Los primeros síntomas fueron inútilmente justificados a la madrugada:
Sentirse ausente de sí misma podía indicar confusión momentánea o un efecto colateral de la tristeza.
El exceso de liviandad podía asumirse como el efecto producido por el buen descansar, como podía ser también el hambre haciéndose oír.
Pero, ¿eso otro?
Eso otro no tenía forma de asumirse, aceptarse o asimilarse. Era simplemente un delirio particularmente real.
Contuvo el aire.
Parpadeó tres veces.
Se tocó los brazos: aún era tangible.
Pero una cosa no quitaba a la otra.
Sus venas se iluminaban ante el miedo.
Sus huesos capturaban esa luz a la perfección.
Y ella veía todo eso.
Lo veía porque su piel y su carne ahora eran transparentes.
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La casa encierra ecos
Short StoryEl encierro que trajo el 2020 fue la oportunidad perfecta para escuchar mejor a las historias que, tales como el eco, rebotaban en las paredes de mi casa, escapándose de mi mente. Historias que ahora están reunidas en este ¿libro? No son todas, clar...