi.
—¿Qué pasa Kakashi?
—¿Qué pasa con qué? —preguntó el rubio.
Kakashi suspiró, está era otra conversación que no quería tener.
—Sientense.
—Estoy bien de pie. —respondió Sasuke, muy serio.
—Bueno, les pido que guarden la calma. Lo que sucedió fue…
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Decir que ambos estaban furiosos, era poco. Sus ojos hablaban de una furia que si no se controlaba, podría traer graves problemas.
—¿Y qué medida estás tomando Kakashi?—preguntó Sasuke con ira
—No es tan fácil tomar una decisión respecto a los ancianos, han estado en el poder durante décadas.
—Oh, para mi es muy fácil—le respondió Naruto, hablando más seriamente de lo que nunca lo había hecho— Destituyes al consejo y estableces uno nuevo, con los líderes de los clanes y familias civiles con historia en la aldea, esos viejos se pasaron de la raya hace mucho Kakashi, y lo sabes. ¿Entonces? ¿Qué harás?
—Naruto, no es tan fácil, con el tiempo…
—Con el tiempo van a matar a Sakura, a su familia, a gente inocente, esos viejos no están felices si las cosas no se hacen a su modo.
Kakashi suspiró, lo peor de todo es que lo sabía, pero necesitaba tiempo o todo sería un caos.
—No vas a hacer nada— Declaró Sasuke, y Naruto supo que tenía razón.
—Por eso la dejaste marchar.
—Naruto, no lo entiendes.
—Lo entiendo bien. Es más fácil dejar ir a una de tus ninjas mas leales que enfrentar al consejo compuesto de traidores. No puedo creer esto.
Agachó la cabeza, sintiéndose traicionado por su mentor y Hokage.
Con todo el dolor de su corazón, pero sabiendo que le dolería aún más si algo le pasaba a Sakura o Sasuke, llevó sus manos detrás de su cabeza y desamarró su diadema ninja.
—Con efecto inmediato le presento mi dimisión a las fuerzas ninjas de Konoha, Hokage, a partir de ahora soy un simple aldeano, y como tal, no le debo cuentas de lo que haré con mi vida a partir de ahora — La puso en la mesa y se dió la vuelta ya caminando a hacia la salida.
—Naruto, piensa bien lo que estás haciendo.
—Oh, se lo que estoy haciendo Hokage-sama, protegiendo lo que más quiero en éste mundo ¿Y tú? ¿Tú que estás haciendo? —esperó un momento, esperando escuchar una respuesta que nunca llegó, negando con la cabeza, continúo caminando.— Adiós.
Salió por la puerta sin esperar a Sasuke, el pelinegro solo miró fijamente a Kakashi por unos segundos y siguió a su compañero con calma. No hacía falta decir algo, cuando todo ya estaba claro.
El camino a casa fue lúgubre, las cosas se habían arruinado tan rápidamente que a Naruto le costaba creerlo. Sasuke, por su parte, estaba acostumbrado a pasar por situación similares, le era más fácil aceptar la decepción, porque en primer lugar, no esperaba demasiado. La casa se sentía vacía al llegar, y muy fría. Sin la mano cariñosa de Sakura, todo lucía sin color ni brillo. Encontraron una carta en el mueble para las sandalias; con rapidez, Naruto comenzó a leerla y después se la pasó a Sasuke, el pelinegro arrugó la hoja con su mano, sintiéndose más enojado por momentos. Las palabras de la pelirrosa dejaban entrever sus sentimientos heridos y lo sola que se sentía por su partida. No queriendo destrozar las indicadas en la carta, se obligó a soltarla y ponerla en el lugar donde la encontraron. Con decisión avanzaron a la habitación y repusieron con ropa limpia y más cómoda la que había estado en su maleta y salieron de casa sin saber cuándo volverían.
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Sakura se levantó temprano esa mañana, no sabía porque, pero tenía un buen presentimiento, se puso ropa cómoda, que le quedaba un poco apretada y salió al jardín después de preparar su almuerzo.
Mientras observaba el amanecer, comenzó a pensar inevitablemente en Naruto y Sasuke, le parecía muy extraño que no hubieran regresado todavía, eran, literalmente, las dos personas más poderosas del mundo ninja, y no podía creer que un pícaro los hubiera logrado evadir por tanto tiempo… aunque por otro lado ¿Y si les negaron la salida de la aldea? No podía creerlo, pero era una posibilidad. De repente su almuerzo comenzó a sentarle mal e hizo a un lado el plato con asco. Que estresante era pensar en todo eso, a veces solo quería esconder la cabeza debajo de la tierra y nunca sacarla de nuevo, pero no podía, ahora menos que nunca.
Comenzó a limpiar para entretenerse, en cierto momento, algo hizo que levantara la cabeza… y los vió. Oh, por todos los dioses, el sol reducía bastante su visibilidad, pero eran ellos, lo podía sentir.
Sin pensarlo, salió corriendo hacía donde estaban, y Naruto, siempre el más efusivo de todos, lanzo una carcajada al aire y corrió también a su encuentro. Se encontraron en un choque de cuerpo, todo sonrisas y besos y lágrimas por parte de Sakura, que Naruto limpió con sus labios.
Sasuke llegó poco después, y como el bastardo posesivo que era, la tomó de la cintura alejandola del rubio y fundiendola en un abrazo de oso que casi la derritió a sus pies.
—Oye, bastardo, no seas acaparador.
Sin aviso, Naruto la abrazó por detrás, con sus brazos sobre el abdomen de Sakura.
—Eres una plasta— lo reprendió Sasuke, pero él no hizo caso.
Ella en cambio, se puso rígida cuando las manos comenzaron a viajar arriba y abajo, y supo el momento en que Naruto sintió el pequeño, casi imperceptible bulto. Y como se trataba de Naruto, no pudo quedarse callado.
—Sakura, mi amor ¿Porque hay un bulto en tu panza? ¿Estás enferma?
Sasuke se alejó un poco, sujetándola de los hombros, y la miró con curiosidad, exigiendo una explicación.
Se rió con nervios, cubriendo las manos de Naruto que cubrían a su vez el bombo.
—yo… ¿Sorpresa?
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Ino en su oficina, paseaba como tigre enjaulado, no había manera de calmar su mal humor, también vociferaba fieramente a su novio sentado tranquilo frente a ella.
—Esos viejos… ¡desgraciados! — las ventanas temblaron ante la fuerza del grito —No puedo creer lo que han hecho, y Kakashi ¿Cómo lo permitió? ¿A caso todos se han vuelto locos?
—Es una situación complicada, belleza mía, hay que considerar muchos intereses políticos y populares.
—A mi no me parece complicado, amenazaron y violentaron a civiles y ninjas por igual, sin ninguna razón justificable. No hay derecho de hacer tal cosa.
—Yo lo entiendo, los demás lo entienden, pero la población no lo hará, la mayoría de ellos ni siquiera lo saben
—¿Qué dijiste? —Ino dejó de pasearse.
—¿Quieres que lo repita todo?— preguntó su novio, servilmente, siempre listo para complacerla.
—Oh, eres muy lindo, pero olvídalo.—su mente comenzó a trazar planes— En la aldea no lo saben… y todos aman a Sakura y a Naruto… y si lo supieran, si supieran todo, en especial lo que el consejo ha hecho… se volverían contra ellos. ¡Ino, eres una genio!
Las ventanas volvieron a estremecerse.
—Belleza, te amo, pero es un poco raro que hables de ti misma en tercera persona.
—Oh, calla—le dijo mientras le tomaba la mano para salir de la oficina —Vamos con mamá.
—¿Por qué?
—Porque, sí quiero que un chisme sea correctamente divulgado, ella es la persona correcta.
Horas después, tras una larga reunión que requirió té en exceso y mucha cháchara sin importancia, un grupo de quince mujeres del pueblo, todas ellas antiguos miembros del consejo de madres de la academia ninja, que se encontraban muy enfadadas con los ancianos y… también con el Hokage, estaban listas para correr la voz, y por una vez, debido a una buena causa.
—¿Están listas, señoras?—preguntó la madre de Ino, una mujer tan bella como ella, e incluso más rubia, con el cabello casi blanco.
—Lo estamos—respondió otra mujer.
—Bien, vamos allá.
Como si se tratara de un ejército, un barullo de tacones y revoloteo de faldas salió de la casa, y en parejas o solas, se separaron para cubrir más terreno. La misión de divulgación estaba en marcha. Ino sonrió satisfecha, los ancianos no sabían con quién se metían, en realidad no habían mujeres con más influencia en la aldea, que todas ellas.
La primer parada de Ame Takahashi, madre de una ex compañera de Ino que solo llegó a ser genin para después dedicarse al negocio familiar de orfebrería, fue el mercado, ahí tenía bastantes conocidas y conocidos, y además siempre había oídos dispuestos a escuchar cualquier conversación jugosa. Se detuvo frente a la verdulería, escogiendo con mucho cuidado unos tomates grandes y rojos, y como si no fuera una gran cosa, comenzó a hablar.
—Es una pena la marcha de la doctora Haruno ¿No es así? Mi espalda extraña mucho sus masajes —suspiró dramáticamente —¿Ahora quién será tan amable para llevar mi tratamiento sin costo extra?
—¿De qué hablas Ame? Seguro regresa en algunas semanas, debe estar en una misión.
Bingo, ya la tenía, y por el rabillo del ojo pudo ver que una de sus vecinas se acercaba a escoger verduras, unas verduras que ya tenía en su huerto, su objetivo, claramente era escuchar la conversación
Ame aspiró con sorpresa
—¿No lo sabes, querida? Oh, bendito ¿Cómo lo sabrías? Déjame ponerte al corriente, resulta que el amor es una cosa extraña, pero al fin de cuentas es amor ¿Correcto? —la mujer quería dejar clara su postura desde el principio —pues resulta que…
Y conversaciones similares se tenían alrededor de la aldea. El plan de Ino se convertía poco a poco en un éxito.
—Y el consejo obligó a Naruto a renunciar a su rango ¿En realidad queremos a personas así como representantes? —Ame miró con pena a una de las mujeres que se secaba las lágrimas detrás de la multitud, era la madre de uno de los médicos civiles a los que Anbu había dado una paliza. Caminó hacia ella y tomó sus manos, dándole un poco de consuelo.
—É-él no me dijo que fueron ellos, me dijo que fue un accidente en el hospital.
—Por supuesto, querida, ellos amenazaron con hacerle daño a toda su familia, claro que te protegería, criaste a un buen hijo.
—Y aún así— la mujer sollozaba —le dió la espalda a la doctora Haruno.
—No. —Ame volteo hacía la multitud —la culpa no es de ninguno de nosotros, fueron los ancianos, ellos son un cáncer en nuestra sociedad ahora pacífica ¿Cuántos de nosotros perdimos a un ser querido, que luchó por la paz? El consejo amenaza esa paz que ellos nos dieron, es como si escupiera en sus tumbas. Sé que perdí un hijo por la maldita guerra. Y no voy a permitir que nadie lo insulte al dañar la aldea desde dentro. La pregunta es ¿Ustedes lo harán?
Un coro de "no", sonó en el mercado, y seguido, la multitud, ya poco más de cien personas que poco a poco se habían ido congregando, salieron rumbo a la torre Hokage para tratar de una vez por todas con el consejo.
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Naruto se había desmayado después de comprender lo que Sakura les trataba de decir.
Ella y Sasuke lo habían trasladado en silencio a la cabaña, y un poco tarde, ya cuando Sakura había cargado la mitad del peso de Naruto y lo habían colocado en un sillón cerca de la puerta, Sasuke cayó en cuenta que la pelirrosa estaba embarazada, y no sabía mucho de bebés, solo que eran muy pequeños y debían ser cuidados con celo, y suponía que una mujer embarazada tenía que ser protegida de la misma manera
—¿Estás bien? ¿El cargar peso es… es riesgoso para ti?
Sakura sonrió, la verdad es que sí estaba muy nerviosa sobre cómo reaccionarían ambos, después del desmayo, Sasuke se limitó a ayudarla a cargar a Naruto, pero no dijo nada, y sus nervios estaban a punto de destrozarla.
—Estoy bien. El mayor riesgo de pérdida ya pasó. Ahora aún existe aunque es más bajo.
—¿Cuán bajo?
—Mmn… No es exacto, pero la posibilidad es de un diez a veinte por ciento.
Sasuke no se quedó conforme con esa respuesta, él esperaba menos. Así que, se debían tomar medidas para garantizar que ningún daño le ocurriera a ella… y al eventual bebé.
—Debes descansar. No cargues peso y no realices ningún esfuerzo. Yo y Naruto nos encargaremos de todo.
—Cariño, no es necesario…
Un gemido los interrumpió. El rubio por fin estaba despertando. Los nervios volvieron a Sakura, aunque Naruto era más fácil de tratar, quería que ambos estuvieran tan contentos e ilusionados con la noticia como ella lo estuvo.
Acercándose, tomó su mano, llamando su atención.
—¿Naruto? ¿Estás bien?
Él se sobaba la cabeza, confundido por el dolor en la nuca.
—Sí, pero ¿Qué pasó?
—Te desmayaste, lo siento, debí decirles de otra manera.
—¿Decir qué?— ella enarcó una ceja y le lanzó una mirada que automáticamente le hizo recuperar la memoria. Abriendo los ojos con sorpresa, se levantó del sillón y la tomó de los brazos.
—¿Un bebé? ¿Cómo? ¿Cuándo?
—Bueno, sí, un bebe; no es necesario contestar; y aproximadamente hace tres meses.
La cara del Uzumaki se partió con una radiante sonrisa y sin aviso la tomó en sus brazos para después darle vueltas haciéndola marear.
—Naruto, basta, me vas a hacer vomitar.
Automáticamente se detuvo, pero no la soltó, con una mirada soñadora la separó un poco de él para repartir besos por todo su rostro.
—Una familia. Vamos a tener una familia. ¿Escuchaste eso, Sasuke? Vamos a ser padres.
—Sí.
El rubio le hizo un gesto para que se acercara, y el pelinegro aunque suspiró por la insistencia, no se hizo del rogar, al contrario, se acercó con una sonrisa que pocas veces se le había visto.
La abrazó por detrás, descansando su mano en el pequeño bulto. Un sentimiento nuevo comenzó a germinar en su corazón. Uno de inmensa ternura y un nivel de protección que nunca antes había sentido. Su hijo, ahí, debajo de su mano, estaba el futuro de toda su existencia.
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El pueblo era todo un caos, cientos de aldeanos se congregaron en las inmediaciones de la torre Hokage, gritando para que el consejo fuera destituido. Ino no pensó que su plan resultara tan… caótico. Por esa misma razón, en cuanto fue consciente de que los aldeanos podían correr peligro, dicho sea de paso, por los ancianos, envío aves mensajeras de Sai hacía todos los ninjas leales que conocía. Shizune, Lady Tsunade, Shino (y su clan), Kiba y los Inuzuka, Tenten, Lee, pidió al líder del clan Hyuga que tuviera la gentileza de envíar algunos de sus integrantes más fuertes, y lo hizo, Incluida Hinata, quien aún se sentía muy culpable por toda la situación, y tras visitar dos veces a la semana a una psicóloga, estaba poniendo sus ideas en orden. También acudieron los Akimichi y los Nara, amigos fieles del clan Yamanaka.
Estaban preparados para un posible y muy probable ataque. Esta vez los aldeanos inocentes no serían lastimados.

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Somos uno
FanfictionUna vez mas, el equipo 7 deberá tomar una dura decisión sobre el futuro ¿serán lo suficientemente fuertes ésta vez? Cuándo el campo de batalla es desconocido, las decisiones se desdibujan tanto en la mente como en los corazones. Naruto no es de mi p...