Paz

40 3 0
                                    

Tus ojos siguen cerrados. Estuviste a punto de caer, pero el impacto de tu cuerpo contra el suelo nunca llegó a romper el íntimo silencio que habíamos establecido entre ambos. Lo único que puedo hacer por el momento es dejar reposar tu cabeza sobre mi regazo mientras observo tu tan típica expresión de paz, casi imborrable de tu rostro. Aparto de tu cara un par de mechones de cabello de un color blanco como la nieve. Es obvio que todo esto te está dejando exhausto. Que están habiendo demasiados problemas, tanto aquí como en casa. Que no vas a poder resistir mucho más si no encuentras lo que has perdido. Terrible. No puedo permitir que te quedes tirado y debilitándote lentamente, consumiéndote en un lugar al que no perteneces. No sería algo que tú merecieses. Una gota de lluvia cae del cielo y se desliza por tu mejilla con suavidad. Empieza a llover. Aún así, todavía no tengo prisa alguna. Hay tiempo. No sé cuánto, pero el margen es seguro por el momento. Te necesitamos. Todo se está yendo a la ruina. Sin ti, no podemos seguir la velocidad del mundo. Nos caemos a pedazos. La situación tan sólo sigue empeorando con el tiempo. Hay quien ha tratado de arreglarla, de ayudar. Pero no tiene sentido. No hay orden sin ti. Sólo desastre y discordia. Nadie consigue ponerse de acuerdo y la injusticia sigue avanzando a su libre albedrío. Me he visto obligada a buscarte. Aunque yo jamás te perdí. La vida es algo que ha dejado de valorarse en tu ausencia. Quizás, motivadas por la sed de poder y la codicia, las almas de aquellos que conocíamos han empezado a corromperse también. Los sentimientos y pareceres de las personas cambian a la velocidad del rayo si es que así les conviene o lo quieren. O tal vez siempre mintieron. Tal vez nunca nada estuvo bajo control. Y todo esto estaba desmoronado incluso antes de empezar a ser construido. Las gotas continúan cayendo, cada vez marcando un ritmo más rápido. Las escucho melodiosas. Como si tratasen de cantar ante una mala situación. Un premio de consolación para esta pobre perdedora. Probablemente me regañarías si me oyeses hablar así. Porque a ti no te agrada que nadie hable mal de sí mismo. Incluso si ese alguien no es bueno del todo. Incluso si sabes que ese alguien sólo quiere hacerte daño a ti y a más personas. Porque tú sabes cómo llevar todas estas situaciones que se me escapan de las manos como si fuesen pedazos de jabón escurridizo. No puedo evitarlo. Ya sabes, sentirme inútil sin ti. Aún sin palabras, siempre has sido quien me ha guiado. Aquel que me ha hecho entender lo fantástico de tantas  cosas incomprensibles, lo malo dentro de todo lo bueno, lo bueno dentro de todo lo malo. Que, para conseguir un arco iris, primero tienes que soportar la tormenta. Un suspiro fugitivo de mis labios se escapa para mezclarse con el aire de la montaña. Aunque técnicamente y por definición, deberíamos ser inmunes a casi todos los males, me doy cuenta y comprendo que realmente somos tan frágiles como un pedazo de cristal fino. Lo único que cambia es qué tan transparente es el alma de cada uno. ¿Sabes? Si las almas fuesen de colores, estoy segura de que tendrías la más bonita. Y también de que eso haría que los demás sintiesen envidia. Quisieran quitarte de su camino. Porque hay quienes no pueden soportar que alguien simplemente sea mejor, aunque ese alguien sea el más bondadoso del mundo. Y simplemente hacen que sus propios colores brillen aún menos. Patético. Pero no debería decirlo. Porque ser malo con los demás es algo que no es bueno. No está bien. Nosotros no lo aceptamos. Pero, ¿sabes? En este tiempo sin ti he aprendido que a veces hace falta defenderse. Y quizás, aunque tú no lo creas y te parezca completamente erróneo, que a veces el fin justifica los medios. Y, por mucho que me cueste convencerte, necesito tu ayuda. Y sé que accederás. Porque confío en ti ciegamente. Te confiaría mi vida si fuese necesario. Nunca dudo, ni dudaré de ti. Nunca dudo, ni duraré de tu capacidad. En este mar tormentoso que siempre he sido, eres el único capaz de crear una sensación de calma. Te debo más de lo que puedo pagar. Aún así, esta vez seguiré pidiéndote favores. Por supuesto, yo ayudaré. Esto nos concierne a todos nosotros. Las gotas de lluvia golpean el suelo furiosamente. Me inclino sobre ti para que no lleguen a alcanzarte. Perjudicar tu salud es algo que no querría hacer. El ruido de un trueno resuena con poderío y agita mi corazón por unos instantes. Quizás sería adecuado llevarte hasta la casa en la que estás. Con esa chica con la que estás. Siempre te han agradado, ¿no? Te resultaban curiosos. Y claro, había quién se reía de ti. Pero tampoco importaba. Te levanto del suelo como puedo, pero con delicadeza, como siempre. No es que me de miedo romperte. La noche comienza a dejar caer su velo, que no es divisable tras la gruesa capa de nubes. El camino de vuelta no me resulta ardúo. Todas estas cosas me merecen la pena. Como siempre dices: lo único que quiero es ayudar. Y sigo tu ejemplo. Aunque he de decir que el camino al  infierno está hecho de buenas intenciones. De todos modos, sé que ahora mismo estoy haciendo lo correcto. Que lograremos salir de esta, entre ambos. Aunque fuésemos nosotros dos contra el mundo. Porque siempre lo hacemos. No es difícil. Tan sólo se necesita una cosa: una causa  común por la que luchar y seguir adelante. Te siento contra la fachada de la casa. No he podido darte lo que te he traído, pero no pasa nada. Llamo a la puerta antes de volver por donde he venido. Desde la distancia, oigo la exclamación de sorpresa de una chica. Y sé que vas a estar bien por el momento. No te preocupes. Después de todo, voy a regresar a por ti.

Kai.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora