Cierro los ojos mientras apoyo mi espalda en la pared del ascensor. Kai está a mi lado. Escucho su respiración rítmica. Relajante en ocasiones. Pero es imposible que ahora esté relajada. Sé que enfadarme conmigo misma no ayuda. Pero no lo puedo evitar. Yo me doy...
-Naia, no es culpa tuya. -La voz de Kai me saca de mis pensamientos.
Abro los ojos. Nuestras miradas se cruzan. Sus ojos amarillos centellean bajo la tenue luz del foco del aparato. Las puertas se abren y ambos salimos. Kai es alguien muy animado. Feliz por casi todo. No se enfada. Casi nunca está triste. Y eso que no sabe quién es. Que no se acuerda de nada. Le pega el nombre. Kai. Nombre de origen hawaiiano. Exótico, divertido. Significa océano. Lo leí en uno de los libros que dejó él. Mi padre. No quiero llamarlo así. Es una rata. Eso es lo que es. Kai camina a mi lado, tratando de mantener un ritmo adecuado al mío. De amoldarse a mí. Me alegra que se preocupe por mí. Me hace en cierto modo feliz. Me acompaña hasta la cafetería del hospital. Es divertido ver cómo todo le llama tanto la atención. Cómo le encanta ver cosas nuevas. Aprender. Me acerco a la barra. Una mujer de unos 50 años me sonríe desde detrás de ella.
-Un café con leche, por favor.- Digo.
-¿Para llevar? -Pregunta con amabilidad.
Asiento. Me doy la vuelta para toparme con Kai detrás de mí. Me mira. Sonríe.
-Eh, Kai, ¿Quieres algo? -Digo.
Parece retraerse un poco cuando le ofrezco cosas, pero esta vez, acepta. Señala a una niña en una de las mesas. Está sorbiendo una pajita que acaba en una botella de batido de chocolate.
-Eso. - Dice Kai.
-Está bien. - Respondo en un tono bajo, casi susurrando.
Giro de nuevo, esta vez hacia la camarera. El café ya está dispuesto sobre la barra. Qué rápido. La mujer vuelve a sonreírme.
-¿Algo más, preciosa?
¨No soy preciosa. Soy horrible. Inútil. No valgo ni para mí¨ Eso es lo que quiero decirle, pero me callo. No está bien visto socialmente.
-Un batido de chocolate. -Murmuro.
-Dicho y hecho.
En un par de minutos el batido se halla en manos de Kai. Da suaves sorbos a la botella; a él no le han dado pajita. Pero eso no parece importarle. Sonrío. Quisiera ser como Kai. Feliz.
Sus ojos amarillos se han fijado en mí de repente. Hay un silencio incómodo. Siento como si en cualquier momento él fuera a dejar aquella sonrisa amable a un lado, a tomarme por los ojos, fusilarme con la mirada y decirme: ¨Naia, acabo de darme cuenta de lo patética que eres, me largo, púdrete.¨ Y eso me espanta. Demasiado. Pero no lo hace. En su lugar, Kai se ríe. Me da pequeños empujones al caminar, como si fuese una especie de animalillo que quiere jugar, me adelanta, me espera, da saltos, vueltas, pero nunca me abandona. Y me pregunto porqué. Pero no le digo nada, sé que no le haría gracia. Suspiro. Volvemos a estar en el ascensor. Soy yo quien sostiene el café. Observo cómo se balancea dentro del vaso. Veo mi reflejo. Lo aparto de mi con rapidez. No quiero verlo. Tomo aire antes de salir del ascensor. Sé que si Eric me ve así, probablemente no me deje en paz. Y empezaría con sus charlas motivacionales que, por mucho que lo quiera, no valen para nada. Kai y yo avanzamos por el pasillo. Los hospitales no me gustan. Son deprimentes. Trato de opacar la mala cara que tengo, pero parece ser que no lo logro, Kai se pone frente a mí. Se ha agachado hasta que nuestros rostros están a la misma altura y ha dirigido sus manos a mis mejillas; son suaves pero frías. Aunque dicen que las personas de manos frías tienen el corazón cálido. Lo que ha hecho ha sido estirar de ellas. De mis mejillas. Como si tratase de regañarme, pero sin llegar a hacerme daño.
-Ay... -Me quejo.
-O sonríes o te pondré puntos en la cara para que se te quede la mueca fija. - Me amenaza, pero la sonrisa de su cara y el tono de su voz imposibilitan que parezca algo serio.
Sonrío por unos instantes. Rodeo su cuerpo con mis brazos y apoyo mi barbilla en su hombro. Ojalá que nunca cambie. Que jamás se infecte con el germen que la sociedad ha ido extendiendo. Esa falta de amor y de inocencia. Esa falta de piedad. Kai parece haberse sorprendido, porque lo noto tambalearse ligeramente. Lo suelto de golpe al ver que unas de las enfermeras nos miran, nos señalan y sueltan risitas. Marujas.
-Vámonos, Kai.
Él sólo asiente. Le tomo la mano y lo arrastro por el pasillo hasta la habitación de Jaime. Allí, Eric nos recibe con una sonrisa y un gesto de mano. Le tiendo el café a Jaime, que sigue en la cama. Verlo así me parte le corazón. Me siento culpable, por no haberle contado lo de Kai. Porque ahora otra de esas explosiones ha sucedido. La mano de Eric sobre mi hombro me hace salir de mis pensamientos.
-Naia, ya son las seis...
Mis ojos se abren de golpe. ¿Las seis? ¿Ya? Eso significa que tenemos que irnos. Por mucho que quiera quedarme, tengo cosas que hacer y no puedo dejar a Lua con María todo el tiempo. Me muevo hasta Jaime y le doy un beso en la frente.
-Ánimo... Tú puedes. Sé que eres fuerte. - Le digo.
Jaime sonríe.
-Cuídate mientras esté aquí, enana.
Asiento con levedad.
-Mañana volveré, ¿vale?
-Pero tienes cosas que hacer, Naia. No es necesario que te molestes.
Niego con la cabeza bruscamente.
-Es completamente necesario.
Nos miramos unos instantes y, finalmente, los chicos y yo salimos de la sala. Caminando por el pasillo veo a uno de los hombres de la planta baja, de cuando llegamos. Uno que caminaba nerviosamente. Han abierto la puerta de una de las salas y ha entrado. Se ha oído un llanto. De bebé. Enhorabuena. Las comisuras de mis labios se curvan ligeramente. Eric me mira y le sonrío. Le doy una palmada en el hombro.
-¿Qué miras, tonto? -digo
-A ti, tonta. -responde.
-Eso no es justo, a mi no me mira nadie. -Interviene Kai con un infantil tono de protesta.
Compartimos una carcajada. Montamos en el ascensor. Procuro hablar y hablar con ambos, no es cuestión de preocuparlos. Llegamos a la salida del hospital. Llueve. Las gotas caen abruptamente sobre el suelo y ya han formado algún que otro charco. Para fortuna nuestra, María está fuera con el coche. En el asiento trasero diviso a Lua, dormida. Lua. Ella es la primera que sufre con todo esto, y también es mi culpa.

ESTÁS LEYENDO
Kai.
FantasyLas cosas nunca son lo que parecen. Tampoco para Kai, quien aparece de repente en medio de la montaña, herido y masacrado. Por suerte, alguien lo recoge. Pero él no recuerda nada, o casi nada. Así, Kai comienza a aprender, a crecer mentalmente, a co...