— Hijo mío — Grasno una voz no muy lejana, se notaba rasposa, ahogada, como si el simple hecho de hablar hubiera sido una tarea demasiado laboriosa o quizás demasiado difícil de contener.
Baldwin levantó la mirada levemente, sin intensiones de levantarse de su pequeño y cómodo "espacio de tranquilidad", su mano seguía firmemente entrelazada a la de Elijah, incluso ejerciendo más presión de la que antes entregaba. No fue una sorpresa ver a su progenitora firmemente parada en medio del pasillo, esperando seguramente a que él se acercara o le prestara total atención como ella tanto deseaba, cosa que claramente no haría, no ahora al menos, no estaba realmente interesado en consentir sus delirios de poder e importancia, de cualquier forma no había nadie que pudiera verla, nadie que ella considerara importante al menos.
Ya ni siquiera recordaba la razón del por que adelanto su audiencia.
— Madre — pronunció frente a la atenta mirada de su amigo, quien mantenía la serenidad y su presencia al borde de la calma — Llegaste más pronto de lo que pensé.
— No podría negarme a la petición de mi propio hijo — Exclamó aún en la distancia, más los pasillos estaban tan vacíos que su voz resonaba lo suficiente para ser escuchada — Y este hijo ¿Acaso no vendrá a saludar a su madre? — Enfatizó con rigidez, tanto en sus palabras como en su expresar, parecía un tronco, firme e inamovible, la soberbia hecha persona, la verdad solo estaba probando a su hijo y quería claramente ver al individuo que tanto se esmeraba en ocultar, el mugroso plebeyo aseguraba en sus adentros.
— ¿No es acaso la sierva la que debe arrodillarse frente a su Rey? — Proclamó el muchacho de cabellera rubia , sus palabras fueros suaves, en su mayoría casi neutras, más las segundas intensiones eran más que obvias e Inés no era ninguna tonta, la claridad en su actuar era exacta, tan exacta que pareció decirle textualmente quien tenía el real poder en ese lugar, o al menos eso formulaba entre lineas la mente sobre pensante de la noble.
Ello maldijo en sus entrañas, no a su sangre, eso jamas, sino a la humillación que está le hacía pasar, después de todo no eran sólo ellos dos en ese lugar.
— Tienes razón — Hablo con recato, permitiéndose una sutil sonrisa maternal en el proceso de su caminata hacia su pequeño — Espero este rey perdone la ineptitud de esta sierva, aveces olvido que el retoño que algún día lleve en mis entrañas creció para ser el rey de un gran Imperio y que debo tratarlo como tal.
— Tus disculpas son aceptadas — Soltó con poca importancia, apretando con aún más fuerza la mano del monje el cual a penas y había soltado un leve suspiro en esos cortos minutos, parecía retener hasta el más mínimo aliento por temor o quizás curiosidad. Se acercó más a él para darle confianza, cosa que pareció empeorar su estado.— Una noble que apenas se integra a la corte tiene ese tipo de problemas, no podría culparte madre mía.
— Mi Rey — Exclamó la mujer, inclinándose con sutileza y poca etiqueta, mostrando una sonrisa apretada al igual que su tensa y chirriante mandíbula producto del evidente desairé del monarca — La paciencia que me otorga como su madre siempre será agradecida, mas creo que ese rasgo no lo ha heredado de mi, la paciencia es una virtud que escapa de mis manos con facilidad como en esta ocasión ¿Deberíamos irnos ya? Nuestro tiempo es limitado y deseo fervientemente que sea debidamente aprovechado.
— Lo sera mi señora, le ruego me espere en los jardines, la seguiré de cerca en cuanto termine aquí.
— ¿Que podría ser más importante que acompañar a su madre en una caminata? Espera tener la oportunidad de conversar...
— Y la tendrá mi señora — Enfatizó con dureza, levantando su mentón con autoridad — Pero todo tiene su tiempo y este no lo es.
— Estoy segura que a su ..."acompañante" no le molestará que priorice a su propia madre ¿No es así muchacho? — Le pregunto directamente al joven guerrero quien había tratado de mantenerse prácticamente invisible ante tal conversación.
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San Lázaro
Ficción históricaLuego de sentir en carne propia la muerte, Helena despierta completamente desorientada en lo que ella deduce es un hospital, asustada y aun con secuelas de su reciente ataque, decide quedarse para ayudar y pagar la deuda que tiene con los caballeros...