Tormenta

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Echo una mirada hacia la ventana. Por las nubes, podría decir que lloverá pronto. Me llevo un pedazo de chocolate del que Kai ha traído hace un rato. Dejo escapar un suspiro. Hugo se sube al sofá y forma desniveles en la zona donde sus patas se apoyan. Está un poco gordo, aunque si le dijese eso a Lua, probablemente se ofendería. Me levanto del sofá, lo cual parece molestar al gato, que se ha visto obligado a moverse del sitio en el cual se había acomodado tras un largo rato de decisión. Grito el nombre de Lua para que se presente en el salón, pero ella sólo se asoma por el hueco de las escaleras, dejando sus coletas colgar hacia el vacío y suelta un poco audible "¿qué?".
-¿Te apetece que vayamos a por pizza al restaurante del centro?
Lua piensa un rato.
-Está bien. -Dice, antes de desaparecer de nuevo, supongo que hacia su cuarto.
Mientras Lua se prepara, yo me dirijo hacia la cocina. Abro el armario para sacar la comida de Hugo, que viene en sacos de dos kilos, y le dejo una poca en el recipiente metálico en el que suele comer, situado justo al lado de otro que está a rebosar de agua, que probablemente pronto será desparramada por culpa del gato.
Busco las llaves de casa en la encimera, y no las encuentro. Así que probablemente estarán en el cuenco de la entrada. Los pasos de Lua bajando las escaleras me avisan de que ya está preparada para salir. Salgo de la cocina. Le echo un vistazo a mi hermana pequeña, que se ha puesto una chaqueta de lana rosa encima de un vestido blanco como la nieve, y se ha puesto un par de lazos del mismo color en las coletas que llevaba desde hace ya ratos. Se dirige hacia la puerta, donde me espera pacientemente a que la alcance. Meto las llaves que he cogido del cuenco a mi bolsillo antes de salir. Lua camina más rápido que yo, aunque no demasiado. El cielo sigue amenazando con dejar caer una tormenta, pero por lo que han dicho en las noticias, no tendría que llover hasta dentro de un par de horas. Para entonces, tanto Kai como nosotras estaremos ya en casa. Quizás también pueda pasar por casa de Eric y pedirle prestadas un par de películas. También podría venirse a cenar. Medito esas posibilidades, mientras vigilo a Lua. Pongo mi mano sobre su hombro al llegar al primer paso de cebra. Siempre trato de mantenerla a salvo bajo toda circunstancia. Quizás es el único motivo que me mantiene cuerda y con vida. Porque ella me necesita. Más que nadie, más que nada. Debo estar allí para ella. Resistir. Ser su pilar. Cruzamos una vez un par de coches han pasado y no quedan más a la vista. Siempre sin apartar mi mirada de Lua, caminamos por la acera vacía de este pueblo poco bullicioso en el que casi nunca pasa nada, y si pasa algo, probablemente es a mí. O a alguien cercano. El recuerdo de Jaime en el hospital me produce un escalofrío que recorre mi columna como una descarga eléctrica. Unas voces conocidas captan mi atención. Compañeras de clase. Suspiro. No me hace gracia la idea de cruzarme con ellas en este momento. Tomo la mano de Lua para llevarla hacia otro lado de la calle.
-Naia, así vamos a llegar más tarde...- Lo comenta con preocupación.
-No tenemos prisa.
Ofrezco mi excusa mientras cambio la ruta planificada por otra más larga. Kai tiene llaves de casa y nunca anda muy lejos del barrio. Preocuparse sería una tontería. Camino deprisa por el camino. Estoy segura de que no me han visto pasar, lo cual es un beneficio para mí. Supongo. Lua me mira, con cierta expresión de extrañada. Le sonrío, mientras pienso en cualquier excusa para darle por haber tomado el camino largo.
-Así podemos pasar por casa de Eric primero.
En efecto, el otro camino pasa justo por en frente de casa de Eric más o menos a final del trayecto. Lua lo piensa unos segundos antes de asentir con la cabeza y volver a su expresión relajada, que últimamente no muestra mucho debido a la presencia de Kai en la casa. No tienen muy buena relación, y Lua se niega a mantener contacto con él, lo cual es una molestia para la convivencia. De todos modos, acabará por adaptarse. El camino no se hace tan largo como esperábamos, la casa de Eric aparece en la distancia tras un rato de caminata y de charla con Lua, que parece olvidarse de todos sus males cuando libera sus palabras, que no muchos pueden oír en su máximo esplendor, que se da cuando te ganas su confianza. A pesar de ser una niña, hay aspectos suyos que, a veces, la hacen parecer muy madura. Llamo al timbre de Eric un par de veces, sin resultado alguno. Lua y yo nos miramos. Ella inclina su cabeza y los mechones de sus coletas caen hacia la derecha. Saco el móvil de mi bolsillo para hacerle una llamada. Eric atiende el teléfono en un instante. Tras decirme que está en el super con su madre, fija una hora para pasarse por mi casa sin esperar a mi respuesta y cuelga. No tiene remedio. Realizamos el resto de la tarea, llegando a la pizzería y apropiándonos de un par de cajas de pizza familiar, que están a dos por precio de uno durante esta semana. Al llegar de vuelta a casa, la lluvia ya había comenzado a caer. Y, sin embargo, Kai todavía no había aparecido.

Kai.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora