Capítulo IX "Los demás lo empiezan a Notar"

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"Marjayoun año 1180, horas antes de la tragedia"

— ¿Te entregaste a él? ¿Sabe tu secreto? ¡Responde!

Un grito sofocado pero no por eso menos intenso Golpeó a Helena de manera abrupta, Allard la había llevado a un lugar apartado del campamento, un lugar donde estuviera seguro que no serían escuchados, mucho menos vistos.

Tuvo miedo, nunca le había visto actuar de esa forma tan violenta, más cuando le tomo del brazo tan fuerte que pudo sentir la presión latente en su muñeca, lo sintió a un más cuando al no poder articular una sola palabra el hombre frente a ella le tomo del cuello con violencia acercandola aun más a él, gritando exasperado.

— ¡Maldita sea Helena Responde! — Bocifero con amargura.

— ¡No hice nada de eso! — Le empujó con impotencia, sus ojos comenzaron a arder, por alguna razón el miedo siempre le provocaba esa reacción y estaba vez si que lo estaba, un solo segundo basto para que miles de vivencias pasadas se agolparan en su mente — No hice...nada de eso...— sollozo. — Yo solo, no quise que pasara, solo paso, él nisiquiera sabe que soy mujer, Dios, estaba arriba de mi y...

— ¿Te intento Violar? — Tramatizo sin poder procesar siquiera un poco aquella información. — ¿Es eso?

El chico era guapo, de eso no había duda, sus rasgos femeninos le hacían más deseable ante cualquiera y lo sabia, muchas veces lo había escuchado en el hospital, incluso de los mismos integrantes de su orden, ante la falta de mujeres en el campo de batalla los cerdos no les importaría atentar contra cualquier deje de moralidad para satisfacer sus deseos.

La posibilidad estaba y le preocupaba.

— ¡No Dios! — Grito exaltada — El no haría eso...

— ¿Quien es el? — pregunto eufórico.

— Ya le conoces...— Balbuceo mientras apretaba sus labios sin atreverse a morderlos.

— ¿¡Lord Fausto?!

— ¿Que? ¡No! ¿Por que en su sano juicio el intentaría algo conmigo?

— ¡Ash! Eres exageradamente distraída Helena, demasiado para tu propio bien — le Corrigió con severidad, su pequeña hermana no parecía haber visto maldad alguna en el mundo o solo prefería evitarla — si no es el, dedusco que debe ser nuestro Rey ¿no es así?

— ¿Como? — cuestionó sin poder creerlo.

— Santo Dios — Balbuceo para si, frotando su cabello de forma errática y nerviosa, moviéndose de un lado a otro — Lo siento, realmente lo siento, estoy asustado, temo por ti, por tu vida, no me perdonaría que algo te pasara. — Admitió sin atreverse a acercarse a ella, su comportamiento no era justificable, menos con una dama, siempre era tranquilo, en su mayoría sereno, pero cuando comentó lo que quizás pudo pasar, su mente no pudo procesarlo bien, pensar en que alguien se aprovecho de ella...

Le partía el alma.

— ¿Que paso entre ustedes? — Pregunto sin poder mirarle.

— Te juro que nada...Solo — Carraspeo con vergüenza, frotando su cuello apenada — Casi nos besamos, creo, es algo raro, sentí que así sería, las cosas pasaron muy rápido, no supe que hacer.

— ¿Querías que lo hiciera? — consulto sin estar seguro de si quería escuchar la respuesta

— No lo se  — Mintió, no creía que fuera la mejor idea admitir todo lo que en su mente y cuerpo paso en aquellos momentos, Allard no lo entendería — Y nunca lo sabremos, el Conde de Trípoli llegó antes de que siquiera pudiéramos hacer algo, creo que me odia, si las miradas mataran la de el me condeno al infierno cuatro o cinco veces.

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