Eric

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El chico de pelo dorado me guía a través del parque. Veo a Naia perderse en la distancia. Entonces es cuando él habla.

-Bien, Kai. Naia me lo ha contado todo, así que no te cortes conmigo, ¿Sí?

Asiento.

- ¿Lo del microondas también? - Pregunto con cierta timidez.

-He dicho todo. - Eric se ríe. No parece mala persona. No parece.

Mira al cielo por unos segundos y la luz del sol provoca un brillo plateado en sus ojos.

- ¿Cuántos años tienes? - Me pregunta.

Miro al suelo. ¿Cuántos?

-Supongo que tantos como tú.

Me encojo de hombros. Eric sonríe amargamente por unos segundos.

-Vamos a mi casa. - Dice, finalmente.

Seguimos caminando. Eric y yo parecemos no tener nada en común. Nada de lo que podamos hablar.

-Sabes, Naia es alguien muy importante para mí. - Dice Eric.

Ya está, ha dado en el clavo. Nuestro punto en común. Naia.

-Lo suponía. - Digo con calma.

-La cosa es que parece muy concienciada contigo. Así que... - Hace una pequeña pausa. - No hagas nada que la ponga triste. Ya ha sufrido lo suficiente.

Su última frase repiquetea por mi cabeza. Eric abre los ojos de golpe. Parece haber entendido que ha hablado de más, y que ha dicho cosas que yo no sabía. Voy a abrir la boca para responder, pero él se me adelanta.

-En el instituto. Tiene problemas en el instituto. -Lo dice en voz muy baja, como si le doliese decirlo.

- ¿Porqué?. - Es la única cosa que se me viene a la mente. ¿Cómo es posible que Naia tenga problemas con las personas si ella es  tan agradable?

- Es diferente. Eso ya era suficiente de por sí. Luego está el tema de su padre... ¿Te lo ha contado?

Muevo la cabeza afirmativamente.

-Es un hijo de puta...

No sé qué es puta, algo malo, supongo.

- Va escasa de dinero. A veces mi madre y yo le pasamos algo de comida. Luego está el guardabosques, Jaime. Legalmente, se supone que está a su cargo, pero Naia insiste en que no quiere molestar.  Y luego está el ¨incidente¨.

-¿Qué incidente? - Parpadeo un par de veces. Mi mirada delata claramente que soy alguien excesivamente curioso.

Eric se para. Está callado unos instantes, parece que se lo piensa.

-Cuando el padre de Naia las abandonó, ella intentó suicidarse. Varias veces. Lo intentaba y lo intentaba. Pero nunca lo conseguía. Una de esas veces, la última,  dice que quien la salvó no era de este mundo. Que pudo oirlo, sentirlo, pero no verlo. - Suspira. Cierra los ojos y aprieta los labios. - Obviamente, nadie la cree. De hecho se ríen de ella por eso. Pero ella jura y perjura que lo vió. Le he dicho que mienta. Que se ahorrará problemas. Pero ella no es de ese tipo de persona.

Miro a Eric, espantado. Naia, ¿suicidarse? Quiero decir, sé que es mucho lo de sus padres. Estar sola. Pero, ¿suicidarse?.

-Y tú. ¿Tú la crees? - Creo que mi voz ha sonado algo agresiva.

El rubio vuelve a mirar el cielo. Parece que lo hace cuando está pensativo.

-Supongo que debieron ser imaginaciones suyas. Pero apoyo a Naia, me necesita. Es una buena chica y no me gusta verla sufrir. Aunque es cierto que a su alrededor suelen suceder cosas raras...

Dice esto último y me mira, como si quisiera que me diese por aludido. Casi me siento ofendido. Pero no digo nada. Principalmente porque Eric se detiene ante una de las casas de la calle. Eric saca una llave y la encaja en la cerradura con precisión. Abre la puerta y se hace a un lado.

-Adelante.

Paso a la casa con cierta timidez. Unos ojos grises me observan desde una de las puertas. La mujer, alta, con el pelo negro como el carbón y los ojos plateados de Eric sale a mi encuentro. Me da dos besos, uno en cada mejilla.

-Hola, tú debes de ser Kai. Eric me dijo que vendrías.

No sé como reaccionar, así que me limito a asentir. Eric interviene.

-Es algo tímido... No lo atosigues, mamá.

La mujer se ríe. Es simpática. Me gusta. Ha de rondar la edad de Jaime, quizá unos cuantos años más.

-Bien. Yo soy María. - La madre de Eric sonríe con un entusiasmo que parece de otro mundo.- Si necesitas lo que sea, dímelo. ¿Vale?.

Estoy a punto de responder, pero Eric ya me ha empujado escaleras arriba. Me lleva a su cuarto. Se sienta sobre la mesa que hay en él. Las paredes, pintadas de azul, están recubiertas de carteles, Eric dice que son de bandas de música. La banda de la que más carteles tiene se llama ¨My Chemical Romance¨. Tiene tres, uno al lado de su puerta, otro al lado del armario y un tercero sobre la cama. Hay una especie de tele pequeña, pero no es una tele. Eric lo llama ordenador. Naia no tiene de eso. Miro al techo. Un foco resplandeciente está incrustado en él. El chico de ojos grises mira por la ventana. Se levanta de la mesa con rapidez. Lo veo rebuscar por los armarios con insistencia, hasta que encuentra lo que parecía buscar. Se da la vuelta hacia mí. Sonríe. Tiene los dientes blancos y perfectos. Los de Naia también son igual de blancos, pero uno de sus incisivos está torcido. Me tiende algo. Lo tomo entre mis manos. Es una mochila, Naia tiene una. Miro a Eric.

-Es para tí. Yo ya no la uso, y supongo que Naia no tiene muchas cosas que puedas usar... A no ser que quieras vestirte de mujer.

Se ríe. Aprieto la mochila entre mis manos. Es gris y azul. Bonita.

-Gracias.

Él asiente con levedad.

-Si quieres, puedo buscar las cosas que yo ya no use y te las llevas.

Imito su gesto anterior. Eric se da la vuelta por unos instantes. Algo se cuela por la puerta de repente. Salta sobre la pierna del chico. Me echo hacia atrás de golpe. Ahora la cosa viene hacia mí. Es negra, marrón y blanca. Tiene una cola como Hugo, pero la menea con rapidez al moverse. Empieza a lametearme. ¿Quiere comerme? Eric ha debido notar mi cara de susto, porque ha echado a reírse. 

-Se llama Sandy. - Me dice.- Es un perro.

Perro. No es un gato, es un perro. Miro a Sandy. Sigue moviendo la cola. Le toco la cabeza y su velocidad aumenta. Me río. Me gusta. A diferencia de Hugo. Me quedo jugando con Sandy mientras Eric reúne todo lo que me va a ceder. La veo rodar por el suelo, agitar el rabo, sacar la lengua y corretear a mi alrededor. Yo también quiero uno... La voz de Eric me saca de mis pensamientos. Me tiende la misma mochila. Ahora pesa. Está llena. Miro por la ventana. El sol está en su punto más alto. Hora de marcharse.  Le digo adiós y gracias a Eric, que pregunta si quiero quedarme a comer. Hubiera dicho que sí, pero no quiero dejar a Naia sola. Me pasa su número de teléfono, por lo visto él también tiene. Sandy me ladra como despedida. Bajo las escaleras. La madre de Eric me da una cajita. ¨Es para Naia¨, dice.  Supongo que será comida, como ha dicho antes mi nuevo amigo. Al final, no lo he pasado tan mal. Salgo a la calle. Eric me indica desde la puerta que para llegar a casa de Naia sólo tengo que ir todo recto hacia arriba, y después girar a la derecha en el primer cruce. Comienzo a caminar por la calle. Cuento mis pasos. Me gusta el ritmo que tienen. Uno, dos, uno, dos, uno... Levanto la mirada. Ya he llegado al cruce. Veo a alguien al final de la calle. Es Naia. Me acerco. Espera, está llorando. No lo entiendo. Algo ha debido de pasar, así que acelero hasta llegar a su lado.

-¿Qúe pasa? - Pregunto.

No hay respuesta. Ella sólo se apoya sobre mi pecho. Tiembla. Así que la abrazo.

-No llores, Naia. No llores.

Kai.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora