Capítulo VIII "Entrégate"

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— ¿Esta listo? — pregunto casi en un jadeo, sus manos temblaban y su frente sudaba más de lo que seguramente el calor le provocaba.

Baldwin río internamente al presenciar tal espectáculo, no lo admitiría en voz alta pero verle así le provocaba una extraña sensación, que sinceramente no era nada desagradable.

— Lo estoy hace un tiempo, ¿Tu lo estás? — Se atrevió a cuestionar, sus ojos no se apartaban de ella y su mirada no soltaba los ojos verdosos de la persona ajena. Era algo cruel, pero no podía negarse ese pequeño placer. — Confío en ti y en tus capaces Manos amigo mío, pero creo que hace falta que lo hagas tú también.

— ¡Lo hago! — se apresuró a decir — por supuesto que lo hago, solo no acostumbro a atender a Reyes en mi hospital, no quiero equivocarme — rió con nerviosismo, mientras en su cabeza solo podía gritar.

— No lo haras, solo continúa. — le ánimo.

Helena trago su propia saliva, doliendo un poco en el proceso, el nudo que tenía en su garganta era tan grande que apenas y respiraba cómodamente, se tomó un momento para continuar, animandose mentalmente para lo que estaba por hacer.

El viaje a la ciudad de Marjayoun fue extremadamente largo y agotador, las inclemencias del desierto sumado a la falta de agua y constante fluctuación en las temperaturas habían sido obstáculos difíciles de superar al menos para ella, tener ese momento de descanso antes de la batalla era necesario.

Baldwin lo sabia y aceptaba, aun cuando la incertidumbre fuera un peso latente dentro de el, aun cuando deseaba con todas sus fuerzas partir a toda prisa a esa posible batalla, se mantenía apacible y mostraba una gran confianza a los que le rodeaban, era el ejemplo, era su líder, un Rey que no fuera guía de nada servía, por ello estaba a la cabeza de todo, en la punta del ejército.

Pero hasta el mismo Dios necesito un día de descanso.

La mujer sostuvo con sumo cuidado el brazo de su Rey, siendo en todo momento observaba por este y sus intensos orbes azules, sin esperar demasiado comenzó con la tarea que se le había encomendado. Humedecio un poco las vendas con un trozo de tela, logrando que las mismas se soltaran con mayor facilidad de la piel, evitando un poco el dolor que el procedimiento provocaba, acto seguido descubrió tramo por tramo los magullados brazos del hombre, era algo cómico, no pensó que sería tan laborioso. cuando su tarea se vio terminada se tomó un momento para analizar su panorama.

Fue algo difícil de digerir si era completamente sincera, había visto al Maestre en un estado moribundo, destrozado y apenas consciente, Baldwin no estaba demasiado alejado de eso ahora que le analizaba a detalle, sus brazos tenían gran cantidad de yagas y necrosis en ciertas partes, su brazo derecho no estaba lejos de ser carcomido y amputado, el izquierdo tenía gran cantidad de nódulos y maculas de un tamaño considerable. Fue duro, demasiado, era aún muy joven, pensar que vivió con aquello desde los nueve años apretó aun más su pecho.

— ¿Que sucede, por que te detienes? — la Aterciopelada voz del Rey acaricio sus oídos.

— No es nada de que preocuparse, lo siento, solo estoy un poco sorprendido — Admitió con pena, mientras sus manos examinaban el brazo con sumo detalle y cuidado. — tiene un estado bastante avanzado de la Lepra.

— Es inevitable, la poseo desde mi infancia, es el siclo natural de las cosas ¿no?

— Si, supongo que si. — si así debían ser las cosas, era extremadamente injusto, realmente nadie debería llegar a ese punto en su vida, menos él.

Siguió su labor con suma entrega, limpiando y curando las heridas más vivas, esperaba el uso de las cremas y aceites de su tiempo pudieran hacer algo para al menos mitigar parte de aquellas marcas imborrables en su piel, no hablo más luego de eso y él lo respetó, permitiendo ese silencio, que de una u otra forma le calmaba, aun que su paz no duraría mucho más.

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