Capítulo 23.

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Aunque el Kamasutra está considerado el manual sexual por excelencia, muchas de sus frases están dedicadas al amor. El texto advierte: <<Los deseos se cumplen cuando se guardan silenciosamente>>.

JENNIE.

En cuanto llegué a la empresa que hice fue ir directo a la oficina de Lisa. Tenía temas que tratar con ella, lo de mi madre era uno, no quería dejarlo pasar por alto. Pero en el transcurso, choqué con un cuerpo ajeno, uno alto y musculoso. Solté un quejido y miré para arriba, capturando a un chico con gestos oscuros. Todo el el emanaba una oscuridad.

—Hola, tú debes ser Jennie, ¿cierto? —algo indecisa, asentí.

Nunca me había topado con este chico. A pesar de tener tiempo, es la primera vez que lo veo. Mis ojos bajaron a su carnet, el cual decía su nombre. Oh Sehun.

—Sí, así es. Nunca te había visto por aquí —fruncí el ceño.

Sonrió. Pero para nada me agradaba, parecía tener una sonrisa maliciosa, como si algo estuviera pasando por su mente Algo turbio.

Mi cuerpo se puso en alerta, así que di un paso atrás.

—No, es que no trabajo por esta area. Pero yo sí te he visto, incluso, he escuchado hablar de ti. Eres hermosa, si se me permite halagarte —otra sonrisa de lado, pero aun más terrorífica.

—Mu-muchas gracias —reacciona Jennie. Alcé mi barbilla—. De igual forma ya me tengo que ir —iba a pasar por su lado, pero este se interpuso.

—Permíteme conocerte, Jennie. Me pareces una chica muy interesante.

Y tú a mí muy maléfico. Y no me interesa conocerte.

Forcé una sonrisa, —Ahora mismo no puedo —otra vez se interpuso en mi camino—. Sehun, no quiero sonar ni ser descortés, pero me tengo que ir. Tengo trabajo que hacer.

Hice una mueca con sus labios, —Según yo te habían despedido.

Sí, estaba provocando algo, no sabía con exactitud que era. Pero a este punto ya no me gustaba para nada ni su manera de hablarme, y mucho menos la de mirarme. Quería huir de aquel lugar, mi pecho estaba oprimido, como si estar cerca de el fuera la peor decisión jamás tomada. Era difícil de intimidar, pero aquel hombre no me caía para nada bien.

—Volví.

—Ah, ya entiendo, eres de esas que no tienen ni una pizca de vergüenza y se dejan humillar por sus jefas. Claro, si es que es tu jefa.

Su tono era burlón, y mi mirada cerrada. No quería formar una pelea, dado que había personas a nuestro alrededor, pero él me estaba obligando a responderle. Era alto, pero yo más audaz.

—Si en algún momento te vi no lo recuerdo, y si no lo recuerdo no tienes derecho a meterte en mi vida privada. Uno: porque es mía. Y dos: porque no la mantienes. Ahora, déjeme pasar —otra vez—. Llamaré a seguridad si no me deja —lo fulminé con la mirada. Alzó las manos a mundo de paz.

—Aunque no lo creas, no vengo a buscar pelea, solo quería conocerte. Perdóname por mi tono, no era el que quería emplear.

—No parece. Si usted no me conoce no opine, que sé que al igual que todos, creen que me gané mi puesto haciendo cosas indebidas. No sé a que viene eso.

Su cabeza se inclinó hacia un lado, —Es extraño.

—¿El qué?

—Que no haya sido despedida ya. Manoban jamás dejó a una de sus secretarias más de una semana y luego apareces tu y —chasquea los dedos—. Por arte de magia le bajas los humos. Por eso es tan raro —se inclinó hacia adelante, sin pestañear—. Muy raro.

Corazón De Robot. (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora