Viento

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Pulso el timbre con calma, mientras sostengo la bolsa de la compra entre mis manos. Lua acude a abrirme. Me mira igual que lo hace Hugo; con desagrado. Al parecer a ninguno le gusto.
-¡Hola, Lua!
Sin respuesta. Sigue odiándome. No entiendo porqué. La niña se gira, y se va por donde había venido. Suspiro. Yo sé que algún día le gustaré y podremos ser amigos. Dejo la bolsa en el suelo durante un momento, para poder quitarme la chaqueta y colgarla. Después, me dirijo al salón, donde Naia me espera. Está sentada en el sofá, envuelta en la manta, con los ojos igual de rojos e hinchados que cuando yo me fui. Me siento en el sofá, a su lado. Le sonrió y ella hace un esfuerzo para devolverme la sonrisa. Comienzo a vaciar el contenido de la bolsa sobre la mesa, para mostrarle a Naia todo lo que he conseguido.
-Mira. Te he traído chocolate, y te he traído estas galletas, un pomelo, una cosa que brilla, esto creo que es esa pintura de cara que llevan las chicas en la boca...
Naia asiente, supongo que feliz de ver todas esas cosas que he traído para ella. Continúo sacando las cosas que quedan en la bolsa. Saco de ella un paquete rectangular y se lo paso a Naia, que abre los ojos de par en par. Sus mejillas se ponen muy rojas.
-Kai, ¿Qué haces con esto?
Le quito el paquete y lo examino durante unos instantes.
-Son chicles, creo.
Asiento, satisfecho con mi conclusión. Naia niega con fuerza.
-No, Kai, No.
Naia suelta un suspiro muy largo. Me explica que no es una caja de chicles, que es algo que se usa cuando quieres mucho a alguien y que no es algo cómodo de lo que hablar, así que puedo hablarlo con Eric en otro momento. Eric es alguien muy listo, así que estoy casi seguro de que, si se lo pido, me lo explicará muy bien. Naia devuelve la caja a la bolsa, mientras niega con la cabeza. Su mano llega al fondo de la bolsa y saca el dinero que me ha dado la máquina antes. Los ojos de Naia se abren de par en par.
-¿De dónde has sacado esto?
-Me lo ha dado una máquina.
-Una máquina... ¿No la habrás roto? ¡Eso es ilegal!
Niego con la cabeza.
-He tocado la pantalla, porque el señor que había delante lo ha hecho y le funcionaba.
Naia no parece convencida.
-Mira, Kai, mañana vamos a donde los sacaste y los devolvemos...
-Pero si la máquina me los ha dado...
No hace caso a mi queja.
-Nada de peros.
Naia parece seria. Decido dejarla un rato, para que se relaje un poco y para que disfrute de lo que le he traído.
-¿Dónde vas?
Tardo un rato en responderle.
-Me apetece pasear.
Le sonrío y sigo mi camino. La escucho decir adiós antes de que la puerta se cierre. El viento en la calle es más fuerte ahora que antes. Me estiro igual que lo hace Hugo, el gato, que no me gusta. Al otro lado de la acera hay una chica con los ojos azules, brillantes. Su pelo fucsia y ondulado se mueve con el viento. Sonríe. Y por algún motivo, parece que su sonrisa calma al viento. Doy un paso hacia delante. Ella hace un gesto con la mano antes de caminar por la acera en otra dirección.
-Oye, espera...
Cruzo la carretera para tratar de seguirla. A pesar de que lleva unos de esos zapatos que las chicas llevan para ser más altas y que Naia lleva a veces, se mueve muy rápido. Aún así, no la pierdo de vista. Gira en una esquina, yo también lo hago. Estamos saliendo del barrio de casas donde vive Naia y nos estamos acercando a la montaña. Donde Jaime solía pasar la mayor parte del tiempo cuando estaba bien. La chica del pelo rosa no para cuando llega a la entrada del bosque. Mira hacia atrás de vez en cuando, como para asegurar que la sigo. Sí, te sigo. El bosque ya no está lleno de nieve, se nota que la primavera se acerca. Algunos pájaros cantan, deshaciendo el silencio. Reconozco el camino que estamos tomando; hacia el lago. Estoy algo lejos de casa. Y no sería bueno que tardase mucho en volver. Sin embargo, continúo caminando. A orillas del lago, la chica se da la vuelta. Me mira. Ahora sí, el viento cesa por completo. Estamos tan sólo a unos pasos. Si levantase el brazo, probablemente la podría tocar. Mi visión se nubla. Todo se vuelve de color negro. Una especie de persistente pinchazo en la cabeza me hace daño. Mis piernas pierden la fuerza. Aún así, no siento el impacto de ninguna caída.

Kai.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora