Una sensación de dolor decidió quedarse en mi cabeza. Abro los ojos. Tardan un ratito en acostumbrarse a la iluminación, y cuando lo hacen es para dejarme ver la cara de Naia. Preocupada, con la cara húmeda porque en sus ojos ha estado lloviendo. El verde que tienen brilla más así. Se relaja un poco cuando me ve despierto.
-Naia.
Lo digo como siempre, con cierto tono animado. Es porque estar con Naia me anima. Realmente, muchas cosas me animan. Porque todo es tan diferente de todo, tan nuevo. Quizás sea una sensación de aventura. Naia sonríe un poco. Me enseña un aparato que parece una especie de palo. Me explica que es un termómetro, y que hacía un par de horas me había encontrado en la puerta dormido, y que el termómetro le había dicho que yo quemaba. Y que eso es malo. De todos modos, Hugo siempre está quemando y sigue teniendo energía para sembrar el mal y la destrucción. Naia añade que debería descansar, que estoy "enfermo". Espero que eso sea algo bueno. Aunque, realmente no lo parece. Suspiro. La lluvia golpea el cristal con insistencia, como si quisiera entrar a casa y acomodarse a un lado en la cama. Veo a Lua asomando por la puerta. Nunca entra, se limita a observar. Y lo hace siempre de esa manera. Sigue rehuyéndome. Simplemente no le gusto, al parecer. El gato se pasea a sus pies. Naia me aparta el pelo de la frente antes de echarse hacia atrás y acercarse a la puerta. Lua huye antes de que su hermana la vea. Naia se para ante la puerta unos segundos. Me sonríe.
-Si necesitas cualquier cosa, llámame. Y procura no moverte demasiado.
Asiento, con cierta insatisfacción. No me gusta no hacer nada. Simplemente no es algo que pueda hacer así porque sí. Fijo mi mirada en el techo, siguiendo con ella el par de grietas que se esconden en el rincón de la esquina derecha. La casa de Naia no es grande, pero tampoco pequeña. Los techos de las habitaciones son blancos como la nieve que había hasta hacía poco en la calle, y, aunque algunas grietas recorren algunos de ellos, siguen luciendo limpios y conservados. No es demasiado lujosa, pero está bastante bien. Naia trabaja duro por mantenerla. Hace todo lo que puede. Y ya que estoy aquí, yo trato de echar una mano con lo que puedo. Aunque no siempre ayudo. Naia algunas veces dice que el camino al infierno está hecho de buenas intenciones. No entiendo muy bien lo que quiere decir, pero supongo que tiene que ver con ello. Tras un rato de insoportable inactividad, me levanto de la cama. No puedo quedarme parado; me aburro. Abro la puerta y paso al pasillo para encontrarme de bruces con Lua. Me mira, mientras alza una ceja.
-Voy a darme un baño. - La reciente idea surge como la excusa ideal para salir del cuarto.
La chica inclina la cabeza, no demasiado convencida de que sea apropiado en este momento o de que le interese del todo lo que yo vaya a hacer. No responde, se limita a pasar de largo. Y yo, sigo sin comprender porqué exactamente le desagrado tanto como parece que lo hago. Igual que a Hugo. Pero Hugo no cuenta, es maligno. Puede que sea tan sólo que no puedo gustarle a todo el mundo. Quiero decir, para mí algo puede ser muy bello, pero para otro quizás es algo repulsivo. Y cosas del tipo que pueden usarse para las personas. Para Naia yo soy bueno, quizás para Lua soy malo. O algo así. Es complicado, supongo. Sigo mi camino hasta el baño. Allí me espera el espejo, con el que te encaras nada más entrar. Mi piel, que ya era clara de por sí, parece aún más blanca. No creo que sea algo bueno. Por otro lado, mi pelo está destrozado por la lluvia que Naia dice que me estaba salpicando cuando aparecí en la puerta. Así que lo de bañarse no era tan mala idea después de todo. Pongo la mano sobre el trasto que hace que salga agua del tubo al que Naia llama grifo. Lo giro despacio, porque no quiero romperlo, hacia la zona de color rojo, que saca agua calentita. El chorro comienza a llenar la bañera blanca. Cierro la puerta con llave, para que evitar encontronazos incómodos. Me deshago de las prendas que llevaba y, tras unos minutos, contemplo la bañera ya llena. Meto un dedo para comprobar que no está quemando y que si entro no voy a salir en llamas o algo del estilo. Desvío la mirada para ver un bichito flotando en el agua. Lo saco, con la intención de salvarlo. Pero me temo que es algo tarde. Debía estar ya muerto antes de caer al agua, o quizás llevaba mucho rato en ella. De todos modos, lo dejo fuera de la bañera. Lo sacaré a la calle cuando termine. Es lo que me parece justo. Entro a la bañera y dejo que mi cuerpo se deslice hasta que tan sólo la mitad de mi cara queda fuera del agua. Los botes de jabón de Naia hacen una fila en el borde de la bañera. Saco mi mano para agarrar uno de ellos y echar a la bañera un poco del contenido, que tras remover un poco el agua, forma una capa de espuma blanca con un olor agradable. Tras un rato de relajarme, acabo la tarea lavándome el pelo. Al terminar, me envuelvo en la toalla blanca de turno que está siempre colgada en una percha en la pared. Naia se encarga de cambiarlas por otras limpias cada vez que alguien usa una. Un par de golpes en la puerta llaman mi atención.
-Kai, hay un secador encima del armario.
La voz de Naia resuena, calmada.
-¿Un secador?
Llevo tiempo aquí, pero no tengo ni idea de lo que es eso.
-Sí, para que no lleves el pelo mojado. Es una especie de aparato negro con un cable. Lo metes al enchufe como hago yo con el cargador del móvil y le das al botón rojo.
Normalmente, me seco el pelo un poquito con la toalla y dejo que el tiempo haga el resto. Probablemente sea por eso que no tenía idea de lo que era.
-Vale, gracias.
-Date prisa, Eric me ha dicho que está al caer.
La idea de ver a Eric me anima, así que me dispongo a tomar el trasto ese que Naia ha dicho. El cable negro es algo largo. Lo agarro por el extremo y lo conecto al enchufe. Aprieto el botón. Una pequeña chispa salta del enchufe. Y después, un bang. Y todo quedó a oscuras.

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Kai.
FantasyLas cosas nunca son lo que parecen. Tampoco para Kai, quien aparece de repente en medio de la montaña, herido y masacrado. Por suerte, alguien lo recoge. Pero él no recuerda nada, o casi nada. Así, Kai comienza a aprender, a crecer mentalmente, a co...