Capítulo 3- Crisis

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Un sonido abrupto, capaz de reventarle los tímpanos a cualquiera, me hace salir de la cocina a toda prisa. No, Naia no está en el sofá. Miro las escaleras y veo a Hugo en la cumbre. Si él está ahí, entonces ella también está arriba. Supongo. No pierdo el tiempo y subo las escaleras con tanta rapidez que parece que están hechas de fuego y que mi intención es esquivarlas. A mi paso por el pasillo, veo la puerta de Lua entreabierta, y su carita asomar, pero al verme retrocede en el acto y la cierra de golpe. Pero paso de largo. Trato de abrir la puerta del baño, se resiste un poco, pero lo logro. Naia estaba apoyada en ella, por eso no se abría. Diablos. Cuando la miro a la cara, está pálida como si hubiese visto un fantasma, pero sonríe. Aunque es más una sonrisa desquiciada. Miro al frente y averiguo porqué. El espejo del baño está hecho pedazos.

-Naia, ¿Qué diablos haces? -Digo mientras la enderezo, pues estaba ligeramente agazapada.

-Nada.- Responde, con una tranquilidad ciertamente inquietante.

Maldita sea. Eric dijo que a veces tenía crisis. Esa clase de cosas. ¿Qué hago?

-¿Porqué has roto el espejo? -Pregunto, con el tono más suave que puedo usar.

-Tú no lo entiendes, Kai. No lo entiendes. -Es lo único que dice.

Rodeo sus hombros con mi brazo derecho y me doy cuenta de que está temblando. Así que la atraigo hacia mí para evitar su tambaleo. Así puedo sacarla del baño y cerrar la puerta tras de mí. La guio por el pasillo con delicadeza. Ninguno de nosotros dice una sola palabra. Abro la puerta de su cuarto. Yo nunca he estado dentro, tampoco pienso que fuese necesario estarlo en ningún momento. Excepto ahora, claro está. No me preocupo en mirar a mi alrededor. Lo único que hago es sentarla sobre la cama, después sentarme a su lado y escuchar nuestras respiraciones.

-Quédate aquí. No te muevas, Naia. - Se lo digo como si se lo estuviese pidiendo porque no me veo capaz de darle órdenes. Supongo que no soy ese tipo de persona.

Ella no me responde, pero como voy a estar justo afuera, no importa. Rebusco en mis bolsillos y saco el móvil que ella misma me dio. Marco el número de Eric. Un pitido. Dos pitidos. Tres pitidos. Una pausa. La voz de Eric tras el auricular.

-¿Kai?. -Su voz suena suavemente, como una especie de ronroneo.

Ronroneo es lo que Hugo hace cuando Lua o Naia le acarician tras las orejas.

-Eric. -Respondo.

-¿Ha pasado algo? ¿Es Jaime? -Suena preocupado.

Eric es un buen chico, creo. 

-No, no es Jaime. -Digo

-Menos mal.

-Naia está rara. - Lo suelto rápidamente, como si quisiese evadir la verdad.

 -¿Cómo rara? -Su tono de preocupación regresa, pisando bien fuerte.

-Bueno, no puedo decirte mucho... Estaba en el baño.Ha roto un espejo, y...

-Ya voy. -Él me corta en seco y cuelga.

Me alegra que esté aquí. Apoyándonos, supongo.

Vuelvo a entrar al cuarto. Naia no se ha movido. Sólo está ahí, quieta, sentada. Ella empieza a hablar.

-Una vez, yo salté por esa ventana. -Me dice, mientras suelta una risita.

-¿Naia? - Esta situación me asusta...

-Y entonces el ángel me salvó.

Dice eso último antes de fruncir el ceño.

-Pero hace mucho, mucho, que él no da señales de vida, y me pregunto porqué.

Ya entiendo el problema de Naia en el instituto. Maldita sea. Me siento a su lado y la abrazo con fuerza.

