Capítulo XII "Solo quiero tu presencia"

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— Estas vivo.

Helena no dio crédito a lo que escuchaba.

Era la voz de su Rey, fuerte y clara, con un tinte de sorpresa, quizá incredulidad, ¿más era realmente él? La máscara que portaba mostraba más edad de la que realmente su cuerpo reflejaba, sus ojos azules, intensos seguramente por nacimiento se veían enmarcados por un rojo intenso, enfermizo. Si, era el, ¿quién más sino? ¿Quién vendría a verle y se atrevería a entrar sin ser aceptado?

El ambiente se volvió denso en poco tiempo, el escrute sobre ella era demasiado evidente y poco reservado, sus orbes le examinaban tan detenidamente, con tanto detalle y fuerza que fácilmente podría estar cubierta de miles de sedas y aun así se percibiría desnuda frente a él, inútilmente cubrió su pecho levemente expuesto, rogando al cielo que su audaz mirada pasara por alto algún destello de su verdadero ser.

— Si intenta descubrir en mi a un fantasma o alguna visión espectral su alteza, lamento decepcionarlo, sigo siendo yo en carne y hueso. — Aclaro luego de encontrar ya insoportable la mirada sobre su persona.

Baldwin bacilo un momento, sin saber si seria correcto acercarse de forma tan casual y desvergonzada al lecho de su amigo, grande había sido el trabajo al contener sus ganas de abalanzarse sobre su persona y sentir con su tacto casi inexistente la vida que desprendía, le resultaba imposible, casi un milagro que le viera hablar y moverse como comento si no hubiera estado inconsciente más de cinco días. No lo pensó demasiado, después de todo nadie podría recriminarle nada, porque no había nada que ocultar u obviar.

— Te ves tan pálido que algo me hace sospechar que si lo eres ¿seguro que no eres un simple vestigio de lo que fue mi amado amigo? — Bromeo con ligereza, adentrándose poco a poco en las dependencias del enfermo

— Si es que lo soy, Dios a sido muy generoso en permitir verle por última vez mi lord— sonrió con aparente debilidad, inesperadamente se había vuelto más frágil y femenil ante los ojos reales de su señor — Bueno, al menos parte de usted, viéndolo tan cubierto ¿es justo llamarme espectro a mí y no a usted majestad? ¿Por qué le niega a un pobre enfermo contemplarlo como es debido?

— Veo que mi nueva apariencia no es de tu agrado — se burlo tomando asiendo en la esquina de la cama, lo suficientemente cerca para tomarse de las manos, lo mas lejos posible para no caer en tentaciones pasadas.

— Para nada — Admitió volteando su cabeza con galantería, siendo ahora ella quien le miraba con detalle, más jamás escrutando su actuar, nunca se atrevería. — ¿puedo ser completamente franco con usted su alteza?

— Siempre puedes serlo frente a mi

— Me siento abiertamente decepcionado — Exclamo hundiéndose en las suaves almohadas que su cama poseía, mientras extendía con sorpresiva confianza su palma, esperando el joven rubio entendiera la indirecta. — No esperaba un recibimiento tan frió de parte de un amigo ¿o será que mi naturaleza es mas cariñosa?

— ¿Decepcionado? — Exclamo con fingida confusión — ¿No debería ser el mayor honor el simple hecho de que tu rey viniera en persona a verte? Creo que eres demasiado codicioso mi joven Elijah — Proclamo con pomposidad digna de su posición, entrelazando sus dedos a los de la joven guerrera, quien le espero pacientemente hasta que este actuara, un simple juego para ambos, una leve muestra de confianza se decía a sí mismo. Era demasiado ingenuo pensar que su proximidad no le resultaba reconfortante y sobre todo exquisita.

— Se lo que merezco y también lo que quiero — le reto con impetuosa coquetería, su semblante se había relajado, al igual que todo su cuerpo, las ropas más grandes que ella le permitían estar tranquila ante su proximidad, aunque dejaban ver más de lo adecuado y de uno u otra forma ella lo sabia y jugaba con aquello. — ¿es eso malo?

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