Capítulo 11.

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"Con un beso se mueven 36 músculos y se consumen al menos 12 calorías".

El beso libera neurotransmisores, las biomolécula que transmite información de una neurona a otra neurona. Al liberar dopamina sentimos placer y el deseo de seguir besando; besar crea adicción y genera bienestar mental.

JENNIE.

Como era de costumbre, llegué antes que Lisa, para así dejarle su café como le gustaba y que por suerte, no había reclamado por él en estos meses, solo se lo ha tomado.

—Buenos días —llegó, poniéndose a mí lado—. Señorita Kim —dijo a modo de saludo.

No pude evitar echarle un vistazo, estaba algo más relajada, Lisa siempre solía ponerse unos tacones, hoy no iba con ellos, sino que con unos tenis y algo menos formal, como si no se fuera a quedar en la empresa.

Pero cabe decir que le sentaba muy bien la ropa más suelta, era una ropa gris, así como el día. Como si todo hubiera confabulado para estar como ella, porque parecía tener una nube negra sobre su cabeza.

Y su semblante casi siempre era grotesco, o serio, hoy no tenía nada de eso, era algo más relajado. Y aunque no lo quise admitir, era cierto que a veces me tomaba el tiempo para analizar a Lisa, y ver como estaba.

Siempre la miraba de arriba abajo, porque su cuerpo ponía nervioso al mío, por alguna razón, me gustaba mirarla. Y me gustaba que ella lo hiciera, porque algunas veces la atrapaba haciéndolo.

No era costumbre, pero sus facciones eran perfectas y armoniosas, su mandíbula de perfil, era una de las cosas más hermosas que he podido ver. Y nunca la he visto sonreír, no he tenido esa oportunidad, pero su sonrisa debe ser igual de hermosa.

Y asi solía ser, la miraba y la elogiaba sin motivos, era gruñona, sí, pero cuando miraba sus ojos, mi cuerpo entraba en un largo circuito sin fin. Una corriente que no dejaba de latir por mi cuerpo y corazón, y me daba pequeñas descargas por el cuerpo. Han sido pocas las veces que nos hemos siquiera rozado los dedos.

Pero su piel era suave, o su mano. Era blanca cual como de nieve, no parecía ni siquiera tomar sol, a diferencia de mí, que era bronceada.

—Buenos días, Señorita Manoban —hice un gesto con la cabeza—. Su café de todas las mañanas...

—No lo quiero hoy, Jennie —respondió con un tono de voz ligero.

—¿Perdone?

—Sólo vine a buscar unos papeles, pero saldré, tengo que hacer unas cosas fuera hoy. ¿Me puedes pasar lo que te mandé a hacer ayer?

—Eeeeh... —la confusión se había apoderado de mí—. Sí... obvio, espere un segundo.

—No, pásamelo por correo, no puedo tardarme tanto —se acomodó el flequillo—. Si puede ahora mismo, me tengo que retirar.

Su tono de voz, su rostro, toda ella, tenía una ligera tristeza que ocultaba muy bien. Y se me hacía tan extraño, y yo sabía que algo no andaba bien, esta no es la Lisa que yo he podido conocer.

—Señorita Manoba, ¿Está usted...?

—¡Jennie! —una voz masculina y bastante animada, nos detuvo de hablar. Miré hacia la puerta, y ahí entró Seokjin con un perrito algo grande de peluche.

—No puedo creerlo —Lisa negó con la cabeza, mientras farfullaba—. Este tipo está loco.

A decir verdad, no me daba vergüenza que me regalara, lo que si me daba algo de pena era como lo hacía. Venía casi que gritando por el lugar, en el cual no solo estabamos Lisa y yo, sino que también varias personas más, que no tardaron en mirarme con rareza.

Corazón De Robot. (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora