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Llegamos a la puerta de la tienda completamente empapados. La situación ahora es que mi remera ahora se volvió transparente y eso no ayuda para nada a mi dignidad.

— Mis ojos están aquí arriba —digo cuando pillo a Beck mirando mi escote. Maldición, ¿por qué decidí ponerme esta camisa rosa claro justo hoy?

Beckett me mira una vez más antes de abrir el cierre de su chaqueta para sacársela y luego procede a retirar la prenda superior que lleva debajo, dejándolo completamente desnudo del torso para arriba.

— Wow —tapo esa visión con mis manos y desvío mis ojos hacia la pared detrás de él— ¿qué se supone que haces?

— Póntela —dice con esa voz profunda que recorre mi columna vertebral. Aunque culpo al frío por esa reacción tan repentina. Lo miro apenas y veo como sostiene su camiseta en mi dirección.

Obligo a mis ojos a concentrarse en la prenda y no en los abdominales de atrás.

Frunzo el ceño y niego. — Estás empapada en agua sucia y vas a morir de frío si no te cambias. —Habla— No está completamente seca pero al menos te cubrirá mejor.

Quiero decirle que no me interesa pero tiene razón. De mala gana tomo la prenda y le echo un vistazo al chico semi desnudo frente a mí.

— Gracias. —no dice nada, sólo se limita a asentir y me voy hacia la parte trasera dispuesta a cambiarme allí pero recuerdo que el abuelo Gibson tiene la llave del depósito y me maldigo interiormente.

— ¿Algún problema? —pregunta con una ceja levantada aunque puedo ver una sonrisa emergente en su rostro.

Señalo unas estanterías en la otra punta de la tienda— Voy a cambiarme allí, —me encamino hacia esa dirección— si te atreves a mirar voy a lanzarte un libro directo a la cara y tengo muy buena puntería.

— No tienes nada que no haya visto antes. —guiña un ojo.

— Eso no me hace sentir mejor. —añado.

Escucho como vuelve a colocarse la chaqueta. — ¿No puedo ver nada pero tu si puedes escanear mi torso?

— Esto es diferente. —respondo entre dientes.

— No lo es, —replica— me sentí demasiado inhibido. —mi bufido es tan fuerte que logra escucharlo y ríe.

Termino de colocarme su camiseta y toma todo de mi ignorar el hecho de que su perfume está impregnado en ella. Aun húmeda, la prenda huele a él. Al aroma embriagador que los hombres usan y que a las mujeres parece encantarles. Yo incluida. — No lo parecía, es más, hasta creo que te gusta la atención.

— No voy a negarlo yo...—su voz se vuelve nula cuando salgo de mi escondite vistiendo su camiseta azul. Sus ojos parecen lanzar olas de calor hacia mi cuerpo o podría sólo estar enfermándome y ahora tengo fiebre. —te queda mejor de lo que imaginé.

— ¿Me imaginaste usando tu camiseta? —ladeo mi cabeza.

— Si. —contesta en un segundo.

Abro la boca con sorpresa sin saber muy bien qué decir. — Honesto. —suelto la solitaria palabra.

— Es mi camiseta favorita pero te queda malditamente mejor que a mí. —sus palabras me queman. Estoy pensando en la línea que estamos cruzando con estos simples comentarios. Dios, ¿en qué me metí?

Nuestro juego de miradas se ve interrumpido por el sonido estruendoso de un trueno y luego las luces se apagan.

Doy un respingón cuando siento su brazo a mí alrededor. — No tengas miedo, aquí estoy. —habla muy cerca de mi oído.

El valor de X ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora