Capitulo VI "Verdad"

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- Mi señor ...- La voz del Conde interrumpió su intenso juego de miradas, aun así no parecían tener intensión de disolver su proximidad, al menos no por parde del Rey - El sol se está poniendo, buestra madre y hermana debieron llegar ya a Palacio, será mejor partir.

Helena le miró de reojo, pudo sentir la mirada del Mariscal clavada en su persona de una forma que no era fácil de interpretar, no se molesto siquiera en ocultarlo, quizás era esa su intención.

Creyó interpretar aquello.

- Creó que a llegado la hora del Adiós mi señor, a sido una compañía grata como siempre.

Se reverencio profundamente, demostrando gran respeto al monarca, este le miró sin conprenderle demasiado, pero tolerando aquello, estando expectante a su próximo movimiento. Debía admitir que en cuanto tomó su mano el recuerdo de la noche en su despacho se presentó vividamente en su mente, siendo reemplazado por el nuevo que estaba por crearse. Elijah era una caja de sorpresas y efectivamente debía esperar lo inesperado.

¿Quien más que él se atrevería a besar la mano de un leproso?

Leyó sobre aquello en su juventud, al igual que recordaba a su Nana contando historias sobre caballeros que para demostrar su lealtad a su señor hacían actos de sumisión y entrega, el beso en la mano era el más común y el que justamente siempre idealizo en su inocente niñez, pero desgraciadamente sabía que sería el que jamás vería, pero aquí estaba, el joven más idiota o más entregado a su causa, besando su mano mientras estaba a sus pies.

El fuego que crecía en su pecho y estómago era una sensación poco explorada para él, más estaba descubriendo que no era en lo más mínimo desagradable. Quizás por ello no aparto su mano, ni tuvo la conciencia de confrontarle.

- Eres muy confiado - destacó, el sonido de su voz le pareció gutural y algo ronca, más no parecía molesto sino expectante - Besar aun leproso, conociendo con claridad el riesgo.

- Beso la mano de mi Rey, no de un condenado - aun permanecía gacha, mirando al monarca desde abajo, sosteniendo aun en sus manos la mano vendada - Es mi gesto de respeto hacia usted, hacia mi amigo.

Quizás se excedió un poco, más no estaba del todo arrepentida. Se paro del suelo, soltando finalmente la mano del joven cuando estuvo de pie.

Dio una última reverencia, menos profunda, más rápida, hacia el Conde y en dirección a su Rey, luego de esto se perdió entre un pequeño grupo de gente, en dirección a lo que creía era la sacristía.

- Tiberias - le llamo sin apartar su vista de donde el muchacho se había mezclado con los peregrinos - ¿Algo te tiene intranquilo?

- No es nada señor, partamos de inmediato.

"Antes de que ese chiquillo aparezca otra vez" pensó con gran desagrado.

(...)


La noche había caído, las calles de Jerusalén había perdido su bullicio habitual y palacio se mantenía en completo silencio, La Condesa había llegado para quedarse o al menos eran lo que muchos nobles comentaban, la presencia de la princesa lo confirmaba, todo apuntaba a que la estadía seria incierta, quizás unos días, quizás unos años, todo era posible cuando se trataba de esa mujer.

Baldwin no estaba feliz con aquello.

Era difícil asimilar la situación, su relación con Inés era compleja, sí, sabía que era su madre, pero nunca cumplió tal rol en su vida. El rencor que albergaba en su corazón era grande y nadie podría culparle, mucho menos ella. Sabía que su presencia en ese castillo solo traería problemas, tanto en la corte como en su gobierno, esa mujer adoraba el poder, lo ansiaba, en consecuencia su hermana Sibylla pagó parte del precio, ahora faltaba él, ¿que clase de manipulaciones traería en esa ocasión?.

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