Capítulo XIII "Manzana de la discordia"

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Había pasado un tiempo. El adecuado al menos para convencer a Allard y a su Rey que estaba lista y preparada para caminar fuera de esas cuatro paredes y ese día por fin lo haría.

Toco el agua con la punta de sus dedos, estaba aún caliente y el vapor que emanaba de ella se elevaba de forma armoniosa, estaba deseando sumergirse en ella hace un buen rato, Mucho había pasado desde que su cuerpo no tomaba un baño. Retiro de si el camisón holgado con el que dormía, lanzándolo lejos a alguna parte del cuarto, siguieron luego las medias y pantalones, para finalizar con la pequeña coleta en la que sostenía su cabello, entró con cuidado, sintiendo como el hervor penetraba en sus tonificadas piernas, más no se sumergió por completo, no enseguida al menos, aún faltaba algo. Miro las vendas que suprimían su pecho, estaban tan apretadas que le dificultaban hasta respiran en algunos momentos, se debatía mentalmente si sería adecuado el retirarlas o no, estar del todo desprotegida no le agradaba demasiado. No lo pensó demasiado si era sincera, prácticamente arrancó las vendas de sus senos sintiendo la libertad propia de la desnudes, ya se sentía lista para disfrutarlo.

Se sumergió por completo dejando el calor del agua la rodeara, sintiendo como cada hebra de su cabello se mojaba, como cada parte de su cuerpo se relajaba al contacto con lo que ella traducía como limpio.

Se acomodó en la pequeña tinaja, apoyando su cabeza al borde de esta al igual que sus brazos, entregándose ese pequeño momento de relajo, no sabía si alguna vez tal posibilidad se repetiría y quería aprovecharla. O al menos eso intento. Luego de un breve pero provechoso baño las interrupciones no se hicieron esperar demasiado tiempo.

El desesperado traqueteo de la puerta la asusto, mucho más se desespero cuando está se abrió de golpe revelando a su querido amigo preso del cansancio, quien no dudó en cerrar la puerta, junto a todas sus cerraduras en el proceso, no tardo demasiado en percatarse de la escena nada favorable en la que estaba.

— ¡Mierda! — Blasfemo tapándose los ojos, intentando voltear la vista a cualquier cosa que no fuera su pequeña hermana desnuda a metro de el — O Virgo mea, obsecro te, ut mihi ignoscas.  — balbuceó rogando perdón a ella y seguramente a Dios.

— ¡Allard! —Chillo molesta —¿Que se supone que haces aquí? Te dije que tomaría un baño...

— Lo se, ¡Dios lo se! No vi nada lo prometo — Exclamó con vergüenza, frotando su cabeza con entusiasmo. Se notaba nervioso y sobretodo ansioso.

— ¿Que haces aquí entonces? — Cuestionó derrotada, su relajo se había arruinado, sería bueno simplemente cambiarse. — ¿Sucedió algo malo? — Pregunto algo intranquila, mientras se envolvía en una bata, secándose en el proceso.

— No realmente, quizás, no lo sé, ¿se puede considerar como malo? — Exclamaba sin demasiado contexto, sus manos jugueteaban por su cuerpo, y parecía quería morderse los dedos, no parecía él y no tenía que verlo siquiera para saber qué estaba sumamente incómodo y nervioso, aún que sospechaba que su cuerpo desnudó no era el caso principal.

— ¿Que pasó? — Pregunto temerosa de su respuesta.

— Lord Fausto viene para acá, ahora en este momento, quiere verte.— respondió ansioso, sin poder despegar sus ojos de la pared.

— ¿Fausto? ¿a que a venido? Acaso el maestre... — Su corazón se contrajo en un segundo la sola posibilidad le aterrorizó.

— ¡No! No, claro que no, si aquello pasará no creo que tuviera fuerza siquiera para moverse del hospital — aclaró conmocionado.

— ¿Entonces? — Agregó confundida, no es que no supiera que entre ella y el segundo había una buena "amistad" fue su discípulo el primero y seguramente último, el más joven de la orden, ahora persona de confianza del maestre, más no entendía cuál sería la real razón de que viniera.

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