¿Cuál es la fórmula para sobrevivir a un corazón roto? Según Marly y su abuelo la respuesta es conseguir a alguien más, ya que sufrir en soledad es historia antigua.
Marly aún cree en el amor verdadero, es por ello que está dispuesta en emparejar a...
— Me extirparon el apéndice no estuve en coma. —Me quejo cuando siento a Beck detrás de mí mientras camino hacia la parte trasera de la tienda— Deja de tratarme como alguien que se puede romper en cualquier instante.
— El doctor dijo que tenías que guardar reposo, ¿por qué estás aquí? —Me reprocha— Para eso estoy yo.
— Odio estar recostada. —mi respuesta lo hace gruñir y sonrío.
— No lo haces más fácil Marly. —suspiro y lo enfrento.
— No me regañes. —ordeno tomando la escoba detrás de la puerta. Beck me la quita de las manos y me conduce hacia el asiento detrás del mostrador.
Mis abuelos estuvieron en contra de que viniera a trabajar hoy pero les aseguré que si no salía por la puerta lo iba a hacer por la ventana. Y cuando digo las cosas, lo digo en serio. Eso explicaría las cientos de cicatrices que tengo en mis brazos y piernas por ser una niña salvaje.
— ¿Estás bien? —inquiere por décima vez desde que llegué hace poco más de una hora. Beck se encontraba dibujando en su iPad cuando me vio entrar a la tienda. Cabe destacar que la mirada que me lanzó no era para nada una de bienvenida.
— Si. —respondo cortante y cambio el tema al instante— ¿Pensaste en lo de Nueva York?
El chico se da cuenta de mi maniobra y suspira— Ya envié mis elecciones.
— ¿Qué? —Lo miro atónita— ¿Y no me lo dijiste? ¿Qué clase de traición es esa? —exclamo viendo cómo se va hacia la otra parte de la tienda para barrer un poco el polvo que quedó en las esquinas. El chico ríe y me mira de reojo.
— No creí que estabas tan interesada en mis cosas. —aclaro la garganta y me apoyo contra el respaldo de la silla.
— Estoy más interesada en demostrarle a tu padre que no todo es como lo dice.
— Hablando de él, —detiene la limpieza— ¿vas a contarme de qué hablaron? Lo vi salir de tu habitación y no era el médico encargado de ti.
Hundo los hombros y pretendo leer el libro de cuentas.
— Solo quería ver como estaba.
Chista— No es cierto.
— Si lo es. —Retruco— Entró, me preguntó si aun estaba con vida. Se quejó de que no comí la mitad de mi manzana, luego dijo que debería prestarle más atención a mi cuerpo o la próxima no la cuento y se fue. —hablo mientras enumero con mis dedos cada parte de la secuencia.
— ¿Estás completamente segura que no dijo nada más? —no me cree para nada.
— Yo estuve ahí y no estaba tan drogada, —me defiendo— por supuesto que me acuerdo.
Levanta las manos a manera de rendimiento— Bien.
— Si llegaras a ganar, voy a imprimir la página de la revista, la enmarcaré y se la enviaré al Dr. Earwood por correo. —ese comentario basta para que su ceño fruncido se suavice y suelte otra risa. No lo digo en voz alta pero adoro el sonido de su risa.
— Prométeme que incluirás la foto de Leonardo Di Caprio sonriendo mientras levanta una copa. —me guiña un ojo.
— Incluso pondré una mía levantando una copa.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.