Capítulo II "El tiempo pasa, la vida sigue"

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- ¡Levántate y hazlo otra vez!

Un fuerte grito se escucho en todo el patio, dándole más fuerza de la que realmente ejercía en tal muestra de su autoridad.

Helena aprendió a la mala que las opciones no existían en aquel lugar, solo una voz debía ser escuchada y claramente esa no sería la suya, por más que rehuia del entrenamiento militar, excusándose con sus tareas con los enfermos, Fausto no era alguien a quien pudiera engañar o mucho menos manipular.

Por algo era la mano derecha del gran maestre y un caballero de gran prestigio dentro y fuera del hospital.

Sacudió su cabeza con rabia, tomando nuevamente la espada de madera que había caído junto con ella momentos atrás, apretó los dientes y atacó nuevamente a su instructor.

- La rabia no es un buen aliado, ya te lo he dicho - esquivo con gran facilidad los repetitivos movimientos de la joven, mientras aprovechaba cada oportunidad para corregir algo en ella, postura, semblante, incluso su forma de tomar la espada, cada detalle podía significar una ventaja o desventaja frente al enemigo - Si dejas que te domine tu cabeza no tardará en rodar bajo el yugo sarraceno. - Choco ambas espadas cortando la distancia entre ellos a solo pocos centímetros, acción que desconcertó penosamente a la mujer que no tardo en caer nuevamente al suelo.

- Maldita sea eso no es justo - maldijo en claro y puro español, no era fácil soltar su lengua natal, más aun en momento de auténtica frustración.

- En un idioma que ambos entendamos, por favor - Le recordó de forma despreocupada mientras extendía su mano para ayudarle.

Ella la toma sin demasiada gana, su orgullo había sido pisoteado demasiadas veces en el día como para seguir en pie.

- No creó que quiera escuchar improperios tan temprano en la mañana.

- Ya te hable de las groserías, mantenlas al margen, esa boca tuya debe ser educada, pero eso ya sería demasiada humillación.

- ¿Y el Sarcasmo de casualidad no está penado? - de verdad que le era difícil tratar con él, juraba que lo intentaba pero ¡Dios! Tenía limites, los cuales el cruzaba demasiado seguido y ella apenas y si podía reclamar.

- No y no creo que lo esté por lo pronto - se burló, caminando hacia donde se encontraba las cantimploras con agua, el sol recién estaba saliendo y el ya llevaba dos horas en pie, le parecía injusto - Tus habilidades con la espada son deplorables, por no decir desastrosas, la única razón por la que sigues aquí es por tu devota entrega a los enfermos, Dios santo sabe que mentiría si negara el hecho de que tienes un don para curar, aun así...

- ¿Me esta alagando o insultado señor? - Juraba que era una pregunta genuina.

- Solo escúchame, debes poner más atención a tu entrenamiento, así como lo haces al ser instruido por los médicos, vivimos en una paz inestable, en cualquier momento nos tocara ir a la guerra, tu muerte está más que asegurada si continuas por este camino de rebeldía, si estás tan afanado ve tu espada como un ungüento y tu escudo como un vendaje, quizás así lleves esta carga con mas facilidad.

- Entiendo claramente señor, pero...

- No quiero escusas - Enfatizó mientras empujaba la espada de madera contra el pecho de su pupilo - Quiero acciones.

- Como ordene.

Todo se reducía a agachar la cabeza y callar.
Cosa que verdaderamente odiaba.

(...)

Su existencia callo muerta en su catre, apenas sentía su cuerpo y sus pies quemaban como el infierno, no la consolaba el hecho de que durante toda la semana, quizás más, debería repetir ese horario de muerte, el maestre así lo había dictado en consecuencia de su nulo avance en el ámbito militar y lo que el dijera era ley, incluso para ella, en el último tiempo le había tomado bastante respeto, más del que estaba dispuesta a admitir para si misma incluso.

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