Capítulo 1: Amanecer

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Esta vez he despertado por un ruido metálico y unos pasos ansiosos. Al hacerlo, he podido observar una figura antropomorfa, de baja estatura, sentada a mi lado. Sobre ella, una bandeja. La figura me miraba con sus ojos abiertos, de un color marrón sucio. No estaba ni gorda, ni delgada. Su cabello oscuro le llegaba por la nuca, o eso pensé hasta que vi el recogido que portaba cuando volteó la cabeza. Dudaba de si se trataba de una mujer o en cambio, era un hombre. Conseguí salir de dudas cuando abrió la boca para emitir: ¨Ya era hora. Estaba esperando que te despertaras¨.

Tenía una voz suave. Parecía que no quería agredir al silencio que reinaba unos instantes antes. Añadió una sonrisa cordial y extendió la tabla metálica hacia mí. Abrí la boca tratando de darle a conocer que no sabía que quería que hiciera. Antes de que dijera nada, ella tomó una cuchara, la sumergió en un cuenco, que estaba lleno de un líquido anaranjado de aroma suave, y rápidamente lo introdujo entre mis labios. Estaba claro que tenía un sabor agradable. Ante mi mirada atónita, ella se limitó a decir: ¨ ¿es la primera vez que la tomas? ¨ Solo asentí con la cabeza. Seguí devorando con avidez el alimento que ella denominaba ¨sopa¨

Me miraba con una pequeña sonrisa en la cara, lo cual me provocaba cierta incomodidad. De todos modos, no iba a echarla, ni a decirle que dejase de mirar. Noté el líquido naranja descender por mi barbilla. Aquella torpeza de mis movimientos me despertó un odio interno hacia mi ser, y provocó una carcajada por parte de la mujer. Frotó mi barbilla con un pañuelo blanco, que portaba pulcramente doblado en su bolsillo. Señaló la salida.

-Ahí está el baño. Úsalo cuando lo necesites.

-¿El baño?- Articulé aquella palabra con una expresión de desconcierto. Todavía me costaba procesar algunas palabras.

-Baño. ¿Es que no sabes nada? - La mujer soltó aquellas palabras con un tono de voz amable, pero de cualquier manera, puedo afirmar que me sentí ofendido, muy ofendido. Ella pareció notarlo.

-Disculpa, lo siento. Me llamo Naia.

La miré sin mediar palabra.

-¿Tienes un nombre?

Un nombre. Miré al techo por unos instantes. Busqué en mi cabeza algo que pudiera tener que ver con un nombre. Mi nombre. Nada. Noté de repente como mi brazo izquierdo comenzaba a perder la sensibilidad. Traté de erguirme sobre aquella superficie blanda en la que estaba, para despertarlo, pero el dolor me lo impidió. Finalmente, respondí a su pregunta.

-No lo sé.

Ella pareció perder su mirada en alguna parte de la oquedad por la que pasaba la luz. Finalmente, clavó sus ojos en mí.

-Kai.

-¿Ka...i?- Repetí con lentitud.

-Tenemos que llamarte de alguna manera, ¿No?. Pues serás Kai.

Asentí lentamente desde mi indefensa posición. Naia sonrió de nuevo.

-¿Dónde estoy?- Pregunté, al cabo de unos minutos de silencio.

-En mi casa.- Respondió ella con total naturalidad.

-¿Por qué?

- ¿Cómo que porqué? Estabas tirado en medio de la nieve, te encontré por pura casualidad. Eres un chico con suerte, Kai.

-¿Nieve?

-Ah, sí. Estamos en medio de la montaña. Por eso me pareció algo raro encontrar a alguien tirado en la nieve, con todas esas heridas y tan ligero de ropa. – Soltó una carcajada- Te arrastré como pude y te traje aquí para curarte.

Kai.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora