Capítulo XIV "El Amante"

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— ¿Que has dicho?— Pregunto con suma incredulidad, aún cuando las palabras de su criada habían sido claras y muchísimo más que explícitas no podía, más bien no creía lo que escuchaba, mucho menos le agradaba.

— Como le dije antes mi noble Dama, el Rey a traído a un plebeyo a la corte, se rumorea que es de baja cuna, aún que se a ganado el favor de su majestad y de muchos caballeros al ser mediador en la última guerra, muestro señor le frecuenta seguido en sus aposentos, o al menos eso me han dicho mis informantes, hoy lo comprobé con mis propios ojos, parece apreciarle...demasiado.

— ¡Esto es ridículo! — Gritó encolerizada la mujer, apretando con fuerza las faldas de su vestido — ¿Como es posible que permitieran que un hombre de su clase se dignara a rozar siquiera a su majestad? Es inaudito y completamente imperdonable.

— Es un aspirante a la Orden de San Lázaro mi lady — soltó con cuidado la asustada jovencita quien se encontraba a pocos metros de la noble — no creo que suponga un problema, es apenas un monje sin voz ni voto, si el plan de nuestro rey es mantenerlo a su lado, estoy segura que no sobrevivirá a esta corte.

— ¿Por que mi Hijo insiste en inmiscuirse en asuntos de gente tan desdichada? Para peor sin una pisca de poder— Reclamó con claro desagrado — Es grotesco, no le basta portar él mismo esa condenada maldición, pareciera que desea impregnarla en todo su ser, tener compasión o ¡peor relacionarse con esa gente!, no le traerá mas que antipatía de sus cortesanos, como si no tuviera poco favor actualmente.

— El muchacho no tiene lepra señora — Interrumpió con algo de nervio — Era...más bien, es de una apariencia bastante pulcra quizás hasta más que eso, las Damas no se atrevían a quitarle un ojo de enzima, incluso la princesa Sibila me pareció le venía siguiendo la pista hace un tiempo, una de sus damas me lo confirmó esta mañana, ella misma fue a los aposentos del muchacho hace poco.

—¿Sibila? ¿Por que haría tal cosa? — Pregunto con evidente indignación. Los rumores corrían con rapidez, mas en el castillo, si su tonta criada podía traer esa información para ella era por que evidentemente sus hijos no se habían molestado siquiera en ocultar un poco su cometido, lo cual era demasiado imprudente, mas aun su hija, visitar a un hombre a solas, peor aun un futuro miembro de la iglesia y ella casada, seria un escándalo. — Manda azotar a esa criaducha, que le golpeen especialmente manos y pies, que sepa que su lealtad esta solo con su señora, eso le enseñara, luego tírala fuera del castillo, no necesitamos mujeres débiles entre nosotras.

— ¡Pero mi señora! — Clamo desesperada la mujer — aquella chica lo hizo como muestra de lealtad hacia usted, fue su decisión ponerla en la servidumbre de la princesa.

— ¿Y aquello que importancia tiene? — Bufo con claro desinterés — La lealtad es lo mas importante, desde que dejo mi manto su entrega era para con mi hija, así como lo hizo contigo, unas pocas piezas de oro bastarían para que rebelara todos sus secretos y planes, no es confiable, ademas es una plebeya, como ella abra mas, no es una pieza de importancia, has lo que te digo y no me vuelvas a cuestionar, sino tu destino sera mucho peor que el de esa torpe niña.

— Si mi dama, no volverá a pasar.

— Y dime ¿Como se llama ese pequeño mocoso oportunista? — Comento despreocupada, sirviéndose una pequeña taza de té, ya el sol reflejaba el medio día y pronto seria la hora de su audiencia privada con su hijo, debía calmar ese humor horrible que crecía dentro suyo si quería una velada levemente placentera.

— No lo escuche directamente, pero oí a algunas damas llamarle Elijah mi señora.

— ¿Le llamaron por su nombre? que clase de modales son esos, ¿Acaso el muchacho no tiene apellido?

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