-Ya está. Ya está. -Mi voz suena convertida en un susurro. Naia sigue temblando como antes.

-A lo mejor él se ha cansado de mí, como todos.

-No digas esas cosas. Eric no se cansaría de ti. Ni Jaime, ni Lua. Ni yo.

Quisiera poder ayudarla, de verdad. Pero es que no sé qué puedo hacer. Así que sólo trato de actuar serio. Se ser firme. Eso es lo que Naia necesita, firmeza. Suena el timbre, sé que és Eric. Ella hace ademán de levantarse, pero la vuelvo a sentar.

-Tú quieta, yo me encargo de todo.

Cuando salgo del cuarto, veo a Hugo pegado a la puerta. Me bufa con fuerza, pero paso de él. No tengo tiempo para duelos de miradas. Bajo las escaleras para encontrar a Lua, con la puerta abierta y Eric en frente. Lua se gira hacia mí. Pone mala cara. Eric pasa dentro.

-¿Naia? -Pregunta.

-En su cuarto. -Respondo.

-Voy a verla.

-Yo me encargo de Lua.

Eric desaparece escaleras arriba. Lua trata de seguirlo, pero la levanto en el aire y la llevo al salón.La niña patalea, chilla, me araña e incluso llega a llorar, pero no puedo dejar que vaya arriba. Tras la rabieta, me mira con una expresión de odio puro que no le pega a una niña tan pequeña.

-Lua, cálmate.

-¡No! ¡No! -Me grita, histérica.

Trato de acercarme a ella y retrocede, con pánico en los ojos.

-¡NO! ¡Tú eres un monstruo! -Me grita.

No lo entiendo.

-No voy  a hacerte nada. -Trato de calmarla.

Nada funciona. Al final, la niña se limita a huir al baño y encerrarse en él. No puedo hacer nada. Salgo fuera de la casa. Sigo sintiéndome inútil, pero si Lua no quiere ni acercarse a mi, entonces no es mi culpa. Al menos lo intento. Y la he mantenido alejada de Naia, como debía hacer. Suspiro. Tan sólo espero que Naia esté bien, es lo único que pido. Un ruido acaba de sonar. No sé de dónde viene. Doy vueltas con la mirada en busca de lo que lo ha producido. Hay una chica en la calle de en frente. Tiene el pelo rosa. No había visto a nadie con el pelo rosa hasta ahora. Rosa chicle. Sus ojos son bonitos, aunque está lejos, la puedo ver. Son de un color azul. O verde. O una mezcla entre los dos. Raro. La chica sonríe. Le sonrío de vuelta. Una mano se posa sobre mi hombro. No me doy la vuelta, sé que es Eric.

-¿Qué miras, Kai? -Me dice, curioso.

-A la chica. -Respondo y señalo el lugar donde la chica de pelo rosa está plantada, de pie, sonriéndome.

Eric tarda un poco en contestar.

-¿Cuál chica?

-Esa.

Señalo de nuevo el lugar. Eric se ríe.

-No caeré en la broma, Kai. 

Me da una palmada en la espalda.

-Escucha, si Naia se pone así de nuevo, aléjala de las ventanas y demás objetos cortantes. Ve a la cocina, segundo cajón a la derecha y le das una de las pastillas del frasco, son calmantes.

-Ah, vale. -Lo digo, aunque no he prestado demasiada atención.

Eric se marcha y veo su figura de espaldas desaparecer al final de la calle. Vuelvo a mirar a la chica, ahora está en la carretera. Sigue sonriendo. 

¨Ya he llegado¨

Oigo la voz, pero ella no ha movido los labios. Las luces de un coche me hacen desviar mi atención de ella.

-¡Cuidado! - Le grito.

Ella se ríe con dulzura, pero no se mueve. El coche pasa. Y ella desaparece, dejando tan sólo una brisa portadora de un aroma de flores.

Kai.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora